En estos días de descanso estoy aprovechando también para ver la televisión, durante el curso no puedo ver casi nada.
Me trago muchos programas del corazón, podría decir que únicamente me mueve el interés por conocer, por saber lo que ve la gente, lo que les entretiene, de lo que hablan después; pero lo cierto es que me gustan, que yo también suelo disfrutar con ellos.
Una vez que he reconocido esa “debilidad”, que no quiero ir de lo que no soy, tengo que admitir que últimamente, me he indignado y preocupado mucho con lo que estoy viendo: lo que la gente puede llegar a hacer por la popularidad y el dinero; el grado de humillación al que se someten, la hipocresía y la doble moral en la que se desenvuelven.
Me inquieta porque, de alguna manera, eso es lo que la sociedad consume y, por tanto, constituye un reflejo de este mundo nuestro en el que vivimos.
Es como si, a pesar de que todo el mundo habla de sinceridad y autenticidad, a nadie le importase la verdad, la realidad de las cosas.
Es fácil encontrarse con personas que creen que la franqueza consiste en soltar por la boca todo lo que se les pasa por la cabeza, que el ser sincero pasa por encima de lo que el otro pueda sentir o pensar.
Pero que poco se valora después la verdad, incluso se oye por ahí que la verdad no existe, que cada cual tiene la suya, que todas ellas son igualmente dignas de respeto.
Yo no lo creo así, pienso que la validez de una opinión depende de los argumentos que la sostienen. No me sirve el “yo pienso” o el “yo creo” sin más.
Yo creo que sí existe una verdad objetiva y común en la que todos nos desarrollamos, debe existir ese ámbito compartido para que sea posible la construcción de algo entre todos… eso sí, se trata de una verdad que nadie tiene en exclusiva, que se busca pero que nunca se posee.
Por eso, el ser sincero, la autenticidad, exige una apertura al otro, el salir de las murallas de las propias convicciones, para encontrarse con la opinión del distinto y dejar que él amplíe nuestro conocimiento de la verdad, que ensanche nuestra búsqueda.
Esa búsqueda de la VERITAS es un elemento fundamental de nuestro carisma, que es especialmente necesaria en nuestros días, dentro y fuera de la Iglesia. No podemos quedarnos cruzados de brazos, esperando que el hermano venga a nuestra casa a enriquecernos, hace falta que salgamos al encuentro. Correr tras la Verdad, es correr tras el hermano también; acercándonos a sus realidades y vivencias con una mirada amante, la única que puede hacer posible que identifiquemos ese tesoro en medio del ruido y las distorsiones que nos rodean.
Siento miedo, miedo de lo que veo en el televisor cuando me siento, ahora que tengo libertad, para embobarme como tú ante la caja tonta. Siento miedo porque me aterroriza ver que lo fácil, lo vacío y la falta de amor que rodea al mundo de la tele y pienso lo mismo q tú... eso es reflejo de la sociedad que estamos creando??? ayer vi a todo un plató abuchear a un señor que decía que creía en la fidelidad y que llevaba 28 años al lado de su mujer y la seguía amando, nunca le había sido infiel. Se lo comían a gritos y se reían de él diciendo que a quién quería engañar q el ser infiel es innato en nosotros y q eso q él decía era mentira. Me aterrorizaron esas palabras, esa situación... es que los q hemos sido educados en valores y en el amor no hemos sabido transmitirlo, enseñarlo y demostrar la felicidad que nuestras actuaciones nos dan y dan a los demás? o es que las generaciones que nos siguen se han vuelto locas con tanto romper el molde y como lo tienen todo hecho se entretienen en pensar estas barbaridades... me da miedo imaginar que todo lo bueno que nos han transmitido nuestros abuelos y padres se pierda en el olvido...hay que acercarse a la juventud y al mundo de hoy, lo sé, intervenir de la mano del Padre desde nuestro entorno, pero es que ese niño malcriado con el que me topo me aterroriza, me da miedo. Me apena tanto ver el rostro de la sociedad...si supieran lo felices que pueden sentirse amando... Gracias por escuchar mi reflexión.
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