Aunque aún soy muy novato en el sacerdocio, ya voy teniendo algo de experiencia en eso de acompañar a las personas en el dolor… pero no dejo de sentir que es muy insuficiente. El sentimiento se incrementa cuando te ves en la tesitura de intentar estar cerca de quien está pasándolo mal a muchos kilómetros de distancia.
Posiblemente la mejor herramienta con la que podemos hacer frente a un hermano sufriente es el abrazo sincero y la presencia… hoy me he visto en la necesidad y la urgencia de “estar” muy lejos de aquí.
Uno tira del teléfono, que algo hace, pero no es bastante, aunque te gastes una fortuna… el corazón te pide más.
Es entonces, ante las limitaciones del tiempo, el espacio…las propias carencias humanas, cuando, más que nunca- brilla ante nosotros la grandeza y la plenitud de nuestro Dios. Es, en momentos así, cuando por muy despistado y dejado que uno sea acaba no teniendo más remedio que acordarse de Él, de recurrir a su infinitud.
Hoy he vivido la mayor parte del día desde la oración, sólo así ha sido posible estar presente en un sitio lejano, esa proximidad que necesitaba y que ha roto la geografía… ¡como hacen continuamente mis hermanas las monjas!
Desde esa intimidad con nuestro Dios conectamos con la paz, con la seguridad y el amor infinitos y podemos hacer que nuestro amor, nuestros mejores deseos, se hagan presentes, realidad en cualquier lugar; podemos acariciar con ellas el alma y el corazón de esas personas que queremos o nos necesitan, con mucha más intensidad que si estuviésemos al lado físicamente.
Así es la oración, encontrarse con Dios para encontrarse con lo más íntimo de uno mismo, rescatar todo lo hermoso que hay en nuestro interior y poder llevarlo donde queramos; hacerlo florecer en quienes amamos; en quienes no tienen quien les ame… donde quiera que estén.
Habiendo recibido esa posibilidad, es de tontos no aprovecharla mejor; no sé por qué no oramos más…
Te puedo asegurar por experiencia que el dolor y el sufrimiento desde lejos es casi peor que estando cerca,porque quieres estar con las personas,que la distancia te separa y a veces no se puede.¿pero sabes qué pasa?Que con las alegrías sucede lo mismo.Quieres compartirlas y no se puede,quiers abrazar y no se puede,quieres decir lo que sientes,y no es lo mismo....quieres simplemente un abrazo y no lo obtienes.Es muy ,pero que muy dura la distancia y benditas tus monjitas que lo hacen por voluntad propia.Hay que querer demasiado a Dios.Una lo quiere,pero ¿hasta ese punto?.Pregúntale a mi familia lejana y te dirá que sí.TQ
ResponderEliminarEs cierto Hermano, para Dios no existe espacio y tiempo, no hay pasado ni futuro, sino un eterno HOY, a nosotros se nos olvida, a medida que cumplimos años, por eso los niños son tan felices...
ResponderEliminarTampoco existen las distancia, es eterna presencia en todas partes. Es AMOR.
Con Él (Dios) estamos en todo momento y en todo lugar para darnos a los demás, poniendo nuestra petición en sus manos, y confiando plenamente en que Él sabe mejor que nosotros cómo se deben hacer las cosas...
Oramos poco, porque todavía no nos hemos enterado de que la 'carga' se la debemos de dejar a Él, que es quien mejor sabe llevarla, nosotros tenemos que trabajar, pero sin la carga...
Ese al menos ha sido uno de mis grandes descubrimientos:Luchar, pero dejando todo en sus manos. Esa es ahora mi oración. L.
vivir es muy complicado... ríes unos momentos, pareces ser feliz... luego lloras... lloras. ¿que es esto? no lo esperabas, pero es así. Mientras eres feliz hay gentes, muchas, que sufren... sufren en los hospitales, a tu alrededor. ¿que hacemos? Sólo nos queda el Padre. Cura nuestras heridas, nos da fuerza... ¡¡qué difícil es vivir!!
ResponderEliminarMientras ríes otros, muchos, lloran... lloran. Sólo nos queda la oración y estar en cada momento donde hay que estar... y llorar... o reir. Un fuerte abrazo.