miércoles, 30 de noviembre de 2011

30 de noviembre. ¿QUÉ PASA?



¿Qué pasa cuando nuestra miseria irrumpe en nuestra vida y parece delatar la incoherencia de nuestra fe? ¿Qué ocurre cuando sin querer, o incluso queriendo, nos hacemos daño los unos a los otros; cuando nos herimos y nos hacemos sufrir mutuamente? ¿Es que pueden más nuestros egos, los egoísmos, la indolencia, las comodidades o el orgullo que nuestro amor con Dios?



Es algo que, en distintos ambientes, ha estado muy presente a lo largo del día y que, ha dado mucho que pensar. Personas que han venido a mí con sus lágrimas,  heridas,  indignación y dudas.

 Los cristianos no somos en eso diferentes a los que no lo son, o dicho de otra manera, no vivimos en los “mundos de yuppy”: podemos perder la paciencia, los nervios, nos enfadamos, hablamos sin pensar… tenemos conflictos los unos con los otros, como cualquiera.

En medio de tantos malentendidos como hoy han desfilado ante mí, pasaba un rato precioso con una joven hermana mía que va a emitir su profesión solemne; que va a pregonar un sí al amor “hasta la muerte”; unos minutos que han iluminado las experiencias y reflexiones de este “día complicado”.



Lo fundamental de nuestra fe no es que nos evite esos malos tragos (que también lo hace, porque nos lleva a crecer en la paciencia, la humildad y el diálogo) sino que el ser cristiano se pone en juego precisamente en esas ocasiones de tensión, de desencuentro y de heridas abiertas… esas ocasiones, en lugar de ser negativas, pueden convertirse en momentos de gracia, porque es justo ahí, donde podemos dar la mejor predicación, el mayor testimonio de amor.



Cuando no nos enquistamos en el rencor, cuando dejamos de mirar lo que el otro nos ha hecho, para tratar de comprender sus motivos y el daño que también nosotros hemos podido causar; cuando somos capaces de salir de la perspectiva cerrada de mi “yo” para intentar acoger; si pedimos perdón; si perdonamos; si nos esforzamos por leer lo que, en ese enfrentamiento con el hermano, Dios me dice a mí (y no lo que el otro tendría que escuchar) para poder crecer; al devolver bien por mal… entonces, estamos anunciando el amor de Cristo con  todo lo que somos; nuestra fe se hace más grande y ésta puede tocar los corazones que lo contemplen.

29 de septiembre. FLUIR

En la vuelta desde Salamanca me he dado cuenta de que, cuando se hace periódicamente un mismo viaje, cuando recorres con frecuencia un paisaje, es asombrosa la forma en que la naturaleza no deja de sorprenderte. En cada ocasión descubres algo que siempre ha estado ahí pero en lo que no habías reparado antes, una roca, un barranco, un castillo en el horizonte…;  también te das cuenta de cómo van cambiando los detalles en los que sí te has fijado anteriormente, los árboles que ya se han desnudado de sus hojas, el cielo que según cómo está el tiempo lo tiñe todo de diferentes tonos, las cumbres que se cubren de nieve, el nivel de agua en un pantano…; no faltan las cosas que vienen o se van, el águila que te sobrevuela y acompaña durante un rato, las flores que se han escondido, las gentes que te ven pasar desde las calles de un pueblo…

Por mucho que te acostumbres a un camino, nunca puedes decir que ya lo conoces, porque siempre es nuevo.

Es Adviento, y podemos creer que es otra vez igual, que volvemos a lo mismo de otros años; podemos caer en el error de pensar que ya hemos transitado por esa senda y que nos la sabemos y, entonces, nada no cambia: empieza el adviento y seguimos viviendo exactamente igual que el mes pasado.




Nosotros, nuestra existencia es, en ese sentido, igual que el panorama por el que conduzco todos los lunes y martes, siempre distinta y preñada de novedad: en cualquier momento podemos encontrar -dentro de uno mismo, en los que queremos, a nuestro alrededor- algo que no conocíamos aunque lleve ahí desde que nacimos: una capacidad por desarrollar,  un sueño al que entregarse, unas ganas con las que llenarnos, un sentimiento negativo que vencer, una herida que sanar…; podemos hacernos conscientes de nuestras propias transformaciones o de cómo evolucionan los otros,  de la forma en que nuestros cuerpos, ideas o sentimientos maduran y de cómo se traduce eso en la práctica; es posible aprovechar las condiciones y circunstancias de cada instante y que son pasajeras, que si no, se irán o iluminar el mañana con la certeza de que la noche acabará y volverá a salir el Sol.

Dios no deja de venir a esa vida nuestra que no deja de fluir, por eso, en cada ocasión, tenemos que prepararnos nuevamente, de un modo distinto… cada año son diferentes los fardos de los que podemos deshacernos y las puertas que pueden abrirse; los montes que abajar y los valles que elevar.

No nos sabemos el adviento en absoluto, cada año está por estrenar, ¡este también!

lunes, 28 de noviembre de 2011

28 de noviembre. ESPERANDO

Ayer empezó el adviento, tiempo de espera. Esta mañana, mientras venía conduciendo hacia Salamanca, estaba cansado tras el fin de semana juvenil y  pensaba en que ya me está pasando factura el trabajo extraordinario de este trimestre; en las ganas tan grandes que tenía de que llegase la navidad para concluirlo.
A partir de ahí, como suele pasarme, la cabeza se me ha disparado: lo primero que he pensado es que, aunque fuese por motivos profanos, hacía muchos años que no esperaba la llegada de las fiestas con tantas ganas. Eso me ha llevado a que siempre las aguardo con ilusión, por su significado, por el efecto que tienen en mi vida; eso también esta presente ahora pero, además, por el exceso de ocupaciones, en este momento quiero que lleguen para poder liberarme un poco... ¡me hace falta!
Esto ya me ha puesto frente a la pregunta principal del viaje, ¿es que otras veces, otros años, no me ha hecho falta Jesucristo? ¿lo necesitamos de verdad?
Evidentemente la respuesta es “sí”, pero entonces ¿por qué no he sido capaz de esperarlo con verdadera sed? ¿Cómo es que no he hecho todo lo posible para prepararle el camino y salir a su encuentro? Si ahora hubiese alguna posibilidad de acabar los trabajos pendientes antes de tiempo, de adelantar la llegada del descanso, me agarraría a ella con fuerza ¿por qué no hago lo mismo con mi Señor y con el Reino?




