domingo, 31 de julio de 2011

31 de julio. DE VUELTA

Acabo de volver a casa, ya tenía ganas de hacerlo. Echaba de menos a mis hermanos de comunidad y a las gentes de la parroquia.
He llegado justo durante la celebración de la eucaristía y ha sido una gran alegría el reencuentro. Hoy, con el regreso, se ha evidenciado con mucha claridad el vínculo que ya existe entre ellos y yo.
Supongo que es natural, porque ya van siendo muchas las experiencias compartidas, los pasos que hemos dado juntos, las alegrías y los dolores que nos han sorprendido a unos y a otros; a todos unidos.
Y es muy bonito además, me gusta porque supone que soy parte de una comunidad, viva y hermosa. Ese es otro de los regalos infinitos que me ha ofrecido Dios por medio de mi vocación: el privilegio de poder estar ahí; de vivir cercano a las vidas de la gente; de involucrar mi existencia con la de tantas personas –queridas o desconocidas- que aquí desarrollan su fe o, sencillamente, pasan por aquí; de darme a ellos, a pesar de mi debilidad, y de recibir todo lo que me brindan.
Ese vínculo, ese cariño que ya existe, es la esencia de la vida religiosa y del sacerdocio: ser con, en, entre y junto.


30 de julio. ESTAMOS SEMBRADOS


El sembrador que esparce esas semillas doradas, la palabra: a todos y para cada uno de sus hijos e hijas. Una palabra que se entrega con amor, confianza y cargada de esperanza e ilusiones.
Algunas caen entre las zarzas, las cadenas que nos exclavizan. La semilla se ahoga, se axfixia, porque no puede crecer entre egoismos, las falsas seguridades y el materialismo. La fe necesita ser prioritaria en nuestra vida, no puede subsistir sólo con las migajas de nuestro tiempo y capacidades.
Los pájaros que se comen las que caen en el camino tienen un plumaje compuesto por ojos cerrados. La falta de atención, quien no está alerta, una mirada que no se abre al mundo ni a los hermanos y que se centra en las propias perspectivas; que nos hace creer que el yo es el centro del Universo. Los ojos cerrados del que no tiene interés por la trascendencia ni por el ser humano, de quien no se preocupa por abrirse al Evangelio en el día a día de su vida.
Por encima están las que caen en el terreno pedregoso y son abrasadas por el Sol. Es la semilla que recibe aquél que después no se ocupa de orarla, alimentarla, de darselo todo y que, por tanto, se quema ante las dificultades y problemas. Es la fe infantilizante, que tarde o temprano acaba por no poder ofrecer la respuesta que el alma necesita.
Por último, y ante todo, las que caen en tierra buena y dan mucho y buen fruto...
Si pensamos en el versiculo que dice que “por sus frutos los conoceréis”, tenemos un bonito motivo para la reflexión... ¿que tipo de tierra hay en mí? ¿cuales son esos buenos frutos que la semilla del Sembrador hace brotar en lo que vivo y soy?
(una pista: No vale contestarnos con un “ninguno”... seguro que no es así)

sábado, 30 de julio de 2011

29 de julio. TEMOR DE DIOS

Hoy he pasado unas cuantas horas con tres hermanos, unos niños a los que adoro. Lo he pasado muy bien con ellos y viceversa: hemos estado bailando y luego nos hemos visto una peli de animación.
Creo que tengo buena mano con los críos, son también mi vocación porque fui profe antes que fraile. En aquellos tiempos aprendí la importancia de hacerse respetar.
Desde la inexperiencia, cuando uno entra en un aula cree que lo mejor es tratar de ser lo más simpático posible para ganarse el cariño de los alumnos; sin embargo, a mi me regalaron lo que resultó un gran consejo: si lo haces así los chavales se aprovechan y te acaban tomando por el pito de un sereno (los niños son mucho más listos de lo que solemos creer). Es mejor comenzar con seriedad y rectitud; cumplir con la palabra dada- tanto en las recompensas como en las correcciones- ser responsable y exigir responsabilidad y después, poco a poco, ir soltando “cuerda”; así es como se obtiene el respeto.
Sólo así es como es posible que nazaca un autentico cariño, el amor de verdad, sobre el cimiento del respeto mutuo.
Y esto no es aplicable sólo a los niños, también es así con los adultos: no podemos querernos unos a otros si no somos conscientes del valor y la dignidad del hermano.
Funciona también en la relación con Dios, ahí tampoco puede faltar esa consideración, ese sobrecogerse ante el misterio del Otro, el reconocimiento de la autoridad que merece día a día, a base de fidelidad; de preservar nuestra libertad y nobleza.
Porque el temor de Dios no tiene nada que ver con el miedo, las rodillas o las espadas de Damocles sino con el Amor.
En ese sentido, el temor (a Dios y al hermano, incluso de nosotros mismos) es la mejor antorcha que podemos encontrar para que prenda con fuerza en nosotros el fuego del Evangelio, una herramienta óptima para colaborar con el Señor en su empeño de que la tierra toda arda en esas llamas, las del amor.

viernes, 29 de julio de 2011

28 de julio.TOCAR FONDO

Decimos que hemos tocado fondocuando una persona, o nosotros mismos, alcanzamos un punto de dolor y desgracia totalmente insospechado; cuando llegamos a unas circunstancias que, aparentemente, ya no pueden empeorar más, con lo que ya solo podemos ir a mejor. Muchas veces me encuentro con gente que se siente en esa situación.
Sin embargo, no creo que sean las circunstancias o un cúmulo de errores los que determinan el devenir de la vida. No me tengo, en absoluto, por pesimista pero lo cierto y verdad es que, por muy mal que estén las cosas, los acontecimientos siempre pueden estropearse más; que nosotros siempre somos capaces de continuar metiendo la pata más y más.
Esos puntos de inflexión en realidad vienen determinados por la propia persona, ella en su libertad, es la que decide cuándo es suficiente, hasta dónde está dispuesta a llegar, cual es el momento de cambiar el rumbo de la vida.
Es verdad que hay algunas situaciones que nos hacen despertar, que nos sacuden con fuerza, que funcionan como “alarma”, pero es igualmente cierto que no nos dejamos afectar por ellos hasta que nosotros no queremos. Seguramente, esos avisos ya venían estando presentes en nuestra vida desde el primer momento en que torcíamos el camino o comenzábamos a sufrir, pero no los atendemos hasta que no decidimos hacerlo, hasta que no optamos por tomar las riendas de la propia vida y reconducirla.
No podemos elegir lo que nos ocurre ni lo que nos pasará mañana, pero si está en nuestras manos el decidir cómo queremos vivirlo.
Tenemos esa capacidad, la de ser protagonistas, de decidir la senda que recorreremos, de cambiarla cuando nos equivocamos.Dios siempre está ahí, de él recibimos esa libertad, ese poder. En él está también la aptitud, el genio que necesitamos para ponerlo en práctica.

jueves, 28 de julio de 2011

27 de julio.DES COLOCADOS

No sé muy bien que me pasa hoy: no sé muy bien que contar esta noche. No es porque me falten los motivos de inspiración, todo lo contrario.
Podría hablar de lo que me ha hecho llorar y pensar una película presuntamente infantil; de las despedidas y los encuentros; de lo mucho que está pasando en Somalia y lo poco que nos hablan de ello; de si está todo mal (como dice un anuncio) o si la esperanza brilla en todo; de las añoranzas; de las ganas de empezar a poner en práctica mis proyectos; de caminos y paisajes, fríos y calores...ya digo, mil cosas que siento y vivo y se me agolpan por dentro.
Supongo que eso es lo que ocurre, que hoy me siento incapaz de decantarme por una sola cuestión, como que es la vida entera la que me ronda, la que se me presentacon toda su complejidad.
De vez en cuando, aún te puedes encontrar con algún anticuado que te refriega aquello de que la religión es el opio del pueblo y que aliena al personal. No sé si era así hace cien años, puede que sí en gran medida, ( la Iglesia ha sabido encajar todas las críticas que recibió de la filosofía de la época y, gracias a eso, corregirse y avanzar)pero hoy no tiene ningún sentido esa acusación, todo lo contrario.
La fe en el Señor Jesús nos exige que tratemos de acercarnos a este mundo nuestro así, íntegramente, que tratemos de comprenderlo en sus raices; que hundamos nuestros pies y nuestras manos en su barro, que adornemos el rostro y el corazón con su belleza; que lo transformemos a golpes de amor.
Lejos del sometimiento, la pasividad o el estancamiento, el ser creyente de verdad supone -entre otras cosas- inteligencia, coraje, valentía y compromiso (o, por lo menos, que crezcamos en ello). Una auténtica aventura apasionante, un gran desafío en el que nosotros, los creyentes, estamos inmersos; no porque seamos superhéroes, sino porque caminamos a la luz del Espíritu, porque se nos ha entregado el poder del amor.

miércoles, 27 de julio de 2011

26 de julio. AMORES ENCADENADOS

Qué bonito es tener una conversación profunda, sincera y sentida con alguien querido; otra de las cosas buenas de la vida que no solemos aprovechar suficientemente.

