lunes, 28 de febrero de 2011

28 de febrero. CRECER

Hoy es fiesta en mi tierra y  mi forma de celebrarlo ha sido el “volver”,  mi vuelta a la normalidad no ha podido ser más intensa, toda una fiesta del amor.

He vivido la fraternidad muy profundamente, la comunidad ha salido a comer por ahí y he disfrutado de ellos un montón; de esos hombres de Dios que cada día me acogen y potencian; con los que comparto la vida, en la risa y en la preocupación. Con dificultades, las de todo el mundo, tratamos cada día de ir vislumbrando lo que Dios nos pide a cada uno y a todos juntos, y de responder con lo mejor que tenemos. Hoy he experimentado todo eso de una forma muy evidente.

A lo largo del día he gozado de lo lindo con varias conversaciones. La del desayuno con una chica del MJD y su sed de servir, de predicar, de desarrollar su carisma dominicano; el café de la tarde con una pareja que busca la forma de profundizar en su relación y compartir su amor con los últimos de la tierra; por la tarde con un matrimonio, “guapo e interesante”, uno de los pilares de la vida parroquial que, además, tiene la suerte de contemplar cómo su hijo cada vez  se va dejando seducir más por Dios…; en la noche con un hermano…

Seguramente sigo muy marcado por el encuentro con los miembros más jóvenes de mi orden, pero el caso es que, a lo largo de todo el día, he tenido muy presente la idea del crecer. Me sorprendo a mí mismo creciendo “pa dentro” mucho más de lo que podía imaginar; veo cómo mi comunidad también lo hace, cómo se fortalece y humaniza día a día; cómo evoluciona igualmente la vida de la parroquia y la de cada uno de sus miembros –desde los más chicos a los más grandes-; mi familia; la Orden… Un crecimiento secreto, cotidiano, sin ruidos ni escándalos, pero constante y seguro.

Recién llegado de mi pequeño Tabor particular, así me esperaba mi realidad: sin detenerse en el viaje; urgiéndome a participar y ser protagonista de su desarrollo.


Cada uno de nosotros decide cómo y por dónde quiere avanzar, y lo hace cada día. Unas veces la opción es más consciente que otras, pero siempre está ahí, agarrada a nuestra propia libertad. Y, en el centro Jesús, Él es el artífice de todo, el camino a recorrer, la luz de la verdad y la vida en plenitud; SIEMPRE mirándonos con amor.

Una mirada que constantemente nos invita a adentrarnos en Él,  que incluso llega a contemplarnos con infinita ternura cuando nos alejamos por rutas equivocadas.

27 de febrero. COLLADO 2011

De nuevo en el convento y ¡ya con conexión a Internet! Vuelvo rebosante de gratitud y amor,  con infinidad de inquietudes y descubrimientos que ahora tendré que rumiar; completamente lleno y renovado por dentro, ; pero absoluta y totalmente machacado por fuera; uno ya no puede seguir el ritmo de los 18 años durante tres días seguidos… verás tú lo que tarda ahora en recuperarse este pobre cuerpo mío. ¡Hay veces que aquello de “dar la vida” se hace casi literal!

Ha salido todo casi perfecto –con la salvedad de una de mis niñas que se ha puesto malita de la garganta, la pobre- y estoy muy contento. Los chavales han vuelto ilusionados y les ha gustado mucho la experiencia, pienso que querrán repetir seguro.

También preciosa la experiencia de otras dos hermanas del MJD, más mayores, que me han ayudado y han sido imprescindibles. Se han esforzado e incluso sacrificado para hacer posible que otros jóvenes, a los que ni siquiera conocían, pudiesen tener esta experiencia. Sé que han querido hacerme el favor de posibilitar que llevase al grupo de confirmación; pero sé también que lo han hecho, sobre todo, para que los que vienen detrás puedan saborear algo de la riqueza que a nosotros se nos regaló en su día.

Organizado con mucho trabajo por y para los jóvenes, durante este fin de semana se reunieron alrededor de 40 jóvenes dominicos para profundizar en el conocimiento y el estudio de la Escritura. En general, qué poquito la conocemos y la aprovechamos…
























Experiencia creyente de ayer que hoy está viva en nuestras vidas; el mismo encuentro en si mismo ha sido reflejo de ello: la mano de Dios que, generación tras generación nos saca de las muertes cotidianas para llevarnos a la VIDA, la fraternidad, la llamada, las dudas, el levantarse y ponerse en camino,  la repetición de las mismas meteduras de pata, la misericordia, las mediaciones, el tener que entregarte irremediablemente a la seducción del Señor con “todo el equipo”, la plenitud… todo lo he tocado, visto y oído en Collado Mediano.

En la Biblia está mi nombre, mi camino, mi historia de amor; la mía y la de mis chavales, aún por recorrer; la de cada uno de los que hemos participado del encuentro; la de quien pueda leer estas líneas… la de cada hombre y mujer.

Una nación infinita, atemporal, con sus altibajos, siempre en marcha que, en cada paso dado recibe de nuevo la oferta de la divinidad borracha de amor:
-.Quieres ser mi pueblo? Yo quiero ser tu Dios…

sábado, 26 de febrero de 2011

25 de febrero. CUÉNTAME

Anoche estuvimos hasta las mil intentando subir estas líneas y no pudo ser. Aunque con un poquito de retraso aquí está la reflexión de ayer. ¡Mis disculpas!