Puede que porque, en la práctica,  no sea consciente aún de toda la falta que me hace; de mi propia penuria; o quizás es que, en el fondo, me asusta que venga mi Dios y me descoloque la vida... que me hago la ilusión del que sólo espera a un bebé dulcecito, rodeado de angelitos y sentimentalismo barato, una navidad cómoda y calentita.
¿A quién espero en realidad?  ¿Necesito que venga el Señor a mi vida? ¿para qué?
............

Comparto desde aquí estas preguntas que me han asaltado en algún lugar de Extremadura, por si acaso no son sólo mías, por si entre todos podemos contestarlas... es adviento, el tiempo más propicio para buscar las respuestas.

27 de noviembre. VOLVER

Quien no se lanza mar adentro



nada sabe del azul profundo del agua,



ni del hervor de las aguas que bullen.



Nada sabe de las noches tranquilas,



cuando el navío avanza



dejando una estela de silencio.



Nada sabe de la alegría



de quedarse sin amarras,



apoyado solo en Dios,



más seguro que el mismo océano.







Desventurado aquel que se queda en la orilla



y pone toda su esperanza en tierra firme,



la de los hombres razonables,



calculadores, seguros de sí mismos,



que imaginan ser ricos y están desnudos,



que creen construir para siempre



y sólo amontonan ruinas que siempre les traicionan.



 (Charles de Foucauld)



Los dos últimos días no he podido subir ninguna entrada; estaba en el encuentro del movimiento  juvenil y no había  ninguna posibilidad de conectarse a internet.

Fin de semana intenso, porque, gracias a Dios, estos jóvenes son incansables. Con la osadía de la edad, saben bogar mar adentro; saben de todo lo que dice la reflexión anterior; y conocen también de las tormentas del océano o de la calma chicha que parece capaz de detener la nave para siempre… y ahí siguen, fieles y enamorados; siempre con sed de más.
Frailes, laicos, hermanas… los de aquí acompañados por los hermanos de Portugal y de muchos otros rincones del mundo; juntos en el sueño de Dios; Iglesia, Orden dominicana; familia, comunidad…
Vuelvo admirado de su capacidad de perdonar; comprender; reconocer el propio error y, sobre todo, de recuperar la alegría y la fuerza. En unas pocas horas, he sido testigo de que; ante la injusticia, la ingratitud, la calamidad o el vacío;  es posible  renacer; re-comenzar; reinventarse a la luz de Dios; desplegar por completo las velas, para que el Espíritu guíe tu barca por rumbos distintos a los que marcaba la carta de navegación... y, mira por donde, ¡hoy empieza el adviento!






A estas horas todos estarán en sus lugares de origen; volvemos con la fuerza y la alegría de quien sabe que no está solo y que, aunque no suela ser fácil hacerlo, el Amor y la misericordia son siempre la mejor predicación.

 Qué maravilla de libertad; qué riqueza de diferencias; cuanta gratitud y asombro me traigo a casa.

jueves, 24 de noviembre de 2011

24 de noviembre. BOGANDO

Mañana vuelvo a marcharme, esta vez a un encuentro nacional del Movimiento Juvenil Dominicano, que se celebra en un pueblo cercano a mi ciudad. El tema se resume en el título de “bogando”, mar adentro,  profundizar en el encuentro transformante con Jesucristo e ir siempre más allá.




Como es por aquí, nos ha tocado prepararlo a los grupos de Sevilla. En eso he estado liado casi todo el día, porque supone, claro está, un trabajo extra; pero, ante todo mucha ilusión.

En unas horas, los miembros más jóvenes de la familia dominicana, cogerán sus mochilas y partirán, desde muchos lugares de España, hacia aquí. Tengo ganas de verlos, de abrazarlos y de compartir con ellos cómo nos va a todos el camino.

En estos tiempos, en los que parece que nadie quiere comprometerse con nada, esta gente se ha dejado enamorar por Jesucristo y por el modo de seguirlo de los dominicos y dominicas; han comprendido que la verdadera libertad está en la toma de opciones y, aunque no lo tienen nada fácil, ni dentro ni fuera de la Orden, viven con alegría el ser predicadores del evangelio, desde y para la juventud.

Cada día superan las zancadillas que les tienden las envidias, los prejuicios y la falta de sensatez; afrontan con alegría esperanzada las miserias que van encontrando en los que deberíamos cuidar sus vocaciones; defienden con sencillez la fe que se les ha dado en sus facultades, en los bares, con los colegas…  No faltarán los que digan que se reúnen sólo por la juerga, que su prioridad no es Jesucristo… ¡seguro! Sus amigos o familias les dirán que están locos o que son unos beatones, no comprenderán cómo alguien de esas edades dedica todo un fin de semana a esto… pero, dentro de muy poquito, aquí estarán: rezando, trabajando, celebrando, riendo, llorando, estudiando y formándose… juntos.



Como ellos, muchos otros jóvenes, en otras familias religiosas, en las diócesis o parroquias hacen lo mismo con frecuencia. No son el futuro de la Iglesia ni de la sociedad; ¡son  presente!

Sus ganas, sus sueños, su pasión, su compromiso y constancia son la demostración de que, en este mundo, algo nuevo está naciendo… ¿no lo notáis?