No sé si será por miedo a mostrar nuestra desnudez, o a hacer o que nos hagan daño; por comodidad; porque nos arrastra la rutina… yo que sé, el caso es que, en general, hablamos poco, nos cuesta comunicar.

Y así nos va a veces, nos montamos nuestras propias películas acerca de lo que hacen o dicen los demás; permitimos que los sentimientos nos engañen y vamos acumulando malentendidos y malentendidos en el estómago.

Tenemos que hablar, sólo así es posible que contrastemos nuestras percepciones con la realidad; pero hablar con las personas interesadas, claro, porque lo que es el “cotilleo” y la crítica con terceros suele ser más fácil, pero también mucho más destructivo para el otro y para uno mismo.

En nuestras relaciones personales también podemos aplicar la recomendación evangélica de “pasar por la puerta estrecha”. Lo sencillo es abalanzarse sobre la autovía del ataque, la murmuración; llenarse el corazón de ese alivio efímero que proporcionan. Mucho más angosta es la puerta del valor, la confianza, la sinceridad y el diálogo.

Pero la primera hace que nos envenenemos más si estamos enfadados, que traslademos nuestros malos sentimientos a otros; que divulguemos mentiras o inexactitudes que hacen daño y mucho… la segunda, en cambio, nos ayuda a ponernos en la piel del otro, a comprender a hacernos entender también; a las soluciones, a la VIDA: ¡liberamos nuestro amor!

Hoy he compartido un buen rato de charla con uno de los hombres más sabios y santos que conozco; he disfrutado y aprendido; he recorrido mi corazón con los pies descalzos; me ha hecho pensar…

Esta noche me acuesto pensando en mis afectos, en mis seres queridos… en todos aquellos a los que, posiblemente, no les he sabido comunicar lo que siento. Con todos ellos quiero pasar por la puerta estrecha, no quiero tener ningún amor encadenado.

lunes, 25 de julio de 2011

25 de julio. DE LUXE

Para un urbanita empedernido como yo, es todo un lujo poder disfrutar de un día de campo como el que me he pegado hoy: Familia, una exquisita comida castellana, un tiempo perfecto y naturaleza… ¡sencillamente genial!

Mientras disfrutábamos de una deliciosa cochinilla asada hablábamos de los antepasados familiares, de las historias del pasado, de los parentescos, de los orígenes de los tíos y primos que compartíamos el momento. Mientras tanto, la atención no se despegaba del más pequeñazo de la familia que, con sus monerías, era la gozada de todos.

Así es la vida, nos hacemos mayores, la vida se va conformando con nosotros; unos se marcharon y nos acompañan desde el cielo mientras que otros se van incorporando al viaje.

Después de la sobremesa, me retiraba un poquito a disfrutar de la paz y la brisa campestre… me sobrecogía ante la frondosidad de los árboles que parecían danzar al son del viento, unas veces más suavemente y en otros momentos con más energía; el cielo inmenso y claro, vestido de nubes multicolor, se extendía sobre mi cabeza; la infinita variedad de flores y de insectos a mi alrededor, inmersos en su perfecto ir y venir; la mirada tierna, profunda y misteriosa de un perro que se queda contigo para que lo acaricies; la música alegre de los pájaros… he respirado profundamente, he cerrado los ojos y me he dejado acariciar por todo eso, por la imponente naturaleza.

Mientras, recordaba las historias de mis bisabuelos, la sonrisa del pequeño Rodrigo, y me descubría inmerso en el misterio; parte integrante de ese gran concierto de la vida, de la hermosa sinfonía del universo.

Qué difícil es –en medio de la naturaleza- no rezar o, no sentir el encuentro con Dios; o, al menos, sobrecogerse, dejarse cuestionar.
Cuando uno se sitúa frente a las maravillas de la creación, se descubre tan insignificante, tan fugaz…
Somos poca cosa, reducidos, efímeros, sí, pero también únicos e imprescindibles. Nada ni nadie puede desempeñar la función que a cada uno le corresponde en la melodía del cosmos y la historia, por eso, nuestro interior contiene también toda esa belleza y grandiosidad… así nos quiso, nos quiere y nos sueña nuestro Dios.

24 de julio. TONTOS

Aunque aún soy muy novato en el sacerdocio, ya voy teniendo algo de experiencia en eso de acompañar a las personas en el dolor… pero no dejo de sentir que es muy insuficiente. El sentimiento se incrementa cuando te ves en la tesitura de intentar estar cerca de quien está pasándolo mal a muchos kilómetros de distancia.

Posiblemente la mejor herramienta con la que podemos hacer frente a un hermano sufriente es el abrazo sincero y la presencia… hoy me he visto en la necesidad y la urgencia de “estar” muy lejos de aquí.

Uno tira del teléfono, que algo hace, pero no es bastante, aunque te gastes una fortuna… el corazón te pide más.
Es entonces, ante las limitaciones del tiempo, el espacio…las propias carencias humanas, cuando, más que nunca- brilla ante nosotros la grandeza y la plenitud de nuestro Dios. Es, en momentos así, cuando por muy despistado y dejado que uno sea acaba no teniendo más remedio que acordarse de Él, de recurrir a su infinitud.

Hoy he vivido la mayor parte del día desde la oración, sólo así ha sido posible estar presente en un sitio lejano, esa proximidad que necesitaba y que ha roto la geografía… ¡como hacen continuamente mis hermanas las monjas!

Desde esa intimidad con nuestro Dios conectamos con la paz, con la seguridad y el amor infinitos y podemos hacer que nuestro amor, nuestros mejores deseos, se hagan presentes, realidad en cualquier lugar; podemos acariciar con ellas el alma y el corazón de esas personas que queremos o nos necesitan, con mucha más intensidad que si estuviésemos al lado físicamente.

Así es la oración, encontrarse con Dios para encontrarse con lo más íntimo de uno mismo, rescatar todo lo hermoso que hay en nuestro interior y poder llevarlo donde queramos; hacerlo florecer en quienes amamos; en quienes no tienen quien les ame… donde quiera que estén.

Habiendo recibido esa posibilidad, es de tontos no aprovecharla mejor; no sé por qué no oramos más…

sábado, 23 de julio de 2011

23 de junio. DE BUENA LEY

El Evangelio está plagado de momentos en los que Jesús se enfrenta a los fariseos y a su modo de comprender la ley. Él no pierde ocasión de salir en defensa de todos los que están oprimidos y sufren por esa imagen que algunos tienen de Dios: los que se suponía que eran impuros o pecadores sin remedio.

Con estas actitudes y gestos, Jesús no atenta contra la ley; todo lo contrario, le da cumplimiento y así nos lo dice, muy clarito, Él mismo. Uno de los mensajes que quedan más claros en la vida y predicación del Señor es el valor del ser humano y su dignidad.

Creemos en comunidad; seguimos juntos al Señor y lo hacemos en la diversidad que suscita el Espíritu… sería muy ingenuo pensar que no nos hace falta ninguna norma o regla que posibilite esa comun-unión; que articule el mandamiento principal del amor. Hoy igual que ayer, lo cierto es que, como Iglesia, necesitamos organizarnos de alguna manera.

Lo malo es cuando absolutizamos los medios, cuando nos creemos en disposición de juzgar y condenar, cuando reproducimos el fariseísmo de hace dos mil años, porque nos olvidamos de lo esencial.

Malo porque volvemos a hacer sufrir a la gente, les cerramos las puertas y les hacemos creer que están lejos de Dios; malo también porque lo que ocurre en realidad es que somos nosotros los que estamos perdiendo el norte y alejándonos de Él.

El mensaje y la denuncia del Señor, sigue estando de completa actualidad también en este aspecto. Hoy –por desgracia- seguimos teniendo entre nosotros modernos leprosos, paralíticos, adúlteras… personas que marcamos y sentenciamos por sus circunstancias, sus errores o su condición; gentes que sufren, además de por lo que les toca vivir, por culpa de la intransigencia y la dureza de corazón de sus hermanos. ¿Pensamos en ello?¿sabemos quienes son?

Sigue siendo urgente que abramos el corazón para llevar a la humanidad el mensaje liberador de nuestro Dios, absolutamente misericordioso y siempre repleto de amor incondicional.

22 de julio. TERROR

TERROR

Padre, una vez más nos hemos vuelto a golpear duramente unos a otros; de nuevo se han roto familias, se han arrancado vidas… volvemos a sufrir el fanatismo y la sinrazón. Perdónanos en nuestras crueldades, nuestras indiferencias, el egoísmo y la comodidad.