¡Ya estamos en Collado Mediano!

Hemos disfrutado mucho del viaje, charlando y escuchando la música que los jóvenes traían, jejeje. Así que, de momento, la primera parte de la aventura ha salido redonda.

Me gusta sentir la confianza que va creciendo entre ellos y yo; me halaga un montón que cuenten conmigo para contarme sus inquietudes, sus necesidades, sueños y problemas. 

Al llegar aquí, una sensación que ya me resulta gratamente familiar. Tras la alegría del reencuentro; el volver a abrazar a hermanos que hacía mucho tiempo que no veía; el mirarnos de nuevo a los ojos e intuir que el trabajo, las búsquedas, las experiencias nos han hecho más grandes que la última vez… hemos comenzado con un ratillo de oración. En él se nos invitaba a rezar sobre lo que sentíamos en ese momento inicial.

Yo sentía esa convicción de la que hablaba y que tanto me gusta. El saber que vengo de mi casa y que a mi casa llego; porque mi hogar ya no es un espacio físico ni una ciudad determinada, sino que son rostros, brazos, miradas y corazones, los de los muchos hermanos con los que Dios va regalando mi vocación. Donde están los dominicos y las dominicas,  en los lugares donde se dejan la vida, en las gentes con las que caminan, también con sus errores…allí está mi hogar.

Me gusta ese descubrimiento que cada vez se evidencia más en mi vida…quizás sea ese el verdadero sentido de la itinerancia, el que es válido para todos: no atar ni limitar nada de lo que somos a las cosas o los sitios; únicamente a la gente, así, sin nombres ni más concreciones, sólo a los hermanos que el Señor nos ponga por delante.








viernes, 25 de febrero de 2011

24 de febrero. EN SUS MANOS

Estamos de preparativos para el viaje de mañana. Me hace mucha ilusión que vengan al encuentro los chicos de confirmación; he puesto muchos esfuerzos en ello, pero reconozco que también me preocupa bastante la expedición; el saberme responsable de los chavales, el que les guste la experiencia, que disfruten, que salga todo bien... igual es que me paso de responsable, de miedoso; siempre he sido demasiado nervioso…

 Para colmo ya han surgido algunas dificultades, una que no puede venir a última hora; problemas a la hora de ponernos de acuerdo y cosas así.

El caso es que he pasado el día algo nervioso, sintiéndome por dentro esa intranquilidad, ese cosquilleo por los brazos que no se te va con nada.

En medio de todo eso, un regalo inesperado. Un café con una persona impresionante; sólo la conocía superficialmente, de verla cada domingo en misa y poco más. Hoy me ha pedido hablar un momento conmigo y ha resultado ser una de esas a las que la vida se les pone muy cuesta arriba; a los que les llueven los obstáculos de verdad por todas partes y que, sin embargo, no pierden la paz ni la sonrisa.

Mientras disfrutaba de su conversación, pensaba en mi interior en lo admirable de aquél hombre y en la grandeza de su actitud, de su forma de no rendirse e insistir en tirar del carro de los suyos, a pesar de todo.

Me he despedido de él poniéndome a su disposición, ofreciéndole -con toda la sinceridad posible- lo que estuviese en mi mano; su esfuerzo, su heroicidad se merece toda la ayuda de la tierra.

Y seguía pensando en cuanta gente habrá así por el mundo, héroes y heroínas anónimos; grandes seres humanos en los que nadie repara y que pelean titánicamente por su gente, pero con una sonrisa en los ojos.

Ejemplos andantes para todos nosotros, modelos de vida con los que nos cruzamos por la calle, en el trabajo, las facultades, las tiendas y que nos recuerdan, desde lo que son y viven, que Dios no está en su cielo; que está aquí muy cerca, al lado, pegadito a nuestro dolor. Que son todo un doctorado de fe con patas.

Ahora, después de ese café, estoy más tranquilo, he hecho lo que creía mejor y todo lo que podía... ahora sólo me queda confiar.

El que nunca apuesta no puede perder... ¡el que apuesta por Cristo tampoco! y además siempre gana.

Los dados ya están en el aire, ahora la jugada (el resultado del fin de semana, lo que les llegue a mis chicos, lo que vivan…) es de mi Dios.




jueves, 24 de febrero de 2011

23 de febrero. MAR ADENTRO

La vuelta a la normalidad ha sido a lo grande, un no parar en todo el tiempo; un día intenso y lleno de experiencias.

Lo primero que puedo destacar ha sido la visita que esta mañana ha hecho a la comunidad nuestro Provincial. Hemos estado compartiendo la vida y él nos hablaba de los hermanos de otras ciudades y países, de sus problemas y alegrías. Me ha conmocionado saber del sufrimiento al que algunos de ellos se ven expuestos; me he sentido muy cerca de ese dolor, muy presente, muy cuestionado.

Después, he tenido la suerte de librarme de mi propio “golpe de estado”… eso también me ha llenado de alegría, por lo sorpresivo de “la buena traición” y la misericordia del rescate.

Luego una eucaristía con una pequeña comunidad de religiosas; una celebración que he vivido con mucha fuerza y verdad, en la que –además- hemos disfrutado de un diálogo-homilía entrañable y profundamente esperanzador.

Más tarde llegarían los jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano. El grupo está arrancando pero se palpa la alegría y las ganas de ser y hacer.

