¡Fin de año! Seguramente hoy es
el día en que, con más nitidez que nunca, tomamos conciencia del vértigo que
nos produce la alta velocidad con la que pasa el tiempo… todos pasamos estas
horas con preparativos para las celebraciones de familia y amigos y, mientras
tanto, nuestro corazón repasa todo lo que nos trajo el año viejo y mira de
reojo, entre la ilusión y el temor, lo que pueda estar por llegar…
Confieso que el 2012 no ha sido
de los mejores años, demasiadas enfermedades y muy seguidas, problemas,
agotamientos…. ¡Pero también ha sido el año en el que Dios me regalo a mi
primer sobrino! Si hubiese que hacer balance, el pequeño Rafael pesa más que
todas las dificultades juntas, pero no quiero caer en eso: me parece que pensar
que me han pasado cosas buenas y malas es un error.
Creo que es más acertado pensar
que los acontecimientos han ido llegando y, aunque a medida que aparecen, se nos
van despertando los miedos, las dudas o la inseguridad… nada de eso nos ha podido
derribar y todos podemos decir que alcanzamos esta fecha; que sobrevivimos; que
aún nos quedan fuerzas y esperanza… que de un modo u otro, aquí o junto al
Padre, llegamos triunfantes al 2013.
¡Gracias por todo, viejo año! no
te olvidaremos: nos has enseñado, acrisolado, hecho crecer, desinstalado,
sorprendido, regalado…
¡Gracias Señor! Porque eres tú el
que ha sostenido cada paso, el que agarraba nuestra mano, llenó de calidez
nuestras soledades, el que nos hizo reír y sanó nuestras heridas… eres Tú y
sólo Tú el que llena de vida cada suceso, cada palabra, cada alegría y dolor…
Desde esa satisfacción, la de saber
que Dios vive en nosotros y nos hace grandes, hermosos e irreductibles; desde
la ilusión de saber que con Él todo es nuevo y oportunidad humanizante, es
desde donde yo os deseo que despidamos el año y recibamos al que viene.
A toda la humanidad ¡FELIZ AÑO
NUEVO!