Esta noche quiero rezarte, encomendar en tus manos a todas esas personas que han partido brusca e injustamente hacia ti; también a sus familias, a todos los que ahora se están ahogando en lágrimas y en preguntas sin respuesta. Cuida de ellos, sostenlos en tu amor.

Te pido también por los verdugos, por todos los que creen que pueden disponer de la preciosa vida de otra persona. Ilumina sus corazones, hazles ver que ninguna fe, ninguna razón ni causa está por encima del ser humano… ninguna, y que Tú –te llamemos como te llamemos- eres Dios de vida, nunca de muerte.

Te pido por todos nosotros, tus hijos e hijas, que -de muchas formas- usamos tu nombre para juzgarnos, señalarnos unos a otros, excluirnos y hacernos daño. Haznos crecer en tu conocimiento y en tu amor; que eso nos haga ser auténticos portadores de tu paz.

Que todos vivamos como tu Hijo, desde el servicio y el perdón; que tu Espíritu nos conduzca a que siempre estemos VIVOS en tu amor.

jueves, 21 de julio de 2011

21 de julio. ESTIMUL-ANDO

No sé si será porque en estos días de vacaciones estoy disponiendo de un tiempo libre al que no estoy acostumbrado, o porque estos meses estivales suponen el fin de un curso y la preparación para el comienzo del siguiente, pero el caso es que no dejan de brotarme de la cabeza y el corazón nuevos proyectos, deseos e ideas a desarrollar.
Navegando en Internet, paseando, en una charla o en la oración se precipitan sobre mi alma agolpándose sobre un calendario que ya no da mucho de sí.
Retomar los pinceles y volver a la pintura, posibles temas para la tesis doctoral, nuevas actividades pastorales… seguramente algunas de ellas saldrán adelante (¡ojalá que todas!), puede que algunas se queden en el tintero, esperando indefinidamente otra oportunidad; pero lo que sí está claro es que todas esas iniciativas e inquietudes me empujan a ser más fraile, más sacerdote, más y mejor dominico; son las formas en las que se concreta mi desarrollo personal y en la vocación; son el estímulo que me hace falta para seguir, crecer, conservar la ilusión, para no detenerme y sentarme al borde del camino.
Supongo que este bullir de sueños, proyectos y sanas insatisfacciones son la señal de que uno está vivo, de que también lo está la fe ¿no? Porque, aunque está claro que nuestra motivación creyente es el Evangelio y la constante presencia cercana y amorosa de un Dios que nos busca, no siempre nos detenemos a discernir cómo se concreta eso en cada etapa de la vida.
Por grandes y fuertes que sean nuestras razones, siempre tenemos que dejar que estas se renueven, se alimenten: nos hace falta en las relaciones sentimentales, en las actividades de ocio y en el trabajo… es imprescindible también en la fe.
En estos días de vacaciones, de verano, podemos todos aprovechar para fortalecer nuestras motivaciones de fe. Puede ser con alguna lectura sugerente, conociendo algo de lo mucho bueno que hacen los miembros de la Orden o la Iglesia por el mundo, rezando un poquito más, profundizar en la Palabra, acercándonos a un hermano…seguramente encontraremos sorprendente la forma en que enseguida se enciende la ilusión, el modo en que el fuego de la fe nos vuelve a consumir.

20 de julio. SIENA

Todos los años, por estas fechas, suelo vivir una experiencia maravillosa. Cada segunda quincena de julio me reúno con otros frailes y un grupo de jóvenes de toda España en un campo de trabajo. Durante ese tiempo disfrutamos de una actividad en la que conjugamos formación, actividades lúdicas y, especialmente, la oportunidad de encontrarnos con situaciones de dolor y necesidad; de conocer a las personas concretas que las padecen; de quererlas y acompañarlas. Convivimos, rezamos, aprendemos y sobre todo, descubrimos la alegría de vivir el amor y hacerlo predicación.

Este año no hemos podido convocar el campo de trabajo y esta tarde, en una conversación telefónica, compartía con algunos de los jóvenes lo mucho que lo echamos de menos.
Yo empecé a participar en ellos mucho antes de ser fraile y son innumerables las enseñanzas que he ido recibiendo hasta el día de hoy.
Cuando te dicen que vas a estar ante ciertas enfermedades o contextos sociales, lo primero que sientes es miedo. Las asociaciones y entidades con las que colaboramos se dedican a realidades muy duras y desconocidas, normalmente has oído hablar de ellas antes y la cabeza se te ha llenado de prejuicios; cuando llega el momento de acercarte, notas que todas esas ideas preconcebidas se alían con tus complejos e inseguridades y, juntas, se te agarran al estómago y lo aprietan haciendo que se te cristalicen los huesos.

Rezamos y nos ponemos en manos de Dios; parece que los temores se aplacan, aunque no se van, siguen ahí escondidos y esperando la siguiente oportunidad… pero para eso estás allí, así que no piensas mucho en ello y te lanzas.

Llegamos hasta esas personas que tanto temíamos. Al principio, unas veces tienes que reconocer en tu interior cierto sentimiento de desagrado; otras tu propia incapacidad e inexperiencia; en algunas ocasiones se confirman tus miedos, en otras, descubres lo equivocado que estabas… lo que siempre, siempre están ahí, son los cuestionamientos profundos y una amarga frustración.

Recuerdo que, los primeros años, siempre acababa llorando en aquellos días en los que comenzaba a contactar con la miseria, la injusticia y la debilidad humana. Me veía a mí mismo como un hipócrita, un niño pijo incapaz de aportar nada bueno a aquellas personas que me había tocado acompañar; me dolía en lo más profundo ese dolor que aún me resultaba tan ajeno.

Pero día a día sigues yendo y, poco a poco, con el roce empiezas a olvidarte de las causas de exclusión, de lo desagradable, del miedo… acabas quedándote sólo tú frente a otro ser humano y un buen día te das cuenta de que se ha creado un vínculo y comienzas a disfrutar de él.

Comprendes que no eres un superhéroe, que no estás allí por encima ni para salvar a nadie… que lo que das es lo que recibes: precisamente esa humanidad, el cariño que ha ido brotando entre lágrimas, vidas contadas y compartidas, la sonrisa y los guiños. Descubres uno de los secretos más importantes de esta vida: el “vivir con”.


Aquel proceso que yo viví y que he compartido hoy, se ha repetido año tras año, en cantidad de personas diferentes; no es el mío, ni el de los jóvenes, es el de cualquiera. No todo el mundo puede tener una actividad que facilite ese encuentro con el dolor, pero ese contacto está al alcance de cada uno de nosotros, porque todos tenemos cerca –de una forma u otra- esas realidades de cruz… esa humanidad herida que nos llama, nos necesita, nos ofrece insistentemente ese “secreto” que todos conocemos racionalmente y que está esperando hacerse VIDA.

martes, 19 de julio de 2011

19 de julio. PAZ-CIENCIA

Puede que una de las cosas que más nos hagan sufrir sea el “no saber”. Cuando estamos enfermos, nos angustiamos mucho más cuando no tenemos un diagnóstico que cuando ya nos han dicho lo que padecemos, por duro que sea; cuando se nos encomienda una responsabilidad, lo que más nos agobia es si sabremos estar a la altura y responder… ante cualquier cambio o novedad de la vida nos apesadumbramos, sobre todo, por no saber qué pasará, por no poder controlar y adelantarnos a los acontecimientos.

Tampoco nos hace falta que nada cambie para caer en ese reconcome, también nos dejamos llevar por lo que será de nosotros y de los que queremos el día de mañana. Así nos pasamos la vida pensando en el porvenir y, muchas veces, nos perdemos el presente.

Yo soy de la generación del “carpe diem”, del “aprovecha el momento”. Puede que eso sea una reacción a la actitud anterior, pero, a pesar de todo, a mí tampoco me convence, creo que es caer en el extremo contrario. No podemos vivir olvidando nuestra historia, el legado de nuestros mayores o el que hemos ido aprendiendo a base de errores y aciertos; tampoco sin pensar que habrá un futuro y que éste depende en gran medida de lo que hagamos hoy.

El otro día me hablaban de la paciencia y ahora me vuelven aquellas palabras a la memoria, porque posiblemente sea esa virtud, la paciencia, la que esconde la respuesta a lo que estoy planteando en esta noche.

Una paciencia bien entendida, que no tiene nada que ver con agachar la cabeza y aguantar pasivamente todo lo que venga, que está lejos de llevarnos a la complicidad o a la indiferencia ante los acontecimientos de la vida y la sociedad.

Una paciencia que nos hace disfrutar del ahora desde la paz, es decir, desde la tranquilidad de saberse parte de un proceso, herederos de un camino ya recorrido; comprometidos con la construcción del futuro desde la esperanza.