23 de noviembre. JÓVENES

Hoy, Dios me ha regalado un nuevo amigo, aunque es muy joven, tiene una historia muy interesante, intensa y hermosa.
El otro día escuché a alguien decir que uno sólo es mayor cuando tiene todas las edades, y la idea me encantó…espero que aún me falten muchas edades pero esa, la de la juventud, sí la tengo, aunque el carnet de identidad ya no diga lo mismo (mi DNI está lleno de mentiras)

Un hermano mío escribió que la juventud es como un duermevela, ese tiempo en el que los sueños te inundan a la vez que empiezas a ser consciente de todo; cuando no sabes bien si tu apasionamiento por la vida es sueño o realidad; que es el momento en el que Dios se va colando en tu vida, poquito a poco, para no violentarte, para que no te asustes más de la cuenta… que luego, depende de cada uno, que eso se quede sólo en una ilusión juvenil, algo bello que pudo ser pero no fue; o en una realidad estable que te acompañe para siempre; una seducción que llenará todos tus días.

La juventud es la época de la vocación, cuando la tierra del corazón y de la mente está abierta a la semilla de lo posible, a la novedad, a la magia del Reino. Puedes experimentarla con quince, dieciocho o sesenta años; si lo has hecho de verdad, si no se te ha escapado entre los dedos, siempre es presente; no pasa, no puede hacerlo: se tiene para siempre y, con el tiempo, la vas acompañando y enriqueciendo con otras edades. Porque la vocación, la mía y la tuya, siempre es nueva; cada mañana, al despertar, hay que decir que sí otra vez, y siempre como la primera vez.


martes, 22 de noviembre de 2011

22 de noviembre. LA CEGUERA DEL FARISEO

Uno de los problemas más complicados de nuestra vida de Iglesia es el de los personalismos. A lo largo de estos años me he encontrado con demasiadas personas que, bajo un barniz de Evangelio, lo que buscan es el destacar, el reconocimiento público, ser los amos y señores de un espacio o grupo determinado; se mueren por un carguito –y los suelen conseguir- se acomodan y aferran a cualquier privilegio o distinción y –lo peor de todo- obstaculizan y socavan todo lo que no pase por su ego o crean que puede suponer un peligro para su posición.

Los fariseos de entonces, que ahora siguen siendo y estando entre nosotros, a veces incluso dentro de uno mismo. Al principio me irritan, cuando los veo o escucho, pero enseguida, me nace también un sentimiento de compasión hacia ellos; no creo que sean malas personas, seguramente la mayoría de ellos no es consciente de su error y creen firmemente estar sirviendo a Dios y a la Iglesia... la verdadera razón de todo, la encuentro yo en una herida que debe haber en sus corazones, que no les permite quererse, que les lleva a buscar fuera lo que ellos son incapaces de darse a si mismos y les impide encontrarse con el auténtico rostro de Dios y la alegría de su reino.

Esta noche, que sigo en Salamanca, he tenido la oportunidad de reencontrarme con una forma de vivir la fe que, desde la pobreza y la humildad, jugó un papel fundamental en mi juventud, a la hora de seguir apasionado por Jesucristo. No son expertos en teología, ni están muy duchos en eso de hablar en público; no ostentan títulos en la Iglesia, pero son gente con una gran dignidad eclesial, cristianos sencillos que, con sencillez, luchan cada día y dan testimonio de su fe sin vergüenza; que trabajan incansablemente por hacer Iglesia, comunidad en solidaridad, justicia, y diversidad. No se quedan en aguas tranquilas, reman incansablemente mar adentro desde la convicción de que es Dios el que maneja el timón y les dice “no temáis”.
Gracias a ellos he revivido aquél momento en que, por vez primera, descubría el tesoro que Dios había escondido en mi vida; la sanación de todas mis magulladuras; el deseo de darlo todo para gozar de aquello, cada vez más y mejor; la necesidad de contárselo a los vecinos. Quien, de verdad encuentra esa fortuna, aunque sólo sea un poquito como yo, no puede pensar ya en otra cosa que anunciar a Jesucristo y sólo a Él.

El encuentro de esta noche ha rejuvenecido mis ganas, mi ilusión, mi voluntad de crecer en fidelidad, de hacerme cada día más pobre con los pobres; de abrir, de par en par, los brazos para abrazar a toda la humanidad y, en ellos, vivir el abrazo de Dios.

lunes, 21 de noviembre de 2011

21 de noviembre. LA LECCIÓN DE MIS PADRES

Esta noche me ha fallado la informática y no puedo subir el dibujo de hoy. Dios escribe con renglones torcidos, sus caminos no son los nuestros... hay mil cuentos cuyas moralejas nos hablan de ello... así que me lo aplico.
Hay cosas que pueden ser consideradas una desgracia por la gente, que en si mismas no son deseables para nadie, desde luego, pero que, en función de la actitud con la que las vives pueden construirte, enriquecer a los que te rodean y llegar a transformarse en una bendición.
Yo no sé lo que habría sido tener a un padre que no fuese invidente, pero no me cabe duda de que, ni de lejos,  habría sido mejor que el que he tenido. Él, junto con mi madre, desde la discapacidad y la fe con que lo han vivido todo, nos han enseñado a los que les rodeamos, esa gran lección de vida que refleja el video que un maestro me ha mandado:
"Hay dos maneras de tomarse la vida. Puedes vivirla lamentándote de todo lo que te falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio, o aprovechando al máximo lo que si tienes."

http://www.youtube.com/watch_popup?v=tWIoKcUxTu4&vq=medium#t=32

Cuando te falta algo, si te hundes en la autocompasión, no sólo te perderás todo lo bueno de alrededor, tampoco te desharás nunca de tu carencia, por el contrario, lo más seguro es que se multiplique; pero si eres capaz de afrontar la privación con confianza y apertura a la posibilidad, es probable que esta se minimice y que además tengas ante ti la oportunidad de extraer  y fomentar en tu interior, capacidades desconocidas que, de otro modo, habrían quedado ocultas para siempre: superación, esfuerzo, capacidad de amar, nuevas comprensiones de la realidad...