Por último la catequesis de confirmación. Estamos preparando un viaje a Madrid este fin de semana para participar en un encuentro; me hace muchísima ilusión compartir esa experiencia con ellos y parece que están respondiendo muy bien. Son un grupo de 11 o 12 personas increíbles que rondan los 17 años; gente normal de su edad con sus inquietudes, sus dudas, sus problemas e indefiniciones, pero todos ellos muy inteligentes y honestos.

Cada uno de esos momentos me ha cargado las baterías:  Una provincia de frailes pequeña, sin demasiados recursos, pero que encara el futuro con valentía y queriendo vivir con honestidad la llamada; el descubrirme creciendo como persona y religioso; la experiencia de una Iglesia familiar, casera y comprometida con los pequeños; el ser parte del despertar a la vida de la gente más joven; su deseo de tomar opciones serias; dejar que desintegren los prejuicios y etiquetas que les ponemos; palpar, una vez más, que ni el mundo ni la Iglesia es el que, a todas horas, nos ponen por delante en la tele… sentir con fuerza que esta aventura del Reino merece la pena “y la alegría”.

Todo lo vivido me ha encendido la esperanza y en cada rostro he visto a mi Señor; a un Jesús que se para a esperarme y que me susurra “¡venga hombre! No te pares, que la vida no se detiene, ¡VEN! Boga mar adentro, que aún nos queda mucho por vivir”.

miércoles, 23 de febrero de 2011

22 de febrero. LA CLAVE

Parece que ya estoy recuperado de mi pequeña gripe, así que el día ya ha empezado a ser un poco normal otra vez.

Como uno ahora lo cuenta casi todo desde estas líneas (hay quien dice que ya no hace falta ni hablar conmigo) ha sido muy bonito recibir tantas muestras de cariño.

Yo ya sé quién me quiere y a quién le importo, pero no puedo negar que ha sido una medicina extra el recibir un mensaje, un correo o una llamada preguntándome y deseándome mejoría.

Qué importante es el no dar nada por supuesto, el expresar lo que sentimos; cuánta falta nos hace también que la gente querida nos muestre ese afecto de forma explícita; y sin embargo, lo hacemos poco, especialmente con los más cercanos.

Evidentemente, lo más importante no son las palabras –que se las lleva el viento- ni los detalles puntuales, sino la vida del día a día; pero no por eso podemos olvidarnos de ellas. A nosotros nos hace falta decir gracias, perdón, te quiero… y a los otros igualmente les hace bien oír esas declaraciones, porque, cuando hablamos de amor, con nuestras certezas y convicciones conviven también los miedos, los complejillos, las inseguridades y las soledades internas.

Aunque parezca extraño, en la vida religiosa parece que no somos muy dados a esas expresiones, a transmitirnos lo que se mueve en nuestra intimidad. Puede que, con la llegada de las nuevas generaciones, la cosa esté cambiando poco a poco pero aún tiene mucho peso la educación de los más mayores, lo aprendido en otros tiempos en los que parecía sospechosa la necesidad de afectuosidad, el quererse y expresarlo.

He conocido a jóvenes decepcionados porque, a simple vista, parece que ni sentimos ni padecemos; pero no es así, claro que nos importamos unos a otros y que nos cuidamos, aunque los lenguajes empleados para decírnoslo son diferentes. Durante estos años he aprendido a descubrir esos mensajes ocultos en la vida de mis hermanos y es una lección muy útil para la vida interior.

Se disfrutan mucho más las confesiones que no son evidentes, que sólo se perciben si tienes los ojos y los oídos bien abiertos… son igualmente claras y explícitas pero, además están llenas de misterio –como el mismo amor-.

Así también nos grita Dios el suyo; de una forma mágica, secreta, personal e íntima. En la bulla, en el silencio; en la naturaleza y en la creación humana; en los críos y en los ancianos; en la calle y en el corazón… nos dice continuamente que nos adora.

 Manifestaciones de un Señor enamorado locamente de ti y que no se cansa de proclamarlo a los cuatro vientos, a pesar de que pocas veces nos molestamos en atender  su declaración.

Con el paso del tiempo, descubro que -aunque muy torpemente- voy aprendiendo a descifrar los códigos del amor, saboreando cada vez más esa dulzura infinita… ahora ya no podría vivir sin Él.

martes, 22 de febrero de 2011

21 de febrero. SICOMOROS

Sigo en cama, aunque hoy he preparado un apaño para poder trabajar y hacer los encargos pendientes.

No es que esté mucho mejor que ayer, sigo más o menos igual, pero sí que he tenido una disposición distinta. Ayer me dejé vencer por el tiritón y los dolores pero, ya hoy, no aguantaba más el aburrimiento, así que había que buscar soluciones. Así que he acercado el ordenador y los materiales hasta aquí,  he acabado todos los dibujos, los he enviado y, la verdad, es que he estado muy a gusto.

Pienso en una tarde en la que hablamos con la gente de confirmación acerca del sufrimiento y las circunstancias difíciles. Decíamos que, aunque es verdad que hay situaciones que, a lo mejor, no tienen solución; también es cierto que, para todos los momentos complicados, siempre hay una salida. La tentación más fuerte es la de compadecernos a nosotros mismos y buscar la lástima de los demás, pero eso no nos conduce a nada. Por el contrario, la vida, el mundo, está repleto de ejemplos de personas que han sido capaces de ir más allá de eso para poder encontrar la forma de superarse, de reducir las limitaciones. La diferencia entre unos y otros es la actitud que adoptan; una opción a la que todos nos enfrentamos infinidad de veces, en las cosas graves de la vida y también en las insignificantes, como mi resfriado.