Una paciencia que es en sí misma una actitud, un estado de ánimo, que no sólo nos lleva a la construcción del futuro sino que también hace que seamos constructores de presente… nos permite, no sólo disfrutar del momento, sino que además nos capacita para transformarlo, para recrearlo.

Una paciencia que, ya lo decía mi viejo hermano Tomás, es la madre de todas las virtudes, pero que sólo podemos vivir de verdad, si lo hacemos desde Dios. Únicamente desde su amor podemos superar el miedo, llenarnos de su calma, confiar en que acertemos o fallemos, venga lo que venga, será bueno y nos hará más grandes, más plenos… más humanos.

lunes, 18 de julio de 2011

18 de julio. DECEPCIÓN

Hoy el día no ha terminado muy bien, las decepciones se han multiplicado a mí alrededor y nada ha acabado siendo como me esperaba y ahora mismo me encuentro ofuscado y lleno de desilusión.
Mientras escribo descubro en mi interior ese mal humor y esas ganas de pasar de todo que seguramente a casi todos nos resulta familiar. Si no tuviese que responder a mi compromiso personal con el blog, a lo mejor me acostaba y esperaba a que mañana se me hubiese pasado y las cosas se viesen de otro color, pero no es así: estoy aquí sentado frente al ordenador, y me encuentro ante la posibilidad de pasarlo todo por el corazón, la mente y la oración.
En lo primero que pienso es en mi propia responsabilidad ante lo ocurrido, en que desde el principio podía haberme expresado ante lo que me parecía injusto; frente a la falta de reconocimiento que sentía… seguramente así, comunicándome en lugar de tragar, habría evitado que me invadiese el enfado me invadiese.

Desde ahí, trato de comprender y relativizar las culpas ajenas… y poco a poco, voy sintiendo que la paz interior va ganando terreno.

La siguiente reflexión es que lo ocurrido ya no tiene remedio, que la vida no se puede rebobinar; que lo que sí puedo hacer es perdonar y pedir perdón; asumir las circunstancias y tratar de disfrutar lo que se pueda de la coyuntura resultante.

No tiene sentido acostarme con el mal cuerpo encima, aún estoy a tiempo de aprovechar lo que queda de noche y de las personas a las que quiero y que tengo al lado.

Y así, escribiendo, a lo tonto… se me está pasando la mala sangre y me siento mucho mejor. Lo de esta noche no ha sido más que una sucesión de tonterías, vale, pero no es menos cierto que, muchas veces, algunas de esas tonterías nos hacen sufrir gratuitamente y encima acaban fastidiandonos la vida y las relaciones. Merece la pena tomarse un momento para encomendarse a Dios y levantarse, resolver, perdonar, buscar la paz…

17 de julio. CIUDADANO

Esta mañana, en la puerta de la Iglesia, mientras esperábamos la hora de la eucaristía me he dado cuenta desde lejos un detalle hermoso.
Había por allí un señor muy mayor, de los típicos de estas tierras, con su bastón y su boina. Primero estaba sentado en un banquito de la plaza, después se acercó a un grupo de turistas y les explicó la historia de amor que unió a Machado y Leonor. Me ha llamado la atención en ese momento, porque me pareció muy bonita su forma de hablar; se notaba que estaba muy orgulloso de su ciudad y que le gustaba compartirla.... un poco después, cuando ya se marchaba, y esto es lo que más me ha gustado, se agachaba con gran dificultad para recoger del suelo un papel, que alguien habría tirado desconsideradamente, y lo echaba a una papelera.
Ese papel llevaba ahí, rodando por el suelo, un buen rato. La mayoría de los que estábamos allí ni siquiera habíamos reparado en él; desde luego, nadie pensó en molestarse en recogerlo… hasta que llegó el anciano y su gesto ejemplar.
Enseguida mi mente se ha puesto a funcionar, ¿qué sería lo que había motivado esa acción tan cuestionante? Lo primero que he pensado ha sido que la educación de antes no era como la de ahora y que el sentido de la urbanidad que tienen nuestros mayores se está perdiendo. Otra posibilidad era que este señor era más libre y no se dejaba llevar por los típicos lastres del “nadie lo hace” o “todo el mundo pasa de largo”
Seguramente hay algo de todo eso, sí, pero pronto se me ocurría la razón más poderosa de todas: ese anciano que tanto quiere y tan satisfecho está de su ciudad, de ninguna manera puede permitir que sus calles estén sucias; es ese amor, esa pasión la que hace que la lucha contra los achaques para conseguir agacharse y quitar del medio un desperdicio, no sólo deje de ser un esfuerzo sino que se convierte en un orgullo y una satisfacción… ese señor mayor, ha marchado a su casa contento, porque sabía que él mismo era parte del encanto y la belleza de esta población.

Este sencillo detalle me hace reflexionar sobre lo deshumanizador que es el “dejarse llevar”; el “ir donde va Vicente”; sobre la grandeza de quien es capaz de “nadar contra corriente”; en la fuerza irresistible del amor.

Lo que ha hecho el ancianito de esta mañana puede aplicarse a todos los aspectos de nuestra vida: dejarlo todo como está, a su suerte; o –aunque sea modestamente- implicarse, ser parte, agentes de transformación y cambio.

En nuestras calles, en el trabajo, en clase…pero también en la fe, en la iglesia, en nuestra forma de ser, en las familias, con los amigos…. En cualquier ámbito y entorno podemos quedar igual de alegres y satisfechos que el buen anciano de esta mañana.

sábado, 16 de julio de 2011

16 de julio.CARMEN

Hoy celebramos a María de Nazaret. Me fascina su figura, pero la verdadera, la María desnuda de cursilerías, coronas, joyas y ñoñería… la mujer creyente, sencilla y valerosa; la madre de todos que es ejemplo de seguimiento; la que no se cansa de interceder por nosotros.
La advocación de hoy, la del Carmen, nos recuerda, desde los primeros tiempos de la Iglesia, la proximidad de María, la presencia constante e incondicional; yo siento todo eso de una forma especialmente cercana, porque también es el santo de mi madre y mi hermana.
Hoy he salido a festejar la onomástica con mis padres, lo hemos pasado estupendamente y, claro, también nos hemos acordado de mis hermanos y cuñados que no están aquí, en Soria, con nosotros. Ha sido otro día lleno de Dios.

Las cosas de Dios no están lejanas ni son imposibles de comprender, todo lo contrario, las podemos ver aquí mismo, reflejadas en la bondad de los seres que tenemos cerca.
Podemos tratar de identificar en nuestra realidad, en las personas que nos rodean, las situaciones y actitudes de las que nos habla la Palabra. Con ello, conseguimos llevar esa Palabra a nuestra vida y comprenderla mejor, por un lado, y por el otro crecer en el amor, descubriendo el brillo de Dios en los hermanos.
Mi hermana, por ejemplo, ya que es su santo: es una persona que siempre está pendiente de todos, atenta a cualquier necesidad o sufrimiento; dispuesta a volcarse, con toda su generosidad, sobre quien lo necesite. Se ha atrevido a jugársela por amor, ha luchado y sufrido por protegerlo y desarrollarlo; las lágrimas nunca han podido ahogar su sonrisa ni la alegría que ofrece a quienes se acercan a ella. Una mujer sensible y esperanzada que hace posible que esa esperanza se ilumine para todos los que estamos cerca de ella.
En este ejemplo (y salvando siempre la lógica distancia), en esa vida y opciones, puedo comprender mejor en qué consisten, qué son y cómo se concretan algunas de las maneras y valores de María… puedo imaginarme el vértigo por el que pasó; su forma de estar al servicio, de apostar por amor; su sufrimiento y el modo de poder con él.
María es ejemplo siempre, por tanto nosotros estamos invitados a reproducirlo… podemos estar haciéndolo, incluso sin saberlo… podemos aprenderlo si miramos alrededor… a nuestros hermanos.
¡Muchas felicidades a todas las Cármenes!

15 de julio. INTRIGAS

Una de las cosas que peor suelo llevar es un misterio, jejeje … será que soy muy curioso, pero cuando me veo en esas circunstancias, cuando algo me intriga, ya no puedo pensar en otra cosa; no dejo de elucubrar posibles respuestas, de esperar ansioso que todo se desvele.

Hoy he estado envuelto en una de esas, sin esperarlo, un detalle que parece que no encaja, que cojea… que le falta algo… y ¡ya la hemos liado! Me he pasado el día entero pensando en la probabilidad de que se acercara una sorpresa, barajando posibilidades, ilusionándome con ellas; atento a la posibilidad de encontrar alguna nueva pista.

Esa sana preocupación nos ayuda a anticiparnos, a disfrutar antes de tiempo de las cosas buenas, de las sorpresas que la vida o nuestros seres queridos nos presentan.