(precioso también este video de un joven panista, invidente y síndrome de Down)




Como escribía ayer, en estos tiempos de crisis, hay muchas personas que están sufriendo muchas necesidades, esta noche quisiera compartir con ellos, esta esperanza.

20 de noviembre. VOTO POR LA TOALLA

En la calle, día de elecciones; en el corazón, fiesta de Cristo rey, el “fin de año” litúrgico.

Me ha maravillado la forma tan clara en la que los niños, esta mañana en la eucaristía, han comprendido el significado de la festividad de hoy. Cuando les he preguntado si Jesús era rey y de dónde, sin dudar me han contestado todos que sí, que claro que era el rey; el rey de todas partes, porque era el rey del amor, ¡toma ya!

Yo les he leído un trocito del Evangelio para que me dijeran qué tenía que ver eso de “tuve hambre y me disteis  de comer” con ese rey del amor. De nuevo, la sencillez infantil me ha dejado boquiabierto: si queremos que Jesús sea nuestro rey, tenemos que amar a todos, más que nada a los que están sufriendo; porque Jesús nos quiere a todos muchísimo y cuando alguien ayuda a los que queremos, nos ayuda también a nosotros y si les hacen daño, nosotros también sufrimos.

No se me ocurre mejor manera de presentar el misterio de ese rey, cuyo trono es una cruz y que ejerce su soberanía haciéndose servidor de todos.




Ya por la noche, cuando subía de la eucaristía de la tarde y ya se iban sabiendo los resultados de las votaciones, leía a unos restregando la victoria a los otros y estos, a su vez, asustando con toda clase de males a los primeros… no he podido evitar un sentimiento de lástima al ver esos comentarios de amigos míos, los unos y los otros… si fuésemos capaces de entusiasmarnos con el reino igual que lo hacemos con la política o los deportes, qué diferente sería el cuento. Desde luego, es bueno y necesario que los creyentes nos impliquemos en la política y lo hagamos en diversidad, pero,  ante una situación como la que estamos viviendo, donde tantas personas, en este país y en los demás, están sufriendo tanto, lo último que necesitamos es que los colores nos separen; lo que hace falta de verdad, es que seamos capaces de ponernos los unos al servicio de los otros; de ser más generosos que nunca; que el que pueda, se prive de lo que no le resulta esencial, para atender al que no llega a fin de mes; que descubramos el poder que tiene la unidad,  para,  juntos, hacer lo posible para que las cosas cambien.

Pienso que ese es el compromiso fndamental, sin él, no creo que ningún partido pueda hacer gran cosa…ni ahora ni nunca.

Las elecciones las ganará quien las gane, pero yo, a quien me debo es al reinado de Dios. Los dineros, los políticos, las armas,  los poderes de esta sociedad han demostrado ya que no son el mejor camino para la humanización del mundo; es el amor el único agente capaz de transformarnos a nosotros y a la creación entera; y ese, sólo está en nuestras manos.

sábado, 19 de noviembre de 2011

19 de noviembre. CONFIRMADOS

Empezaba el día viajando a Madrid, a una reunión de familia dominicana. Siempre es una alegría encontrarse con los hermanos a los que quieres y también a los que aún no conocías. Al terminar la reunión, he salido corriendo de vuelta a Sevilla, lo hacía con esa sensación agridulce, la de haberme encontrado y compartido con la familia por un lado, y por otro, la desazón que me provocan esos niveles de trabajo en los que te das cuenta de que, aunque ya se han dado pasos importantes, aún nos queda mucho para llegar a las metas deseadas.
La razón de volverme con tantas prisas era que, esta tarde, se confirmaban mis chavales de la parroquia… ahí sí, eso sí es lo mío.




Me ha emocionado muchísimo verlos tan guapos y tan decididos, en mi corazón se agolpaban las experiencias de estos años, en los que hemos aprendido a ser más que un grupo de catequesis, una pequeña familia: las risas que nos hemos echado, las aventurillas que hemos corrido juntos, los problemas y dudas que compartimos también… en otras ocasiones ya lo he contado por aquí, ¡los quiero! Y me siento muy orgulloso de todos  ellos.

Por si todo eso fuera poco, estos chicos me han hecho el mejor regalo que se me puede hacer, quieren ser dominicos conmigo, participar desde su juventud, en nuestra vocación y vida.

Es en el compartir el día a día con las gentes donde me siento más yo, donde se clarifica mi llamada como religioso, donde disfruto y me siento lleno… pero lo otro, el nivel institucional, la elaboración y discusión de proyectos, aunque me cueste mucho más, es también necesario.

Admiro a quienes dedican su vida a esas labores, gracias a ellos, otros podemos desarrollar las distintas misiones de la Iglesia… y en lo que a mí me toque, estoy dispuesto a colaborar con ellos.

Así es la vida de cualquiera, especialmente la del cristiano, no podemos quedarnos sólo con lo que nos gusta y hace disfrutar… tenemos que ser capaces de estar y ser donde hagamos falta, para servir a quien lo necesite... donde nos lleve ese Espíritu que hoy han recibido en plenitud ese querido grupo de jóvenes. Una vez me dijeron que, la brújula de toda vocación era la pregunta ¿dónde puedo servir más y mejor?

18 de noviembre. NO NI NÁ

En ocasiones, parece que todo se derrumba a tu alrededor, asistes con dolor a los tremendos sufrimientos del otro; contemplas a las personas en circunstanciasen las que nunca los pudiste imaginar; te asustas ver  rumbo que van tomando los acontecimientos y te da miedo lo que pueda ocurrirles a los que tienes al lado… y uno, lo único que puede hacer es llorar con ellos y rezar…

La jornada de hoy me ha resultado durilla, lo que parecía que iba a ser un día normal se ha convertido en un encuentro continuo con la tragedia de la existencia humana.

