El otro día, en una oración con el MJD utilizábamos un texto que nos
hablaba de que el Evangelio es ir siempre “más allá”.
Me gustó mucho la idea, me recordaba a otra con la que se ha presentado a
Domingo de Guzmán: hombre de horizontes infinitos.
Ser hombres y mujeres de Evangelio implica siempre eso, el no conformarse
con lo que está establecido, con lo que parece lo normal.
Mucha gente piensa que es de tontos
aquello de la otra mejilla, de perdonar setenta veces siete, de orar por
los que nos maldicen, de ser mansos en un mundo de lobos… a todas luces, puede
parecer una necedad esto de ir siempre “más allá” en el amor, pero… en
realidad, es lo más inteligente que podemos hacer; porque en ese superar lo
convenido, el orgullo, las falsas inocencias… está nuestra verdad: la de seres
que tampoco somos perfectos, que también se equivocan y que –ante todo-
necesitamos que nos amen a pesar de todo.
En ese romper fronteras, se encuentra la propia capacidad de convertirnos,
de crecer, de descubrir lo grandes que podemos llegar a ser.
Definitivamente no es de tontos… es justo lo más humano y lo más elevado a
lo que podemos aspirar… lo verdaderamente absurdo es esa supuesta “inteligencia”
que dice que nos protege, pero que en realidad, nos mantiene anclados en un sucedáneo
de vida que no sabe a nada….