Al final, mis sospechas no se han confirmado –al menos hoy-, pero da igual porque, aunque me haya “colao” y pasado de listo, he acariciado esa ilusión a lo largo de toda la jornada; he disfrutado pensando en mis seres queridos con un intensidad especial y al estar abierto a lo inesperado, he podido acoger infinidad de detalles que, a lo mejor, otro día se me escapan… el día ha sido especial.



Puede que esa sea una clave bonita para comenzar cada día desde una perspectiva creyente: el estar pendiente de los mensajes, de las señales que nos va dejando nuestro Dios; el dejar que eso nos intrigue, nos cuestione y nos motive.

El tener más presentes esa serie de cuestiones: “¿qué me tendrá preparado el Señor para hoy? ¿Por dónde encontrare sus huellas? ¿Me abrirá nuevos caminos? ¿Me enseñará algo nuevo?” debe ser, seguramente, el mejor remedio contra la rutina y el aburrimiento.

jueves, 14 de julio de 2011

14 de julio. POR SUPUESTO

En estos días me traigo una guasita con mi padre y a cuenta de eso me paso el día dándole besos.
Más allá de la broma, es verdad que solemos dar cosas “por supuestas”, precisamente las más importantes, tanto en asuntos de fe como de sencilla humanidad.

Hoy he estado pensando en eso, en que –aunque el amor y la fe se demuestran en los gestos de la vida- es importante que besar, acariciar, abrazar a quienes amamos; explicitar los sentimientos; decir te quiero, me importas; pedir perdón, dar las gracias…

También he recibido un mensaje precioso de un hermano que está empezando a sobrecogerse con su recién estrenado sacerdocio. En el ámbito eclesial también es necesario que nos digamos con claridad estas cosas: que nos reconozcamos en las diferentes vocaciones, que nos comuniquemos las necesidades, las dudas, la debilidad… que permitamos que nuestros procesos de fe “se besen”.

Explicitar esas pequeñas grandes cosas es necesario para los demás, para los que queremos y nos quieren; pero es igual de imprescindible para nosotros mismos, porque nos ayuda a vivir y disfrutar de aquello que racionalizamos.
Hoy, bicheando por Internet, me he encontrado un texto del gran Martín Descalzo que nos ofrece una lista de algunas de esas pequeñas cosas que podemos cultivar en lo cotidiano. No me puedo resistir a la tentación de compartirlos desde aquí; ¡que nos aproveche!




-Aprenderse los nombres de la gente que trabaja con nosotros o de los que nos
cruzamos en el ascensor y tratarles luego por su nombre.
- Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerles.
- Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
- Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían
teóricamente.
- Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.
- Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.
- Visitar a los enfermos, sobre todo sin son crónicos.
- Prestar libros aunque te pierdan alguno. Devolverlos tú.
- Hacer favores. Y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.
- Olvidar ofensas. Y sonreír especialmente a los ofensores.
- Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.
- Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.
- Contestar, si te es posible, a todas las cartas.
- Entretener a los niños chiquitines. No pensar que con ellos pierdes el tiempo.
- Animar a los viejos. No engañarles como chiquillos, pero subrayar todo lo positivo
que encuentres en ellos.
- Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y amigos.
- Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crean obligación
de ser compensados con otro regalo.
- Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.
- Contarle a la gente cosas buenas que alguien ha dicho de ellos.
- Dar buenas noticias.
- No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.
- Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.
- Mandar con tono suave. No gritar nunca.
- Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.

13 de julio. EN EL MUNDO

Hoy hablaba por teléfono con una muy buena amiga que me hablaba de cómo notaba a su alrededor, en sus relaciones laborales, la necesidad de una Buena Noticia.
Me hablaba de los clases que se ofertan, de las soluciones mágicas que se venden en los círculos profesionales… de cómo se están descubriendo, como nuevas, cosas que, tanto ella como yo, hemos vivido desde siempre en la Iglesia y en la Orden. Actitudes, habilidades, conquistas personales… que son elementales en el Evangelio y que ahora tienen un nombre en inglés, todas terminan en “ing”, y que tienen un éxito tremendo en forma de cursos, masters o formaciones empresariales.
Lo malo de todo esto es que, en esos ambientes, todo esto está mal encaminado, porque no se orientan hacia la plenitud personal (la propia o la ajena), sino que buscan únicamente un mayor rendimiento y competitividad laboral.
Mi amiga y hermana me hacía ver que eso ponía de manifiesto la necesidad que tienen las personas a nuestro alrededor, las profundas carencias interiores o espirituales que sufren y que se reflejan en la gran demanda que tienen todas estas propuestas.
La conclusión a la que llegábamos en común era lo importante, necesario y urgente que seguía siendo nuestro carisma de predicadores en la actualidad.
Yo además caía en la cuenta de lo elemental que era el papel del laicado en la Iglesia, porque –aunque uno no quiera- es inevitable que los consagrados y sacerdotes acabemos perdiendo el contacto directo con esas realidades cotidianas, con esos mundos laborales en los que viven la mayor parte de nuestros hermanos. Los laicos, además de mostrarnos esa realidad, están inmersos en ella y son los principales encargados de llevar a esos ambientes la respuesta de Jesucristo.
Verdaderamente, hoy como siempre, este mundo nuestro necesita mucho Evangelio… le hace falta al vecino, al que estudia con nosotros, al que trabaja al lado; al del super, al conductor del autobús, al jefe… y ahí está la Iglesia para ofrecérselo a todos ellos. Ahí está el laicado, el grueso del pueblo de Dios para llevarles el sentido, la plenitud, la alegría… la mano del Padre-Madre de todos.

En esta noche me siento especialmente orgulloso de mis hermanos y hermanas, los laicos, especialmente los dominicos ¿Qué sería de la Orden, de la Iglesia sin ellos?: jóvenes predicadores en las universidades, en la “marcha”; adultos en el mundo del trabajo, en la familia; mayores que anuncian incansablemente y llenos de ilusión la Palabra de Dios… hasta el final.


martes, 12 de julio de 2011

12 de julio. IKEA

Hoy mi madre ha encontrado un disco que desapareció el año pasado; en él están pasadas a soporte digital todas las películas antiguas que se han grabado en la familia a lo largo de los años.
Las hemos vuelto a ver juntos y hemos acabado los dos llorando de nuevo por la emoción. El ver a tantos seres queridos que ya no están, recordar la infancia, las relaciones que se fueron y las que han llegado, pensar en cómo hemos cambiado en unas cosas y lo iguales que seguimos siendo en otras…
Es impresionante tomar conciencia de la forma en que la vida va cambiando y nos va transformando a nosotros mismos…
Pero nuestra voluntad no puede quedarse al margen de ese proceso, esa evolución no es algo inexorable que se nos viene encima; nuestra libertad tiene un papel fundamental en ella.
Lo fácil sería eso, la pasividad, desentendernos de todo y simplemente dejarnos hacer. Muy frecuentemente nos situamos así ante Dios, casi queriendo forzarle a que nos anule. Lo hacemos cada vez que le pedimos que nos de las cosas hechas.
Pero Él no es así, Él necesita nuestra participación porque el amor es siempre cosa de dos.
Dios nos ofrece siempre lo que le pedimos, aunque nosotros queremos las cosas resueltas, terminadas, soluciones mágicas y cómodas; mientras que Él nos las ofrece de otra forma, sus respuestas nos llegan igual que los muebles de una famosa marca sueca: desmontadas, necesitando nuestra participación.
Dios nos pone en las manos todo lo que nos hace falta para crecer, ser, amar, transformarlo todo, pero después somos nosotros los que tenemos que tratar de de interpretar el prospecto (orando para aprender a discernir) ordenar las piezas (contemplando nuestra realidad), de encajarlas (estudiando las relaciones que están presentes en ella), unirlas (amando cada día más y mejor), poner tornillos (esforzándonos, comprometiéndonos en la misericordia y la compasión)… Participando, siendo protagonistas con Dios, así es como vamos amueblando nuestra vida y el mundo, llenándolo de la belleza divina, regalándola por todas partes.

11 de julio.HÁGASE TU VOLUNTAD...

Por mucho que Dios se hace presente en nuestro camino; por grande que sea su paso por nuestra historia… mira que a nosotros nos cuesta entender la voluntad de Dios…

Siempre nos vemos afectados por un sin fin de cosas, las tentaciones; la sed de afecto, de ser reconocidos; nuestros temores, los complejos que todos tenemos… Lo suyo es poder pararnos a rezar, a dejar que Dios nos ilumine y nos ayude a ir separando, deshaciendo toda la maraña de factores que nos influyen; clarificando las situaciones o los diferentes problemas que nos confunden; a ir poniendo cada cosa en su sitio y despejar entre todo eso su presencia, a ver con claridad cual es su proyecto.