Pensaba en los comentarios pesimistas que muchas veces he oído, que con lo dura y cambiante que es la vida no puede haber nada definitivo, que no existe el amor para toda la vida, que lo único que nos queda es conformarnos con lo malo conocido; que cada palo aguante su vela o que no merece la pena luchar por nada…

Siempre he rechazado frontalmente esos planteamientos de vida, pero confieso que el discurrir de las horas, hoy casi me ha hecho dudar.



Pero he acabado el día metido en una salita con cinco matrimonios que llevan décadas juntos; a los que la vida les ha tratado como a todos, con alegrías y satisfacciones pero también con crisis y problemas muy gordos y allí estaban, tan enamorados o más que el primer día, haciéndome enmudecer con cada palabra, con sus caricias y besos.

Su testimonio me ha sacudido la espesura mental que me había generado el sufrimiento y las dificultades que han desfilado por mi corazón este viernes, devolviéndome el ejemplo de mis padres y de otros muchos matrimonios veteranos felices y enamorados; el de todos los frailes y consagradas que conozco que aún siguen siendo unos apasionados del evangelio y que conservan intactas las energías del noviciado; el de muchos que no se han dado por vencidos y no dejan de apostar por sus sueños, por muchos y difíciles que sean los años.

Y me voy a dormir con una sonrisa en los labios, por sí que se puede, sí que existe lo definitivo y mejor, aunque, claro, para conseguirlo, hay que trabajárselo.

En estos tiempos de crisis en los que muchos hermanos nuestros tienen que presentar una lucha titánica para poder llegar a fin de mes sin que falte la comida para sus hijos o poder pagar la hipoteca, no se nos puede olvidar la más importante de las batallas, la que sostiene y da sentido a todas las demás; la que tenemos que librar con nosotros mismos para ser capaces de amar; de dar ese amor y de hacer de él el cimiento de todos nuestros esfuerzos.


viernes, 18 de noviembre de 2011

17 de septiembre. CUANDO LLEGASTE TÚ

Son increíbles los mecanismos de la mente; somos capaces de tener guardados ciertas experiencias en algún lugar, tan escondido que ni siquiera eres consciente de que están ahí, dentro de ti. Un buen día, por una razón u otra, resulta que se activa algún resorte y, lo que parecía olvidado, vuelve a la superficie con la misma fuerza del primer día.
Algo así me ocurrió cuando volví a mi ciudad natal después de muchísimos años y más recientemente con una película que mi hermano rescató de una desahuciada caja de superocho… de repente volvieron a mí todos los sentimientos y las ideas que viví, siendo un niño muy pequeño, ante el nacimiento de mis hermanos. Desde que volvió, he devuelto a ese precioso recuerdo el puesto que merece en mi memoria.

Cuento esto porque no he podido evitar enlazarlo hoy con el tema que estoy estudiando; es acerca del diálogo inter-religioso, pero pienso que puede aplicarse también a todas las relaciones humanas.

El autor que estoy leyendo, habla de que es necesario superar la contemplación del otro  como un adversario con el que competir y al que someter, para pasar a reconocerlo como una parte del propio yo,  un “yo en ti”, porque  la humanidad entera compone un “yo universal”.  Creo que esto, que parece raro o utópico es lo que yo experimenté cuando nacieron mis hermanos:

Aquellas personitas, que un buen día aparecieron en mi vida, eran completamente desconocidos para aquél niño de 3 o 4 años que yo era, pero supe, desde el primer momento, que los querría toda la vida, aunque aún no tenía ni idea de lo que era “un hermano”. La ingenuidad de aquella niñita que me miraba con avidez despertó en mí el instinto de protección, quería hacer todo lo que estuviese en mi mano para que no le pasara nada malo, para que siempre conservara aquella placidez; cuando paseaba por el pasillo a mi hermano menor, cantándole nanas para que se durmiera, me descubrí lleno de ternura y de deseos de que creciera para poder jugar con él ¡los necesité desde que nacieron! , desde antes quizás. Con su venida, ellos me hicieron ser, me convirtieron en hermano mayor, encendieron  en mi inexperto corazón luces que yo no sabía que existían y que, desde entonces, no se han apagado nunca… que son parte esencial, y la más bonita, del hombre que ahora soy.




Creo que lo que el filósofo propone es que tratemos de relacionarnos con todas las personas así, sabiéndonos capaces de querer incluso al recién llegado, al que no conocemos de nada; que nos sepamos responsables los unos de los otros y no dejemos de preocuparnos por resguardarnos mutuamente de todas las inclemencias de la vida; que nos enteremos, de una vez, que nos hacemos falta, que “somos” en la media en que aceptamos, perdonamos y amamos… que nos olvidemos definitivamente del “¿para qué me sirves?” y adoptemos para siempre el “¿en qué te puedo servir?”... nada de eso es inaccesible para nuestro corazón, me consta que somos capaces de hacerlo, de cambiar el chip.

Jesús de Nazaret no pudo decirlo más claro ni mejor: somos todos HERMANOS.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

16 de noviembre. TURURÚ

Hoy me encontraba con unos amigos, uno de ellos tiene a la novia en la otra punta del país y nos comentaba que, casi todos los fines de semana, cogía el coche y se recorría miles de kilómetros para poder estar un ratito con ella…” tú estás loco”  le decía el otro; loco de amor, pensé yo…



A lo largo del día, supongo que porque tenía esa idea en la cabeza, me encontrado con mucha gente que padece ese síndrome, la locura de amor: una parejita que se va a casar, aunque –ahora mismo- están los dos parados y no saben muy bien como podrán salir adelante; una chica inmigrante que ha decidido tener a su hijo, aunque está sola en este país; un matrimonio que conjuga la vida laboral con la educación de sus hijos y que además está atendiendo a los abuelos que ya son totalmente dependientes; la señora mayor que, aunque ya no puede con su alma, se desvela por cuidar de los nietos mientras sus hijos tienen que trabajar; un médico que dedica su tiempo libre a sensibilizar a la gente acerca de la donación de órganos …  un Dios agonizando en una cruz. Parece que vivo en un gran manicomio, lleno de gentes que pierden cada día la cabeza por amor.