Hay quien dice que, en el fondo, no es una decisión sino más bien  una cuestión de caracteres; que hay personas que son más animosas y otras más débiles. Yo lo pienso distinto, no creo que seamos de una forma u otra, sería muy triste que estuviésemos sentenciados de esa forma, aunque me puedo equivocar, claro está. Puede que haya gente a la que ese esfuerzo de superación le cueste más que a otros, acontecimientos que nos desbordan y que parezca que pueden con nosotros, pero es entonces cuando podemos recurrir a nuestra “arma secreta”: ¡el Señor Jesús!

Yo he crecido viendo eso muy de cerca cada día; palpando como el amor que viene de Él y que va a los nuestros, puede con cualquier incapacidad y circunstancia… seamos como seamos.

Así lo enseña también el Evangelio, ahí tenemos al bueno de Zaqueo, ni los errores cometidos, ni el daño generado, ni los obstáculos ni la limitación pudieron detenerle; nada de eso tuvo la última palabra; encontró la salida, la forma de vencerlo todo a la hora de abrir las puertas de su “casa” a la Salvación.

lunes, 21 de febrero de 2011

20 de febrero. NO PUEDO

Estoy pachucho, esta mañana cuando rezábamos laudes ya estaba yo con unos tiritones tremendos y luego, el dolor de cabeza ha podido conmigo. Tengo varios encargos pendientes y me puse a trabajar pero las ideas no fluían y el físico no acompañaba, así que, al final he pasado el día empastillado y metido en la cama.

La verdad es que ahora tampoco tengo muchas ganas de escribir, me he levantado para la eucaristía de la tarde y no creo que tarde en volver a meterme debajo de la manta.

En fin, uno de esos días en los que uno sólo puede presentar a Dios la propia debilidad.

Mejor pensado, diría que es uno de esos días que te ponen en tu sitio; porque supongo que esa debilidad, la impotencia, es lo único que siempre podemos poner ante el Señor todos los días. Creer  que hacemos, que somos, que tenemos algo para el Padre que no haya venido de Él, es siempre una mentira.


Si pensáramos más en eso, no se nos ocurriría pensar que estamos por encima de nadie, que en nosotros hay más méritos que en los demás, o que no necesitamos al otro.

Espero estar un poco mejor mañana, pero esta noche no doy para más, lo siento… En lugar de explicar mi dibujo de hoy, invito a quien pueda leerme a completar esta entrada, a pensar, mirar el dibujo y reflexionar sobre qué es lo que tiene que ver con mi pobre y breve reflexión.

Hoy… ¡necesito ayuda! (TAMBIÉN)

domingo, 20 de febrero de 2011

19 de febrero. ANGÉLICO

Ayer fue el día del Fray Angélico, como se me hizo muy tarde no puede acabar la ilustración que tenía entre manos pero, de ninguna forma, puedo pasar por alto a este hermano, gran fraile y además artista.

Mi dibujillo de hoy quiere ser un sencillo homenaje a su vida y predicación, a las obras que surgieron de la oración, estudio y comunidad que llenaron la existencia de aquél buen dominico, patrón de los artistas.

Recuerdo que las primeras veces que participé de las pascuas o los campos de trabajo volvía entusiasmado, cargado de experiencias que me moría por compartir con la gente a la que quería, con mis amigos especialmente. Al principio pensaba que, en cuanto les contase un poco de lo que había vivido, todos iban a querer apuntarse y venir la próxima vez… acabé dándome cuenta de que no; que yo hablaba, explicaba anécdotas, sentimientos, actividades… pero no conseguía transmitir la calidad e intensidad de lo que tenía dentro. Ninguno de mis amigos vino nunca conmigo a estas cosas.

Cuando algo nos llena de verdad, necesitamos expresarlo, transmitirlo a los demás, así es también con el Evangelio. La predicación no es una imposición, ni siquiera una misión que se nos encomienda desde fuera; es, ante todo, una urgencia que brota de nuestras propias entrañas. La necesidad de ofrecer a los otros la razón por la que vivimos; la pasión que nos empuja; la fuerza y la alegría que nos permite crecer; ¡el amor que nos hace vibrar!

 La mayoría de las veces las palabras acaban siendo insuficientes para comunicar las cosas más importantes; necesitamos buscar otros lenguajes, otras formas de hablar…

Fray Angélico nos muestra la capacidad de la pintura para eso, para presentarnos la inmensidad del Evangelio y la fraternidad; la belleza del misterio que nos envuelve; el camino para sumergirnos en todo ello. Pero, ante todo, nos enseña que siempre pueden encontrarse esas vías de comunicación complementarias, que nos ayuden a contar, a transmitir la Buena Noticia de la que somos testigos.

Dios se encarnó, se hizo uno de los nuestros y –desde entonces- todo lo humano  es capaz de hablarnos de Dios… podemos comunicarlo con un canto, un juego, un baile, una comida, ¡un chiste!...  cualquier cosa antes que callar, que sofocar el fuego que Dios enciende en nuestro corazón.

Cada uno de nosotros está lleno de posibilidades… de una inmensa riqueza que el mismo Dios ha puesto en nuestro interior. Todos podemos abrirnos a ese espíritu que aletea en nosotros y buscar; entre nuestras habilidades, aficiones y dones; esa forma única y personal de llevar el rostro de Dios a toda la humanidad.



