Decimos que hemos tocado fondocuando una persona, o nosotros mismos, alcanzamos un punto de dolor y desgracia totalmente insospechado; cuando llegamos a unas circunstancias que, aparentemente, ya no pueden empeorar más, con lo que ya solo podemos ir a mejor. Muchas veces me encuentro con gente que se siente en esa situación.
Sin embargo, no creo que sean las circunstancias o un cúmulo de errores los que determinan el devenir de la vida. No me tengo, en absoluto, por pesimista pero lo cierto y verdad es que, por muy mal que estén las cosas, los acontecimientos siempre pueden estropearse más; que nosotros siempre somos capaces de continuar metiendo la pata más y más.
Esos puntos de inflexión en realidad vienen determinados por la propia persona, ella en su libertad, es la que decide cuándo es suficiente, hasta dónde está dispuesta a llegar, cual es el momento de cambiar el rumbo de la vida.
Es verdad que hay algunas situaciones que nos hacen despertar, que nos sacuden con fuerza, que funcionan como “alarma”, pero es igualmente cierto que no nos dejamos afectar por ellos hasta que nosotros no queremos. Seguramente, esos avisos ya venían estando presentes en nuestra vida desde el primer momento en que torcíamos el camino o comenzábamos a sufrir, pero no los atendemos hasta que no decidimos hacerlo, hasta que no optamos por tomar las riendas de la propia vida y reconducirla.
No podemos elegir lo que nos ocurre ni lo que nos pasará mañana, pero si está en nuestras manos el decidir cómo queremos vivirlo.
Tenemos esa capacidad, la de ser protagonistas, de decidir la senda que recorreremos, de cambiarla cuando nos equivocamos.Dios siempre está ahí, de él recibimos esa libertad, ese poder. En él está también la aptitud, el genio que necesitamos para ponerlo en práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario