Volvemos a la carga, después de un mes de vacaciones forzosas…han sido
semanas muy intensas, llenas de cosas que contar, unas muy felices otras no
tanto; pero que me han impedido acudir a esta cita diaria con el blog.
He sido tito de un bebé preciosísimo que se llama Rafael, aunque el parto
se complicó y mi hermana estuvo mucho tiempo en el hospital; también se operó
mi madre y tuvimos más complicaciones; se marchó a otra comunidad un hermano; y, después, he estado quince días en el campo
de trabajo con los jóvenes de mi otra familia, la dominicana.
Esta noche no puedo hablar de todo, porque, como dice una amiga mía “todo
es muy todo”, jejejeje… quiero decir que la intensidad de lo vivido es tal que
necesitaría muuuchas entradas para compartirlo con un mínimo detalle: la magia y
el milagro de un bebé entre tus brazos y lo que han rescatado esos ojillos de
mi interior; la preocupación, el miedo, la fe; el intento
de responder a la vida, tal y como se iba presentando… el verse en la necesidad
de dejar aparcadas muchas cosas de la vida; la emoción y el orgullo de un adiós;
la ilusión y la fuerza de los más
jóvenes… todo me ha construido enormemente durante esta extraña temporada.
Esta noche, para retomar el hilo, sólo puedo decir que todo lo malo ha
pasado, que casi me parece que nunca existió; aunque en su momento parecía que
nunca se iba a terminar la angustia, que después de una cosa venía otra… y que
lo bueno, no solo permanece sino que va creciendo cada día e iluminando el
futuro y llenando el mañana de ilusiones.
Eso es lo que ha pasado, una vez más, en mi vida y en la de mi familia; eso
es lo que pasa siempre con toda oscuridad… que tardará más o menos, pero
necesariamente termina, que se disuelve si uno no se pierde en ella, si no se
abandona a la tiniebla y es capaz de mantenerse en la fe y la esperanza.