Y la verdad es que, viendo sus rostros, yo también quiero contagiarme, me niego a ser cuerdo entre ellos…

Quiero que la demencia del amor invada todas las dimensiones de mi vida, se coma las neuronas que se ocupan de atender a la buena imagen, el interés y la seguridad; que ese virus corra por mis venas y me empuje a moverme, a saltar en la fe, a buscar siempre; que se enrosque en mis brazos y piernas y me haga capaz de piruetas imposibles; que estire bien mis manos para que nunca dejen de estar abiertas a todos; que alcance a esa parte de mi cerebro donde residen el egoísmo, el miedo, los malos recuerdos, el rencor y los escarmientos y lo borre todo; que me suba por la garganta y se trague las murmuraciones, los chismes, las palabras que hacen daño;  que agarrote los músculos de mi cara en una sonrisa perpetua; que chispee en mis ojos y me permita ver, en el mundo y en el ser humano, la magia y la belleza que nadie percibe.

Hazme un loco, tu loco, mi Dios, que corra desnudo y libre por las calles, que siempre cante tu canción en todas las plazas; que vaya contagiando a todos esa feliz locura de amar.

martes, 15 de noviembre de 2011

15 de noviembre. FLIPAO

Ayer, el viaje a Salamanca fue durillo, no paró de llover en todo el tiempo y la visibilidad estaba muy reducida, sin embargo hoy, el regreso ha sido completamente distinto: todo un lujo, ¡precioso!

Me ha pillado algo de lluvia pero también zonas que sólo estaban nubladas y otras soleadas; con el aire limpio, la naturaleza se mostraba esplendorosa. Los ríos que serenamente fluyen hacia su destino, a fundirse con la inmensidad del océano; la vida que explota por donde discurren esas aguas; los árboles que, vestidos de color tierra,  lucen toda la elegancia otoñal; las hojas que, a pesar de que muy pronto caerán no dejan de disfrutar de sus nuevos tonos, meciéndose alegres en el viento; el ganado que juega y aprovecha el frescor del pasto…

¡Y el cielo! Esas nueves imponentes y oscuras que parece que, de un momento a otro, se van a desplomar sobre tu cabeza; la majestuosidad y pureza de las más blancas; el Sol invencible que, aunque se esconda, filtra sus rayos sobre todo y muestra la luz y el calor de su presencia… ¡hasta he circulado un buen rato en medio del arcoíris!

Es triste que un tipo de ciudad como yo, tenga que darse cuenta de todo eso desde el otro lado del parabrisas de un coche, sí, pero de momento, no tengo tiempo como para permitirme una excursión. Puede que por eso, haya hoy tanta gente que no piensa, que no se pregunta sobre Dios; porque cuando se es testigo de un espectáculo como el que hoy me ha brindado la creación, tanta diversidad en armonía, tanta perfección, toda esa belleza, debe ser muy difícil evitar la duda, al menos. Yo me he tirado todo el camino alabando a mi Señor, unido a todas sus criaturas.

Luego llegaba a casa, y al calor de la comunidad, celebraba en la eucaristía precisamente  la fiesta de mi hermano San Alberto Magno: el patrón de los científicos, maestro de Tomás de Aquino, un gran hombre que renunció a las distinciones eclesiásticas para poder dedicarse plenamente a su vocación (contemplar y rezar la obra de Dios, estudiarla, anunciar y predicar –con la eficacia del amor- lo contemplado a la humanidad).




Hay quien piensa que entre la fe y la ciencia no puede haber coincidencia, o que las personas de fe no necesitan de la ciencia para nada, que incluso llegan a verse como enemigas. Yo, como es lógico no lo creo así, son dos formas de conocer diferentes pero que no pueden ir por su cuenta. Para el creyente, la ciencia es una herramienta indispensable a la hora de comprender  la obra de Dios y a nosotros mismos, claro, para así conocerle mejor a Él.

Me gusta pensar que mi hermano, desde el cielo, me ha tocado hoy la sensibilidad en el asiento de un coche… me ha abierto los ojos del alma para que pueda admirarme de todo, desde la inmensidad del cielo, a la pequeñez del  insecto más insignificante…





Para saber más de San Alberto:








lunes, 14 de noviembre de 2011

14 de noviembre. ALMA BELLA

Con el comienzo de la semana vuelven Salamanca y las clases de filosofía: hoy hemos terminado con Hegel.
Uno de los conceptos de los que nos han hablado es el "alma bella", que - explicado de forma muy simple- serían aquellas personas que continuamente se guían por el amor, que siempre son capaces de perdonar las agresiones, que devuelven bien por mal...
Un hermano mío se ha reído mucho, y yo también,  cuando le comentaba esto; porque es el que siempre me llama "flower power" y decía que, ahora, resulta que eso ya venía desde el idealismo alemán.
El caso es que Hegel añade que el "alma bella" no puede vivir en este mundo, porque se convertiría en la victima perfecta, en el objeto de todos los abusos y violencias de los otros... después la cosa ya se complica más.
Yo me he quedado dándole vueltas al asunto, desde luego es cierto que, si uno quiere ir de bueno por la vida, acaba sufriendo los excesos de los demás, siendo "víctima" y, en principio, parece que es algo nada deseable para nadie, una situación que tratamos de evitar a toda costa, pero... ¿es malo necesariamente eso de ser víctima? supongo que es lo que le pasó a Jesucristo, al Maestro al que queremos seguir... una víctima consciente y voluntaria que entrega su vida por amor.
¿Entonces qué? ¿Todos en cola para el matadero? Evidentemente no, en lo que estoy pensando no me refiero a la muerte física (Jesús sólo subió a la cruz cuando llegó la hora, cuando todo se había cumplido; antes, siempre eludió esa amenaza), sino al ofrecimiento cotidiano de lo que uno es y tiene desde el desinterés y la gratuidad; de modo incondicional e independiente a lo que se reciba (bueno o malo) o se deje de recibir. El Señor, entregó su vida, día a día, con cada palabra, cada gesto, haciéndose servidor de todos, amando a todos sin excepción, buenos y malos.
De pequeño, tenía un profesor que siempre nos decía que "Cristo nos dijo que fuésemos hermanos y no primos" pero a mí nunca me terminó de convencer la frasecita.
Vale que no es deseo de Dios que nos engañen, que vayamos de tontos por la vida, pero "Si sólo amáis a los que os aman ¿qué merito tenéis?". A lo que el Evangelio nos invita es a amar, a hacerlo cada vez de una forma más universal, generosa y consciente: sabemos el mundo en el que vivimos, conocemos los egoísmos, las violencias e injusticias que hay en él, e incluso dentro de nosotros mismos; estamos al tanto de ellas e incluso las sufrimos; pero eso no puede ser, ni es, un impedimento para que, cada día, tratemos de amar más y mejor; de hacer, de nuestra vida toda, una ofrenda de amor.



13 de noviembre. TE ECHO DE AQUÍ

¡Qué mal ha empezado este domingo! Esta mañana bajé a la eucaristía para explicar a los niños el Evangelio (en la parroquia, además de la de los mayores, ellos tienen una liturgia de la palabra propia). Estaba en ello, cuando se nos ha colado en la sala donde nos encontrábamos un chaval que era viejo conocido.
Ya se ha presentado por aquí varias veces pidiendo ayuda; yo una vez le di un bocadillo que él tiró enseguida, porque lo que busca es sólo dinero. Además siempre ha venido con una actitud amenazante y violenta, una vez incluso llegó a agredir a nuestro párroco.

Con estos antecedentes, yo le he explicado pacientemente el procedimiento que tenía que seguir para recibir ayuda de caritas, los documentos que tenía que aportar y el horario en el que hacerlo; pero como veía que en el momento no le daba nada, ha ido subiendo el tono y las intimidaciones. El caso es que me ha generado mucha tensión interior e incluso violencia y he acabado levantándole la voz y expulsándolo de la parroquia, amenazándolo yo a él también con llamar a la policía.

Cuando se ha marchado y los niños se habían incorporado a la comunidad, yo he necesitado un tiempo solo, para tranquilizarme un poco, después yo también me sumaba a la eucaristía. En ese momento ya estaban rezando el padre nuestro y después la paz… si ya me sentía mal, eso fue la puntilla… cada frase de la oración de Jesús se me clavaba en el alma.

Las personas con las que he hablado me dicen que he hecho lo correcto, que no hay por qué tener mala conciencia; que si permito esos sentimientos le doy la victoria al mal que se me había presentado…. Pero nada de eso me calmaba…no dejaba de pensar en que ese chico había sacado lo peor de mí mismo, que lo he hecho fatal porque me he puesto a su nivel y había respondido al mal con mal… que no es eso lo que quiero vivir, ni lo que creo.

He querido recibir el sacramento de la reconciliación antes de presidir la misa de la tarde, necesitaba hacerlo.

Hoy he metido la pata hasta el fondo, más que de costumbre, se ha puesto de manifiesto toda mi debilidad e indignidad, pero, no digo esto para que luego todo el mundo me ponga mensajitos de ánimo, ya estoy animado porque, gracias a eso, también se hecho patente la misericordia de Dios, que me ha abrazado en la absolución y me ha restituido en  el amor.

El día que comenzaba así de oscuro, terminaba feliz, con la expresión de esa misericordia divina reflejada en uno de los jóvenes de confirmación que me pedía que, el próximo sábado, fuese su padrino.

Me he caído, sí, pero me he levantado también (o, mejor dicho, mi Dios me ha levantado), y mi error no afecta mi convencimiento de que la violencia no es camino de nada; que mi Dios es el de la paz, el respeto y el amor, aunque te veas atacado o te acosen; que la mejor manera de  enfrentar lo malo es haciendo el bien: ese es mi camino, por el  que quiero avanzar, por mucho que me pueda tropezar… sé que en esa senda, cuando  resbale, siempre me desplomaré a los pies de mi Dios.


domingo, 13 de noviembre de 2011

12 de noviembre. LA CUBERTERÍA DEL ALMA

Siempre están muy presentes en mi vida, pero hoy , por diferentes razones (una foto que hace mucho que no veía y que alguien cuelga en Facebook; una llamada, una visita entrañable…) me han llenado especialmente el día: son mi familia.




Uno siempre tiene la sensación de que no sabe comunicarles todo lo que siente por ellos, lo que les debe, lo que los admira, cuánto los necesita y quiere… unas veces porque se da por sabido, pero –al menos en mi caso- la mayor parte de las veces es por pura vergüenza, porque te parece que es demasiado cursi lo que quieres decir o expresar y nunca encuentras un momento adecuado para hacerlo… ¿¡cómo es posible que te pase eso con las personas a las que más quieres, las que mejor te conocen!?