Pero la vida no siempre te brinda esa oportunidad, en muchas encrucijadas no tienes la posibilidad de detenerte, no cuentas con ese tiempo precioso que te haría falta para poder discernir. Hay pasos, opciones, que hay que tomar sobre la marcha, caminos que no pueden interrumpirse, que han de continuar con prisa y decisión.

En una de esas me he encontrado yo: se cree uno que ha resuelto las cosas, que lo ha hecho mirando a Dios, que ha actuado como debía y, después, resulta que no; que nada resulta ser como creías, que lo planeado se pone patas arriba y que hay que volver a tomar decisiones y, esta vez, rápidamente.
Cuando estás así, desconcertado y con la presión que te impone la vida, no puedes evitar que del corazón te brote una pregunta: Pero, entonces, ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡¿Qué es lo que debo hacer?!
Sientes como si Dios estuviese jugando contigo, como si fuera un niño travieso; y le pides a Dios que se aclare, cuando, en realidad, eres tú mismo el que necesita hacerlo...
Pero no hay tiempo para eso.

¿Qué pasa entonces? Pues en mi caso, creo que no te queda otra más que confiar otra vez, pero en esta ocasión de una forma nueva, más intensa aún si cabe. No has pasado tu decisión por la oración; no tienes esa certeza; tampoco tienes muy claro si estás haciendo lo acertado… sólo puedes apostar, agarrándote a la seguridad de que Dios está contigo y de que, pase lo que pase, así será: Él no te abandonará.

La vida se compone de millones de decisiones, de infinidad de opciones grandes y pequeñas; precipitadas y serenas; más o menos conscientes y que tomamos sin cesar. En todas y cada una de ellas se va definiendo nuestro camino, a grandes golpes o poquito a poco, orientan nuestro horizonte. Es ahí donde está lo importante, en el camino entero; en las metas; en la ilusión y el esfuerzo que le ponemos.

Y es ahí, en la totalidad de nuestro recorrido, donde siempre tenemos la posibilidad de estrechar lazos con nuestro Dios; donde nunca nos faltará el tiempo ni nada de lo que necesitamos para crecer en la fe, en intimidad con Él; para dejar que el Señor nos guíe. Donde, más allá de los aciertos o las equivocaciones, podemos encontrar en abundancia todo lo necesario para hacer que el nuestro sea un recorrido desde, hacia y en el amor.

domingo, 10 de julio de 2011

10 de julio. BATALLEANDO

Domingo es el día en el que los creyentes celebramos la victoria de Dios y su amor sobre todo lo que signifique muerte para el ser humano.
Yo estrenaba el día de hoy, además de con la eucaristía, viendo un programa en la tele que me ha emocionado tanto que casi me hace llorar.
Era “Pueblo de Dios”, que hoy estaba dedicado a la labor que la Iglesia realiza, a la vida que se comparte y se genera, en un sitio cercano a Madrid y extremadamente empobrecido.
Se nos presentaba al párroco de Santo Domingo de la calzada, un cura de esos que parece que no existen. Comprometido profundamente con esa realidad de miseria y carencias, es un sacerdote que no se preocupa por capisallos ni apariencias, porque está demasiado ocupado con el Evangelio y la dignificación de las personas que le rodean, dando cada minuto de su vida. Con él, toda una comunidad de religiosas y laicos, gentes de caritas, profesionales voluntarios, juntos, poniéndose al servicio de unas gentes, de una realidad ignorada por la administración, la sociedad… por todos. ¡Qué sugerentes me han resultado su vida y sus palabras!
“La pobreza es eso, un insulto y, por lo tanto, es una blasfemia contra Dios. No soy de las personas que piensan que, en medio de la pobreza, uno puede vivir cosas maravillosas. La vida es como es, y a veces es muy dura: no es la pobreza lo que yo percibo que me acerca a Dios, son las personas, aunque vivan en medio de la pobreza, porque Dios es capaz de dar sentido a todo lo que somos, incluidas las situaciones en las que nosotros no respondemos a su plan, y la pobreza es un no responder al plan de Dios. Ahí, como en la cruz, podemos encontrar también la presencia de Dios, pero no es la pobreza lo que marca ni lo que a mi me realiza. Muchas veces, cuando la gente dice: jo pero a ti te gusta estar ahí, en medio de los pobres… no, yo no quiero que haya pobres, porque creo que Dios entiende que no puede haber pobres. La pobreza es una realidad maldita con la que tenemos que vivir y ante la que tenemos que reaccionar y luchar.”

Casi se me saltan las lágrimas al ver y escuchar sus testimonios, porque en ellos he visto, hecha realidad, en un rincón perdido, esa lucha contra la muerte, la batalla de Dios.
Una lucha que Cristo ya ha ganado por todos, por encima del tiempo y el espacio, de forma definitiva y absoluta; pero una pelea que hoy, con Él y en Él, los creyentes tenemos que combatir.

Hemos de hacerlo porque tenemos “la muerte” en la puerta de casa, igual que el rico Epulón tenía a Lázaro a su lado… no hay más alternativa que tomar partido, una de dos, o dejar que la comodidad y la indiferencia nos alisten en las filas de la injusticia, la opresión y la indignidad o ponerse en pie y hacerlo en las del amor, las de Dios, las de los hombres.





Participar de una causa que es la del Padre y Madre de todos, que es la nuestra, porque no podemos ser felices del todo, ni sentirnos completamente humanos mientras exista muerte alrededor.
La decisión es sencilla, porque sabemos quien va a ganar, así que hay que posicionarse, con tiempo o trabajo, con apoyo económico, con oración sincera y comprometida… Cada uno desde sus propias capacidades y posibilidad.
Con Cristo comenzó una revolución, la de Dios, la del amor. La batalla ya se está lidiando, ya son muchos los hombres y mujeres empeñados en ella, en todos los rincones de la tierra… es la hora, el momento propicio para tomar nuestras “armas” (el compromiso, el trabajo, el dialogo… las armas del amor) y unirnos a ellos. Hoy es domingo, ¡nuestra es la victoria!

(Por si tenéis un ratito y queréis ver el programa, este es el enlace:)
http://www.rtve.es/alacarta/videos/pueblo-de-dios/pueblo-dios-frontera-invisible/1149957/


9 de julio. LOS GRITOS DE LAS RANAS

Hace unos días llegó a mis oídos un halago que me gustó especialmente, era algo que nunca me habían dicho antes y, para qué negarlo, no solo me hizo sentir muy complacido, sino que, además, está produciendo en mí algunos efectos positivos.
Aquellas palabras que, seguramente, alguien pronunció sin darle apenas importancia, me están ayudando a creerme capaz de algunas cosas, a ilusionarme con ciertas posibilidades que nunca había considerado.
Esto me recuerda una historietilla que este año hemos usado con los niños de catequesis. Es el cuento de dos ranas que se caen en un pozo. Nada más descubrirse en aquellas profundidades, las dos comienzan a saltar desesperadamente tratando de salir del agujero.
Desde la superficie muchas otras ranas comenzaron a gritar diciendo que ni lo intentaran, que estaban sentenciadas porque aquel pozo era demasiado profundo; que nunca y de ninguna manera conseguirían salir de allí.
Al oír la voz de aquellas compañeras, una de las ranas desgraciadas, dejó de saltar, se abandonó resignada y convencida de que la única opción era dejarse morir. Pero la otra rana no, todo lo contrario, cuanto más fuerte gritaban las ranas de fuera, más alto y convencida saltaba ésta, y así hasta que alcanzó la libertad y salió de la trampa.
¿¡Cómo es posible!? Dijeron todas ¡¿qué has hecho para conseguirlo?!.
Soy sorda y no podía oír lo que me gritabais, respondió la rana victoriosa, pero solo de veros en la boca del pozo, chillando y animándome, me daba las fuerzas y el coraje que necesitaba para luchar sin desfallecer. Gracias a vosotras y a vuestros ánimos he conseguido salir.
Algo así me ha sucedido a mí con mi piropo, de alguna forma nos ocurre a todos. Nos guste o no, nos afecta lo que los otros nos dicen; lo que desde fuera nos transmiten.
Todos tenemos un montón de ranas alrededor que chillan sin parar, que nos gritan distintos mensajes, algunos positivos que nos ayudarán a crecer y otros más pesimistas, ante los que tenemos que aprender a hacernos los sordos.
Nosotros mismos ¡somos ranas!, lo somos para los demás ¿Cuál es nuestro grito? ¿Qué es lo que proclamamos al otro con nuestras voces, con la misma vida?

