Mañana se ordenan cuatro hermanos míos aquí en Madrid. Por esa razón, en estos días nos estamos congregando en esta ciudad muchos miembros de la familia dominicana, para compartir, celebrar y disfrutar juntos de esta gran ocasión.
Estas reuniones son ocasiones privilegiadas para el encuentro, fiestas de toda la Orden que nos dan la oportunidad de vernos, de contarnos cómo nos van las cosas, de poner en común las distintas vocaciones dominicanas.
Yo vivo todo esto como un gran lujo; en particular hoy he podido pasar la noche (la cena y unas copitas) con unos hermanos muy cercanos con los que ya acumulamos muchos años de amor, de experiencias, de vocaciones compartidas.
Con ellos descubrí mi llamada a la vida religiosa, junto a ellos se forjó y maduró mi respuesta. Juntos, en un ambiente de privilegio, hablábamos de los ideales de otros tiempos, de la opción por los pobres, de una Iglesia más de verdad, más plural, que creciera en fidelidad al Evangelio.
Nos dábamos cuenta de cómo, tras los pasos dados, habíamos aprendido que todo eso no era tan sencillo como creíamos entonces, pero que aquellos sueños aún estaban firmemente presentes en nuestras vidas.
Aquellos deseos de juventud se han hecho más auténticos con el tiempo, porque se han forjado al fuego de la realidad, con los martillazos de nuestras propias debilidades y los de las dificultades de nuestro mundo.
Mañana, todos unidos, seremos parte de una fiesta en la que cuatro hombres apuestan sus vidas por un sueño, por una locura, y lo hacen con los pies firmes sobre la tierra. Toda una demencia, criticada por unos, incomprendida por otros, pero llena de cordura y certeza porque es la locura de Dios.
Y todos seremos parte, cada cual desde su vocación particular, porque todos participamos de ese sueño, del proyecto del Reino de Dios… todos estamos unidos y somos agentes de esa revolución del amor, por eso cada paso adelante, cada “sí”, cada entrega, la haga quien la haga, es un logro comunitario, es una victoria de todos y cada uno de los hombres y mujeres que, con toda nuestra pequeñez, queremos seguir con honestidad al señor Jesús.
Hermanito, me siento cómplice en los sueños y las dificultades. Con todo caminamos juntos
ResponderEliminarA vida se faz vocaçao
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