Hace tiempo tuve un encuentro con
alguien que me dejó marcado, me lo he guardado hasta ahora para proteger el anonimato
de esa persona.
Se trataba de una persona que no
quería a nadie: se había separado hace muchos años y sus hijos ya eran mayores
y estaban casados, no tenía ninguna amistad… estaba completamente sola, porque
a todo el mundo le encontraba sólo los defectos y siempre pensaba mal de
cualquiera.
Es verdad que tenía a sus
espaldas una historia dura y no creo que sea justo responsabilizarla por
completo de su situación, en cierto modo ese ser solitario era también una
víctima.
Pero a mí, como he dicho, me
impactó la forma en la que alguien puede llegar a aislarse por completo del
amor y la profunda infelicidad que eso supone… me parecía mentira que se
pudiese alcanzar ese punto… que la mirada del corazón pudiese llegar a
ensuciarse tanto.
Lo peor es que no sé si la
realidad de esa persona tiene ya arreglo, porque ni siquiera era consciente del
asunto; era el resto el mundo el culpable de todo lo que le pasaba y de su
miserable abandono.
Es un caso extremo, pero que a mí
me hacía pensar en lo fácilmente que a veces nos ofendemos; en qué ganamos
buscando siempre algo que nos hiera de los demás.
A mí me parece mucho más sencillo
el quedarse con lo bueno de cada cual; el disfrutar de lo que compartimos con
el otro, en lugar de llevar la cuenta de si me llama o no, los detalles que
tenga conmigo o deje de tener, las veces
que no estuvo a la altura de mis expectativas o la búsqueda de razones retorcidas
que motiven su comportamiento.
La persona que hablo conmigo no
empezó siendo así, claro, cada camino de esta vida se va recorriendo despacio,
paso a paso. Todo comenzaría con un sentimiento pequeño pero que se fue alimentando
más y más; que fue creciendo y haciendo cotidiano hasta que se instaló y
regodeó en él hasta que se le helaron del todo las entrañas. Si en algún
momento se hubiese parado a pensar a dónde le conducía la senda en la que se
había sumergido; si alguien le hubiese advertido o hubiese sido capaz de
atender los consejos que pudo recibir ayer; si hubiese profundizado en la
Palabra… seguramente habría cambiado el rumbo a tiempo.
Yo, en este caso, quiero apostar
por una conversión, aunque sea muy tardía, haré lo que esté en mi mano para
ayudar y, de paso, me aplicaré el cuento, para estar atento a las cosillas
cotidianas.
No dejar de intentar quedarnos
con lo hermoso de cada ser humano, vivir con misericordia y comprensión para no
alejarnos demasiado del camino de Jesús, el que nos mantiene siempre el corazón
caliente, grande, abierto y rebosante de vida.