viernes, 8 de julio de 2011

8 de julio. SUPER VIVIR

En estos días de descanso estoy aprovechando también para ver la televisión, durante el curso no puedo ver casi nada.
Me trago muchos programas del corazón, podría decir que únicamente me mueve el interés por conocer, por saber lo que ve la gente, lo que les entretiene, de lo que hablan después; pero lo cierto es que me gustan, que yo también suelo disfrutar con ellos.
Una vez que he reconocido esa “debilidad”, que no quiero ir de lo que no soy, tengo que admitir que últimamente, me he indignado y preocupado mucho con lo que estoy viendo: lo que la gente puede llegar a hacer por la popularidad y el dinero; el grado de humillación al que se someten, la hipocresía y la doble moral en la que se desenvuelven.
Me inquieta porque, de alguna manera, eso es lo que la sociedad consume y, por tanto, constituye un reflejo de este mundo nuestro en el que vivimos.
Es como si, a pesar de que todo el mundo habla de sinceridad y autenticidad, a nadie le importase la verdad, la realidad de las cosas.
Es fácil encontrarse con personas que creen que la franqueza consiste en soltar por la boca todo lo que se les pasa por la cabeza, que el ser sincero pasa por encima de lo que el otro pueda sentir o pensar.
Pero que poco se valora después la verdad, incluso se oye por ahí que la verdad no existe, que cada cual tiene la suya, que todas ellas son igualmente dignas de respeto.
Yo no lo creo así, pienso que la validez de una opinión depende de los argumentos que la sostienen. No me sirve el “yo pienso” o el “yo creo” sin más.
Yo creo que sí existe una verdad objetiva y común en la que todos nos desarrollamos, debe existir ese ámbito compartido para que sea posible la construcción de algo entre todos… eso sí, se trata de una verdad que nadie tiene en exclusiva, que se busca pero que nunca se posee.
Por eso, el ser sincero, la autenticidad, exige una apertura al otro, el salir de las murallas de las propias convicciones, para encontrarse con la opinión del distinto y dejar que él amplíe nuestro conocimiento de la verdad, que ensanche nuestra búsqueda.
Esa búsqueda de la VERITAS es un elemento fundamental de nuestro carisma, que es especialmente necesaria en nuestros días, dentro y fuera de la Iglesia. No podemos quedarnos cruzados de brazos, esperando que el hermano venga a nuestra casa a enriquecernos, hace falta que salgamos al encuentro. Correr tras la Verdad, es correr tras el hermano también; acercándonos a sus realidades y vivencias con una mirada amante, la única que puede hacer posible que identifiquemos ese tesoro en medio del ruido y las distorsiones que nos rodean.

7 de julio. LA VENTANA DE DIOS

Estoy sentado junto a una ventana que me regala un paisaje precioso. Es algo que suelo echar de menos en los conventos: tener en el cuarto una ventana amplia que me presente el mundo en toda su plenitud, en los días de sol y en los de tormenta. Un escaparate por el que desfile la vida y la gente, con sus prisas y afanes.

Me encanta pasarme el rato aquí sentado, junto a la ventana, y más aquí, en esta ciudad tan tranquila y hermosa. Me recreo con el vuelo de los pájaros, el baile de los árboles al son del viento; los tejados viejos tostándose al sol; las lejanas campanas de la iglesia; al fondo las montañas, imponentes; arriba, el cielo fresco, y bien despierto.
Me embobo mirando por la ventana, respirando la pureza de la brisa que entra por ella, sintiéndome parte de ese sereno conjunto. Mi imaginación se escapa por esa ventana y vuela alto y lejos ¡lo que me faltaba a mí! Entonces se confunden las fantasías con los recuerdos y la historia con la esperanza; me colma de rostros, de nombres de personas a las que quiero y con las que me encantaría compartir esta ciudad, la visión que disfruto desde este sillón.
Esta ventana, en definitiva, me inspira, me llena de Dios. Cuando llegué aquí no era consciente de la falta que me hacía una ventana como esta.
Puede ser que a todos, de vez en cuando, nos haga falta lo mismo: una ventana abierta de par en par al mundo; un pequeño palco desde el que poder abrir la mirada y el corazón; desde el que poder observar serenamente este mundo nuestro.

Contemplar la realidad y descubrir el dinamismo que se esconde tras su imperturbabilidad; las convulsiones que envuelven su tranquilidad cotidiana; la mano de un Dios que, desde lo pequeño, rompe lo grande y le da la vuelta por completo a todo, demostrándonos que nada es lo que parece.

Ver y rezar el mundo, dejar que Dios nos empuje más allá de esa ventana, ilusionarnos ante lo que está por venir, desear ser protagonistas de esa revolución… sumergirnos con el Padre en la vida misma, darnos con Él a los hermanos.

miércoles, 6 de julio de 2011

6 de julio. MAR, FIESTA Y GENTE GUAPA

En estos días de verano, nos inundan los anuncios en los que aparecen personas de vacaciones; gente joven y guapa junto al mar, disfrutando de la playa, del sol, de la noche, la fiesta…
Reconozco que cuando veo esta publicidad, me da la sensación de que lo mío no es verano, que mi forma de pasar estos meses es tan diferente… que no sirve, que no vale.

Pero eso no es verdad, mi verano no tiene olas, ni motos acuáticas, ni fiestones interminables…puede que no sea un ejemplo completo de ocio, pero tiene familia, paz y silencio. Esta misma tarde me he dado un paseo mágico con mi familia a la orilla del Duero, disfrutando del campo, los montes, el fresco…

Me imagino que es un poco la historia de siempre, se nos venden por todas partes modelos idealizados de físico, de estilo de vida, de trabajos o de relaciones que nos hacen creer que lo que cada uno de nosotros vive, tiene o es no sirve, resulta insuficiente.

Está claro que eso es lo que tienen que hacer los publicistas, generarnos insatisfacciones y necesidades que nos lleven al consumo, pero también es evidente que así no podemos vivir ni ser felices.

A mi se me ocurre que el Evangelio nos lleva a todo lo contrario, a no movernos en función de lo que necesitamos, de lo que nos falta o no somos. Jesús, en primer lugar nos hace ser conscientes de nuestro valor, de la capacidad que hay en nuestro interior.
Él nos evidencia igualmente la grandeza y hermosura de nuestro alrededor, las posibilidades que el mundo nos presenta.

Vivir tras los pasos del Señor es vivir pensando en lo que necesita el otro, en lo que falta a nuestro alrededor; dando la vida para poder encontrarla; esparciendo la semilla; dejando que el grano muera para dar vida; tratando a los demás como queremos que nos traten…



Jesús, en definitiva, nos lleva a recorrer nuestro verano, nuestra vida entera, para apreciar lo que hay en ella; para reconocer que ES; que vale, que sirve. Para valorar lo más preciado que tiene: que es nuestra, propia, diferente, ÚNICA.

5 de julio.PARADO

Aunque uno está de vacaciones, los problemas y las dificultades no. En estos días me persigue una situación difícil.
Me está resultando muy duro responder a las circunstancias, porque es uno de esos casos en los que lo mejor que puede hacerse es precisamente no hacer nada… y eso cuesta.
Cuando las cosas y las personas nos importan, lo que nos pide el cuerpo es ocuparnos de todo, intentar tener todos los cabos bien atados, prever cualquier posibilidad… pero con frecuencia no es esa la mejor solución, porque así impedimos que los que nos importan crezcan, aprendan, sean ellos mismos: les impedimos en su libertad.
La mayor parte de las veces, lo más adecuado es no actuar; permanecer cerca, sosteniendo, pero sin intervenir. Puede que nos aterren los peligros que pueden sobrevenir, que nos atemoricen las distintas posibilidades, el daño que   pueden sufrir los que queremos; que esos miedos nos empujen a dirigir y controlar, a usurpar las decisiones y la vida de los otros…
Pero es preciso controlarse, callar y confiar; aguardar en la fe en los hermanos y en Dios.
Esta experiencia es profundamente humana, íntimamente ligada al amor y, por eso, es también profundamente divina.
Así es como debe sentirse también Dios cada vez que nosotros nos empeñamos en   afanes equivocados, en cada decisión que nos orienta irremediablemente hacia la oscuridad; en todas esas circunstancias ante las que no quiere ni puede hacer nada más que confiar en sus hijos e hijas, esperar a que aprendamos y reorientemos nuestro camino.
Tener presente ese sentimiento, nos puede ayudar en cada circunstancia de la vida en la que parece que no llega la intervención que esperamos por parte de Dios. Cuando parece que Él está callado o ausente, podemos recordar que, en realidad, nuestro Padre está confiando, esperando en nosotros. Está teniendo fe en que podemos crecer, salir, solucionar, ser… que, por tanto, hay una respuesta a nuestro alcance.
Yo, ahora, tengo que esforzarme en hacer lo mismo, es necesario “no estar”, aunque es posible que ese silencio no se entienda o acepte… es desde ese silencio desde donde, ahora, puedo hacer lo mejor.  

lunes, 4 de julio de 2011

4 de julio. SORIA


Hoy, por fin, estoy ya de vacaciones. Paso unos días en Soria, en la tierra de mi padre. No sé si son los genes, la sangre, o el cariño que me han transmitido por esta tierra, pero el caso es que siento algo especial cuando empiezo a ver estos campos de Castilla. Se me remueve algo por dentro y no sé que es, las nubes, los árboles, la piedra, la luz, el aire…pero lo cierto y verdad es que esta tierra tiene algo que me serena, que conecta con lo más profundo de mi interior.
Un “algo raro” que uno no sabe describir con exactitud, de lo que se pueden dar muchas razones científicas, pero que está ahí, sin dudas, con fuerza.
Supongo que lo que pasa es que hay algo en mis entrañas que se reconoce en este lugar, que se descubre identificado con su origen.
Aquí estoy, con mis padres, para descansar, estar tranquilo, aprovechar para pasear, pintar, leer y rezar, para serenar el alma; para fraguar lo que vendrá, definir los pasos a dar, rescatar las cosas que nunca debieron perderse en el olvido…
Volver a la fuente, a los principios,  recordar quien eres, de donde vienes… beber de esas aguas primigenias, pero no para encerrarnos en lo que ya pasó, sino para tomar impulso y recrear hoy y mañana aquello  que nos alumbró, que nos dio vida… para llenar de esa vida a todo el que nos rodee. Asçi son también las cosas de Dios.