Sobre Fray Angélico recomiendo el magnífico comentario que un hermano nos ofrece en este enlace:

http://ser.dominicos.org/antes-que-nosotros/beato-angelico-a-dios-por-la-belleza

Hoy también es la fiesta del Beato Álvaro de Córdoba.


sábado, 19 de febrero de 2011

18 de febrero. CASADOS

Esta noche se me ha hecho especialmente tarde, acabo de llegar de una reunión de matrimonios.

En otras entradas ya he comentado algo de ellos, hoy solo quiero compartir un pensamiento que me asaltaba cuando estábamos juntos… me ha parecido precioso el ver cómo estas parejas que llevan tantos años juntos–de forma discreta-  unían sus manos al rezar, otros se daban una caricia tras haber compartido con los demás las vivencias y las dificultades que viven; cómo se miran entre ellos con los ojos repletos de orgullo y admiración.

Seguramente lo hacen así todos los días pero hoy me he dado cuenta yo y pensaba, “esta gente se aman de verdad”, como si aún fuesen novios, como si la vida todavía no hubiese sacudido nunca sus corazones; con la fuerza y la pasión de todos los frutos que han brotado de ese matrimonio a lo largo de los años.

Cada vez se oye a más gente decir que el matrimonio es sólo un papel, que el amor eterno no existe, que no creen en la fidelidad… se dice tanto que a veces dudas que pueda ser cierto, aunque hayas crecido viéndolo cada día en tu casa, con tus padres…

Esta noche he vuelto a ver, cara a cara, a ese amor definitivo, exclusivo, único, eterno. Lo he sentido a mí alrededor en los rostros, los ojos, las manos de diez personas que, así, me han declarado que en esta vida (sea cual sea nuestra situación y vocación particular) no hay por qué conformarse con rebajas ni sucedáneos, que la autenticidad en la fe y el amor está a nuestro alcance, que no podemos nunca cansarnos de buscar y construir esa totalidad, la verdad de las cosas, la pura esencia de lo que somos y de lo que pintamos aquí.

























En el amor de esos matrimonios he podido verme también a mí mismo, mirándome en los ojos de Dios.

jueves, 17 de febrero de 2011

17 de febrero. LA PERSIANA

Esta mañana he tenido el lujazo de ir a un colegio a compartir un rato con los alumnos de secundaria. En una asignatura les tocaba tratar el tema del nacimiento de las órdenes mendicantes y la profesora –amiga y hermana- me invitó a que fuese yo el que se lo contara.

Me había preparado la charla con la intención de que no fuese muy aburrida, con un power point y esas cosas... Quería intentar que comprendieran que los cristianos tenemos que ser capaces de dar respuesta a las nuevas situaciones que surgen en la humanidad, de llevar el Evangelio de una forma comprensible y con credibilidad a cada momento de la sociedad.

Y, otra vez, los chavales me han sorprendido. Los he encontrado muy receptivos, pero –sobre todo- lo que les interesaba era yo; mi forma vida; la vocación religiosa; porqué era tan feliz…

En el momento actual podemos creer que no interesamos, que –sobre todo los jóvenes- pasan de nosotros, de las gentes de Iglesia y de la fe. Pero no es esa mi experiencia, no es eso lo que he visto esta mañana.

Después de comer, y aprovechando que está en el convento “un manitas” muy bueno, he decidido arreglar la persiana de mi habitación. En verano se me rompió la cuerda y, como soy un desastre tremendo, llevo varios meses en la “penumbra”, en un cuarto que parecía una madriguera.

Cuando hemos terminado y tiraba de la cuerdecita, resulta que la persiana arreglada subió y, aunque parezca mentira, me he sorprendido al descubrir la cantidad de luz que entra por esa ventana ¡se me había olvidado!

Relacionando las dos cosas, me pregunto ahora qué persiana tenemos echada los creyentes; cual es el obstáculo que impide que la luz de Dios alcance a la gente; que el amor que experimentamos ilumine sus necesidades e intereses…. De qué cuerdecita tendríamos que tirar para poder ofrecer y compartir todo lo que se nos ha dado.

Lo fácil es echarle la culpa a otros. Es verdad que los medios de comunicación no ayudan mucho; que en las series y noticias es raro que aparezca un cristiano bueno y prácticamente imposible que ese buen creyente sea cura, fraile o monja; que en cuanto hay una persona que pierde la cabeza y se deja llevar por  malos sentimientos (como también ha sucedido hoy), no importa de qué rincón perdido provenga, que tiene seguro un sitio en las noticias nacionales… que el interés que puede existir por lo que somos, se sacia frecuentemente con mentiras, exageraciones y falta de contraste; no cabe duda de que todo eso es cierto pero…¿y nosotros? ¿qué podemos cambiar o hacer?

Nuestros hermanos se preguntan, tienen sed, buscan, aunque sea secretamente… nos necesitan.

Hace casi 800 años las órdenes mendicantes surgían por esa misma razón. Hoy seguimos vivos, llenos de energía y plenitud; ahora, como entonces, tenemos que ser capaces de salir de la seguridad de nuestras trincheras, dejar de lamernos las heridas o añorar pasados gloriosos y lanzarnos a los caminos, sin miedo; a compartir la vida, saber quiénes son los que nos rodean, lo que piensan y les hace falta… solo así podremos levantar las persianas y ofrecer al mundo la luz, el sentido, la autenticidad de Dios.