No quiero, de ninguna manera resignarme a esa omisión, a esa represión del corazón; tampoco voy a decirlo por aquí, que no es el sitio; ni siquiera es mi aspiración la de transmitírselo una sola vez; lo que me gustaría, lo que espero, es llegar a vaciar mis sentimientos con ellos, con todas las personas a las que quiero, cada día, todos y cada uno de ellos. Aprender a hacerlo con la vida entera, con los gestos y las acciones; también con las palabras, que no son menos importantes: siendo capaz de callar las que no brotan de mi verdad, sino del nerviosismo de un momento determinado o de un estado de ánimo; esas que no definen, ni construyen, ni sirven de nada, que sólo causan malentendidos y dudas; apagando esas para poder pronunciar las que auténticamente reflejan mi amor; las que digan lo impresionado que estoy por cómo son, lo grandes que los ven mis ojos, lo mucho que me hacen falta sus brazos; la alegría que sienten mis oídos al sonido de su voz y de su risa; la forma en que enmudecen mis labios ante sus vidas, sus luchas y sus sueños… cómo se me llena el alma de bendiciones cuando los tengo delante, a todos y a cada uno de ellos.

Con ellos he aprendido a amar y a vivir, a afrontar lo que venga, amando… mis padres, mis hermanos, mis cuñados..., son la escuela donde aprendo el abecedario de Dios y para mí, no hay nada con lo que eso pueda pagarse; por eso  quiero que, en casa de este “herrero”, el cuchillo sea de metal, de hierro del bueno.


viernes, 11 de noviembre de 2011

11 de Noviembre. ESTO NO ES FALCON CREST

Hoy me ha tocado hacer de mediador en un conflicto ajeno. A veces, en nuestras comunidades cristianas nos comportamos como, si en lugar de en una fraternidad, un grupo de fe o una parroquia, estuviésemos en “Falcon Crest”: nos hacemos jugadas los unos a los otros; buscamos protagonismo o  destacar; nos enfadamos por tonterías… no es tan difícil como yo quisiera el encontrarse con “malos rollos” entre la gente de Iglesia y seguramente ahí está la razón de que una comunidad no convenza, no anuncie eficazmente a Jesucristo.
Lo importante de nuestras instituciones, movimientos o agrupaciones no es la eficacia de las mismas, ni la obtención de vocaciones o nuevos miembros; tampoco que el grupo se haga grande, ni siquiera su supervivencia. Si nos reunimos en la fe es, ante todo,  para amarnos y dejar que ese amor se propague; para hacer vida el Evangelio. Hacer realidad en nosotros la buena noticia de Jesús, pasa inevitablemente por las miserias de cada uno y las de los hermanos, no podemos pretender que nadie sea perfecto en todo porque, para empezar no lo es uno mismo.
A lo largo de estos años de vida comunitaria he aprendido a vivir desde esa “decepción positiva”, a romper mis sueños románticos e ideales que no eran más que una tiranía para los hermanos. En las cosas de Dios la cuestión no es exigir nada al otro, sino en esforzarnos personalmente por crecer y ser mejores cada uno de nosotros; mientras yo, por mucho que trabaje y bien que haga, siga teniendo en mi interior lagunas, lugares oscuros que aún están por evangelizar ¡¿cómo voy a echarle en cara nada a nadie?! “el que esté libre de pecado…”



Sólo así he podido disfrutar de mis hermanos, a quererlos, a darles lo mejor de mí.

10 de noviembre. SIN PESTILLOS

A veces se encuentra uno con personas que han estado toda su vida cerca de la Iglesia, que la han conocido bien, con sus grandezas y sus miserias; que han estudiado la Palabra de Dios; que han pertenecido a grupos, incluso que practican la religión y reciben los sacramentos… que siempre han tenido al Señor llamando a la puerta de sus vidas.

Pero son personas sin alegría, que sufren y existen sin terminar de encontrar del todo el sentido de nada; que, a pesar, de la insistencia de Dios, no han debido ser capaces de abrirle la entrada del todo. Si lo hubiesen hecho, las cosas serían distintas, gozarían de esa alegría que no te puede quitar ningún problema ni sufrimiento; caminarían a la luz de su sentido.

Ciertamente, ninguno puede decir que haya sido capaz de hacerlo por completo; posiblemente lo vayamos haciendo despacito, tímida y progresivamente (a nuestro Dios no le falta paciencia), pero, a poco que vayamos abriendo la puerta, Él se cuela y se queda para siempre.

Hoy he estado con una de esas gentes sin un auténtico rumbo, que aún tienen a Jesucristo llamando e intentando llegar hasta ellos… tenemos que asumir la responsabilidad que cada creyente, con nuestros antitestimonios, tenemos en esas puertas cerradas, pero, de la misma forma hay que saber que son muchos los pestillos y cerrojos que cada cual pone en su cerradura.

Quien tiene la puerta cerrada, nunca arriesgó, nunca se sumergió en las aguas del Reino, quizás porque nada le pareció lo suficientemente bueno, o seguro, o digno de fiar… excusas que nos damos a nosotros mismos para justificarnos en nuestros miedos, egoísmos y falsas seguridades.




Porque abrir la puerta siempre es un riesgo, puede que con el Maestro se cuele alguien más: algún pobre que viene con Él y que incomoda nuestra satisfacción porque nos pide parte de lo que tenemos; un anciano solitario que  necesite charlar durante un partido o la novela de televisión; un transeúnte  que ponga en entredicho nuestra reputación…o un fuego que nos obligue a levantarnos del sofá en el que dormitamos.

Abrir la puerta es también ver el mundo, descubrir horizontes, recibir la invitación a salir de lo conocido y hacernos vagabundos del Evangelio.

Así es la propuesta que nos hace la fe, no se trata de saber, ver o palpar antes de optar; es abrir la puerta, aceptar el desafío y arriesgarse; incorporarse al Reino… Quien da su vida la encuentra, quien abre su puerta deja entrar a Jesús para que él te saque de ti mismo, de la limitación de las cuatro paredes de siempre y te abra a la grandeza del mundo, del ser humano y de ti mismo; pero hay que hacerlo a ciegas, fiarse, para, a partir de ahí, ir encontrando la luz, la alegría y la Verdad.