3 de julio.FIESTA EN EL OLIVAR

Hoy hemos terminado las felices celebraciones de estos días con la primera eucaristía de uno de mis hermanos. Me ha regalado el honor de predicar en esta ocasión.
Yo le preguntaba qué estaba haciendo con su vida, porque él es el mismo que era hace dos días, con las mismas grandezas y miserias, pero ahora ya nada es igual que antes, ahora le ha cambiado la vida toda. No por él, no por arte de magia, sino por todos nosotros, por la fe de todo el pueblo de Dios. A partir de ahora, por la fe, todos verán en él a Jesucristo de una forma especial y eso irá conformando, desde ya, toda su identidad.

La respuesta es que está haciendo algo muy grande con su vida, ser sacerdote no tiene nada de abstracto, es algo muy concreto, palpable y cercano; es estar siempre junto a las personas, presente en su presente, conmoviéndote con sus alegrías y estremecido con su dolor, amando todo, dejando que el otro se vaya llevando poco a poco, día a día tu vida, entregándola con generosidad. Es tratar de construir paz y justicia, ser cauce de diálogo, de acogida y respeto en cada espacio en el que estemos.

Es vivir en el espíritu, en el amor, en lo definitivo, en lo eterno e inmortal, no en la carne, no en los reconocimientos, en el aplauso fácil, en los honores…vivir en el espíritu nos vivifica, extiende la vida alrededor… por eso es vivir siempre con alegría.

Felicidad es la respuesta a la pregunta realizada, eso es lo que mi hermano está haciendo; haciendo y siendo felicidad para todos. Esta noche felicito a todo el pueblo de Dios porque se nos han regalado nuevos y buenos sacerdotes.

domingo, 3 de julio de 2011

2 de Julio. ORDENACIÓN

Día grande, día de fiesta; día de Orden, de Iglesia, de humanidad.
Esta tarde, en Madrid, cuatro personas se han dado, se han puesto al servicio, han apostado todo lo que son en favor del ser humano y del Reino.
Junto a ellos toda la familia dominicana, parte y protagonista de este nuevo don, porque es en comunidad, junto a las personas, donde tiene sentido el ministerio.
La celebración de hoy, como no podía ser de otra forma, me ha traído muchos recuerdos. Pienso en cómo me ha cambiado la vida en estos años de sacerdocio.
No es una cuestión de estudios ni teología, ni de preparaciones, formación o idoneidad… es más bien un asunto que nos habla de ser. Siempre me han dicho que lo importante no era lo que hacemos sino lo que somos… pero lo cierto es que no resulta tan sencillo separar una cosa de la otra; lo que hacemos, va conformando también lo que somos.
Al menos, esa es mi experiencia. Es a medida que he ido acogiendo, escuchando, caminando, dándome en gestos y momentos concretos, cuando he ido siendo sacerdote, entendiendo progresivamente lo que era, aprendiéndolo y queriéndolo.









Esta noche, con el corazón repleto de hermanos con los que me he reencontrado, de risas, de alegría profunda, deseo a esos frailes recién ordenados toda esa felicidad que a mí se me ha dado, que todos juntos dejemos que Dios amase, poco a poco, nuestro barro.
Mientras haya jóvenes que continúen apostando por Dios con seriedad, desde cualquiera de las vocaciones posibles, el sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio, la soltería; mientras existan vidas que se dan, que se entregan, el mundo-si quiere- podrá mantener viva su esperanza.
Por eso, necesitamos más, nos hacen falta más personas que quieran responder con sinceridad; jóvenes que sean valientes y asuman lo que Dios sueña para ellos y se unan a nosotros, se embarquen en esta aventura impresionante de transformar y acabar el mundo.

sábado, 2 de julio de 2011

1 de junio. CON TODOS

Mañana se ordenan cuatro hermanos míos aquí en Madrid. Por esa razón, en estos días nos estamos congregando en esta ciudad muchos miembros de la familia dominicana, para compartir, celebrar y disfrutar juntos de esta gran ocasión.
Estas reuniones son ocasiones privilegiadas para el encuentro, fiestas de toda la Orden que nos dan la oportunidad de vernos, de contarnos cómo nos van las cosas, de poner en común las distintas vocaciones dominicanas.
Yo vivo todo esto como un gran lujo; en particular hoy he podido pasar la noche (la cena y unas copitas) con unos hermanos muy cercanos con los que ya acumulamos muchos años de amor, de experiencias, de vocaciones compartidas.
Con ellos descubrí mi llamada a la vida religiosa, junto a ellos se forjó y maduró mi respuesta. Juntos, en un ambiente de privilegio, hablábamos de los ideales de otros tiempos, de la opción por los pobres, de una Iglesia más de verdad, más plural, que creciera en fidelidad al Evangelio.
Nos dábamos cuenta de cómo, tras los pasos dados, habíamos aprendido que todo eso no era tan sencillo como creíamos entonces, pero que aquellos sueños aún estaban firmemente presentes en nuestras vidas.
Aquellos deseos de juventud se han hecho más auténticos con el tiempo, porque se han forjado al fuego de la realidad, con los martillazos de nuestras propias debilidades y los de las dificultades de nuestro mundo.
Mañana, todos unidos, seremos parte de una fiesta en la que cuatro hombres apuestan sus vidas por un sueño, por una locura, y lo hacen con los pies firmes sobre la tierra. Toda una demencia, criticada por unos, incomprendida por otros, pero llena de cordura y certeza porque es la locura de Dios.
Y todos seremos parte, cada cual desde su vocación particular, porque todos participamos de ese sueño, del proyecto del Reino de Dios… todos estamos unidos y somos agentes de esa revolución del amor, por eso cada paso adelante, cada “sí”, cada entrega, la haga quien la haga, es un logro comunitario, es una victoria de todos y cada uno de los hombres y mujeres que, con toda nuestra pequeñez, queremos seguir con honestidad al señor Jesús.

viernes, 1 de julio de 2011

30 de junio. ARRIBA Y ABAJO

Ahora estoy en Madrid, con la mirada puesta ya en el siguiente gran acontecimiento que se avecina.
Hoy me he dejado acoger por un hermano muy querido que me ha recibido con todo su cariño y ha sido un día muy tranquilito, lleno del descanso que tanto necesitaba; un día Off de esos de los que a uno le hace falta de vez en cuando, especialmente después de toda la tensión y el nerviosismo de estos días atrás y de los que ya hablé en otra entrada.
Desde la serenidad de la jornada reviso todos los acontecimientos recientes, los pasos dados; las dificultades superadas; lo reflexionado y rezado; las conclusiones de todo ello. Reviso y, a la vez, lanzo la mirada al futuro.
El otro día, el Maestro de la Orden nos animaba a los frailes a seguir a Jesús; al Señor que no tiene un techo ni una casa en la que cobijarse… a salir de nuestras casas, a no buscar lo conocido y seguro. No sólo sus palabras, también la personalidad y hondura de fray Bruno me cautivaron profundamente, y desde ahí quiero poner mi mañana en las manos de Dios.
Un salir hacia fuera, un adentrarse en la incógnita, un abrirse al misterio propio, al del ser humano y al de Dios que no puede hacerse si lo interior, lo profundo y lo conocido no está fuertemente arraigado en la roca; cimentado con firmeza en el Señor.
Así es un poco esta aventura apasionante del Evangelio, un doble camino hacia la altura y hacia la profundidad, ambos con un mismo origen y una meta común; así es también nuestra vocación OP un tenso equilibrio, una armonía de contradicciones.