16 de febrero. DESDE LA MONTAÑA

Me podré quejar de otras cosas de mi existencia, pero nunca de falta de estímulos para la vida, el evangelio y el amor.

La oración personal y común; la visita de un verdadero “gran hermano”; la vitalidad y la alegría de “mis monjas”; los aciertos y equivocaciones que descubres en las noticias que te llegan; las bromas y la risa a la hora de la comida;  la Palabra y la vida reflexionada y compartida  en comunidad; las inquietudes y la frescura del grupo de confirmación y el cariño y el “hogar” de mis padres, han llenado el día de hoy.

Un día más en los que me acuesto cansado, miro al techo de mi cuarto y digo ¡puf! ¡Cuánta Vida! ¡Cuánto Dios!... ¡Cuánta gracia!

Y lo cierto es que así son todos los días, los de mi vida y los de cualquiera. Cada uno está preñado de amor, de presencia, de magia y misterio; vivimos inmersos en Dios,  sólo que muy pocas veces reparamos en ello. ¡Qué poquito lo vemos!, cuánto nos gusta mirar hacia el suelo, a nuestro ombligo, a lo que falta,  agarrarnos a nuestras cosas y, a veces, a las de los demás; aferrarnos a la seguridad de la rutina, de lo ya sabido.


Qué burros somos, cuando sólo tenemos que cerrar los ojos y dejarnos sentir, abrir las manos vacías y tocar la abundancia. La de un Señor que asume todas nuestras lágrimas, que puede destruir el dolor; todo lo que nos reduce y limita; que derrama sobre nosotros un agua fresca que nos sacia por completo, que nos hace permanentemente nuevos; que hace brillar la luz  de un millón de soles a nuestro alrededor… que convierte, si tú quieres, un valle de lágrimas en una montaña de gratitud.

miércoles, 16 de febrero de 2011

15 de febrero. SÍ QUE SÉ

Sigo dándole vueltas al tema del perdón, puede que sea una de las cuestiones que más nos duelen a los cristianos de a pie. Unas veces porque tenemos un concepto equivocado de lo que es perdonar, y otras porque no comprendemos del todo el sentido del perdón evangélico.

Puede ser que pensemos que perdonar es ser siempre capaces de recuperar la situación original, volver al punto en el que las relaciones estaban antes de que se hiciese el daño. Evidentemente hay circunstancias en las que esto es posible, pero también hay otras en las que no.

A veces, nuestros actos, nuestras decisiones provocan rupturas irreversibles. Cuando algo se rompe en mil pedazos, por mucho cuidado con que quieras pegarlo, nunca volverá a quedar como estaba. En esos momentos podemos sentirnos mal por creer que –al ser incapaces de confiar y disfrutar como antes- no estamos perdonando del todo,  nos exigimos lo imposible y terminamos sufriendo más aún.

En algunas circunstancias, el retorno a las condiciones anteriores también puede ser contraproducente; por ejemplo en el caso de una persona víctima del maltrato. ¿El perdón va ligado a retomar la exposición a esa violencia? Pienso que evidentemente no puede ser así…

Incluso podemos haber perdonado de corazón y que lo más adecuado sea la separación de los caminos; bien porque nuestras opciones cotidianas los han acabado diferenciando, o bien para hacer comprender al otro – por su propio bien- que sus actitudes y comportamientos hacen daño y debe cuestionárselos.

Yo creo que el perdón está mucho más relacionado con lo que hay dentro del corazón que con el “volver atrás”; que se trata de limpiar nuestro interior de malos deseos y sentimientos de rencor; de ser capaces de desear y buscar el bien para quien te hizo daño o te lo sigue haciendo… un perdón que haga crecer y aprender a las dos partes. El verdadero perdón fortalece el amor, una relación que no debe volver a ser como antes, sino que evoluciona y se hace mejor… ¡y a veces, puede ser que esa mejoría se plasme en distancia!

Y eso es lo verdaderamente complicado; porque podemos haber retomado las formas de la relación pero, interiormente engañarnos (no asumiendo la propia realidad o manteniendo el resentimiento) y eso sí que no es perdonar, el “Aquí no ha pasado nada” o el famoso “yo perdono pero no olvido”. Es una mentira que seguramente acabará con la reproducción de la ofensa y cada vez con más intensidad; que nos lleva a estrellarnos una y otra vez, con la misma pared.

Perdonar es difícil y por eso tampoco nos lo podemos plantear de hoy para mañana, sobre todo si las heridas causadas son grandes. Con frecuencia me encuentro con personas que se sienten impotentes por no poder ofrecer ese perdón, porque aún les sangra el corazón… El Señor no nos puede pedir que –por arte de magia- cambiemos un sentimiento sobre el que no mandamos.

A lo que el Evangelio nos invita es a no instalarnos en el odio ni el dolor, sino a dejar que las heridas se curen al Sol, a colocar ese perdón en el horizonte de nuestro camino, a avanzar hacia él un poquito cada día… para, a la vez, caminar hacia el bienestar interior, la felicidad propia y del otro.









martes, 15 de febrero de 2011

14 de febrero. LO SIENTO...

Como no todo iban a ser rositas, hoy he tenido el día un poco chungo. La cosa empezó muy bien, pero acabé teniendo una pequeña discusión con alguien de los que más quiero.

Me he llevado un disgusto tremendo y supongo que él también, y uno – que tiene su poquito de orgulloso-  ha cogido la puerta y se ha largado…

El primer impulso ha sido llamar a un hermano para relatar y desahogarme pero, gracias a Dios; lo he encontrado ocupado, así que yo solito he empezado a rumiar mi mosqueo.

No me ha durado ni dos minutos… enseguida me he puesto a pensar que a fin de cuentas, si habíamos discutido había sido porque nos queríamos y el asunto que tratábamos nos importaba; que no había ninguna necesidad de que pasáramos ese sofocón.

En esta vida he tenido que pedir perdón muchas veces, porque soy muy mete patas, la verdad; siempre lo he hecho al comprender que estaba equivocado o había actuado mal, pero esta mañana ha sido distinto. No he pensado en quien tenía la razón o no; ni en cuál de los dos era el ofendido, tampoco en mi amor propio… únicamente en el amor que hay por medio y en el sinsentido de la situación. Así que lo he llamado enseguida para pedirle perdón, decirle que no sufriera, que ya encontraríamos una solución al problema.

No deja de ser curioso que todo esto haya pasado precisamente hoy, día en que los comercios celebran el día del amor.  Con lo ocurrido, he visto con claridad y en un suceso concreto de la vida, la forma en que el amor nos hace crecer, mejorarnos, superar las tonterías que todos llevamos encima.

Cuando hay una situación conflictiva, lo fácil es pensar siempre en el daño que el otro nos hace y ponernos dignos… y lo malo es cuando –el uno por el otro- las relaciones y el cariño acaban enfriándose; las dos partes acaban perdiendo.  Es mucho más constructivo pensar en el dolor que también podemos haber provocado nosotros, reconocernos pobres en nuestras miserias en lugar de tirar balones fuera, porque en eso es en lo que podemos actuar y cambiar.

Cuando Jesús nos habla del perdón, no es que quiera ponernos una prueba difícil de superar; es que sabe que con resentimientos a cuestas y heridas abiertas no se puede ser feliz. ¡Qué más da que el primer paso lo de uno o el otro! Cuando lo que está en juego es esa felicidad y el cariño que nos tenemos.

Hoy he pedido perdón por amor y, por amor, lo he recibido también… después de todo, ¡el día no ha ido tan mal!

lunes, 14 de febrero de 2011

13 de febrero. LEGADO

Hoy es el cumpleaños de mi superior, un hombre con una vida repleta de compromiso, de trabajo y de honestidad por el evangelio… es un hermano “todo corazón”. Yo me felicito con él, por su vida y su vocación.

 Esto se une a que, hace unos días, recibí un regalito que, sin venir a cuento, me enviaba un fraile mayor; una de las personas de la que más he aprendido. A pesar de que tiene ya ochenta y tantos años y más de un problema de salud, es increíble la cantidad actividad que realiza; la apertura de su mente y la cercanía con todo el mundo, el gran número de personas que mueve. Llama especialmente la atención lo que los más jóvenes lo quieren y respetan. Yo también lo quiero muchísimo y siempre estaré en deuda con él.

Así que estoy pensando en mis mayores; en todos los que escucharon y acogieron la invitación del Señor antes que yo. Gracias a ellos, a su entrega, la Iglesia y la orden han dado sus frutos a lo largo de los siglos.

Vivimos en una sociedad en la que la juventud se idealiza. Hacemos lo imposible por parecerlo, por retener los primeros años; nos halaga que nos digan que parecemos más jóvenes de lo que somos y se prioriza a los más jóvenes de cara a la galería; mientras que a los mayores se les esconde; nos olvidamos de ellos.

Evidentemente, no tengo nada en contra de la juventud; todo lo contrario, es a lo que dedico la mayor parte de mi tiempo e ilusiones. Es la situación respecto a los mayores lo que no me gusta… el desequilibrio.

Uno, que ya va teniendo una edad media, ya va sintiendo en sus propias carnes el que los que vienen detrás se olviden de lo mucho o poco que las generaciones anteriores han  podido hacer por ellos; que se crean que sus opiniones ya no les valen y las desprecien; que se empeñen en estrellarse contra los muros de los que tú les previenes… a lo mejor es por eso que mi perspectiva va cambiando con el tiempo… y te das cuenta de que tú has sido muy idiota, que también hiciste lo mismo, que no valoraste adecuadamente lo que te enseñaba la experiencia de tus predecesores… ¡lo que es la vida!

El caso es que, a día de hoy, disfruto como un mono compartiendo con los frailes y familiares más veteranos; aprendiendo las historias que explican nuestro presente y desde las que nace el futuro de todos; dejando que la sabiduría acumulada con sus aciertos y errores iluminen mi camino; orgulloso de su fidelidad y acogiendo el ejemplo de quien lleva tantos años de darse.

Un proyecto que pretende hacer borrón y cuenta nueva, que no tiene en cuenta su historia, a los más experimentados… a sus mayores está condenado al fracaso; tanto como aquél que se cierra a la fuerza, novedad e ilusión de los más jóvenes.  

La presencia y la consideración a las canas, en armonía con la juventud,  tanto a  nivel de la familia, la política, la sociedad o la religión, son señal de riqueza y garantía del verdadero progreso.

Mi dibujo de esta noche representa a “la tradición”, compuesta por dos mujeres. Una anciana de pelo blanco, vestida del oro de la experiencia; unas pepitas de sabiduría que brotan entre las espinas del error y lo sufrido, y las flores de la fertilidad y lo disfrutado; junto a ella, otra joven con cabellos de fuego, el de la pasión; lleva un manto de llamas verdes de esperanza y estrellas de ilusión.

Juntas sostienen una cruz, como un testigo, porque la verdadera tradición cristiana está viva, es dinámica. Está compuesta de personas que tienen un corazón por cabeza: Es el símbolo del pueblo de Dios que camina por las sendas del Evangelio y que irradian su luz a toda la humanidad.


Esta noche mi oración es por mis mayores, el rostro cercano de esa tradición que he recibido; una plegaria de homenaje y gratitud por todas esas vidas de lucha, de trabajo y amor entregado, sin las cuales ni seríamos quienes somos ni estaríamos aquí…ninguno.

domingo, 13 de febrero de 2011

13 de febrero. MANOS UNIDAS

Hoy es el día de Manos Unidas, una jornada de importancia especial.

 Desde el punto de vista afectivo en primer lugar: en mis tiempos mozos fui voluntario de esta ONG durante varios años; conozco su funcionamiento, el trabajo de su gente y su labor con los países empobrecidos;

Pero, sobre todo, está la importancia y la urgencia del clamor de los hermanos y hermanas más débiles; de las víctimas de la injusta situación de nuestro mundo.


Por eso hoy, quiero publicar esta entrada extra y tempranera; compartiendo estas palabras de J. A. Pagola con las que, en mi comunidad, hemos rezado esta mañana:

(José Antono Pagola).-" Cada hora se nos mueren en el mundo mil niños y niñas por desnutrición, enfermedad y miseria. Al año, más de once millones, todos menores de cinco años. Son niños que sólo nacen para pasar hambre, sufrir una enfermedad y morir. ¿Cómo lo podemos soportar?

Muchos de ellos nacen heridos por el sida. A otros la falta de higiene los deja marcados para toda su corta vida. La mayoría muere por desnutrición, falta de agua potable o enfermedades que se podrían evitar fácilmente, como diarrea, tuberculosis, varicela o malaria. Su muerte, indigna y triste, es una vergüenza para todos nosotros. ¿Cómo nos podemos sentir humanos?

Es inútil que nos escondamos detrás de nuestra crisis económica. Estamos invirtiendo cantidades exorbitadas en rescates financieros, ¿cuánto invertiremos para rescatar a estos niños del hambre y la muerte prematura? A veces bastaría que contaran con vacunas, antibióticos o algún suplemento nutricional. No está en crisis sólo nuestra economía. Desde hace mucho tiempo, está en crisis nuestra dignidad.

¿Cómo es posible que todo esto ocurra mientras nosotros seguimos viviendo ajenos a todo lo que no sea nuestros intereses económicos y nuestro bienestar? ¿Cómo podemos soportar que el mundo siga «funcionando» de manera tan absurda y cruel?

¿Cómo podemos vivir en la Iglesia de Jesús tan centrados en nuestros problemas y tan olvidados de los que sufren? ¿Cómo hemos llegado a perder de manera tan increíble su sensibilidad ante el sufrimiento?

Es la hora de recordar un gesto profético de Jesús, que ha sido olvidado casi por completo en su Iglesia. La escena es conmovedora. Sus discípulos andan, como casi siempre, pensando en puestos de honor y de poder. Jesús se sienta y llama a los Doce. Luego, toma a un niño y lo pone en medio de ellos; lo estrecha entre sus brazos y les dice: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, me está recibiendo a mí» (Marcos 9, 33-37).

En el centro del colegio apostólico no ha colocado Jesús a Pedro sino a un niño. Su intención es clara: los más débiles e indefensos han de ocupar el centro de su Iglesia. Sus seguidores se olvidarán de sí mismos y se pondrán a atender a los más desvalidos. ¿Cómo pretendemos acoger a Jesús entre nosotros olvidando a los niños hambrientos del mundo?

Tal vez, sólo el recuerdo del sufrimiento de tantos niños y niñas inocentes nos puede todavía sensibilizar y humanizar. Por eso, no podemos permanecer indiferentes ante la Campaña de Manos Unidas que, este año, nos recuerda sus gemidos y nos llama a la responsabilidad. No se trata sólo de entregar un donativo. Para más de uno, puede significar empezar a recuperar la dignidad."


12 de febrero. TQIYPSHLMASII

Hay quien dice que un hombre y una mujer nunca podrán ser amigos, no sé… pero, desde luego no es mi caso. Siempre he tenido grandes amigas.
Una de ellas ha visitado mi ciudad en este fin de semana. Es dominica hasta la médula,  me ayudó a descubrir mi identidad dominicana; en el discernimiento de mi vocación religiosa; estaba en todos los grandes momentos de mi vida y también en los más difíciles...  animándome y –siempre- haciéndome reír.  
Su presencia de este fin de semana, me ha recordado el tiempo en el que me di cuenta de lo que era la fraternidad;  en eso también tuvo ella mucho que ver.
Tras mucho buscar inútilmente mi lugar en la Iglesia, un día me invitaron a ir a una Pascua con los dominicos. Al principio, solo encontré a un grupo de jóvenes con los que lo pasaba bien, pero enseguida empezaron a aparecer más cosas. Tenía en común con ellos la forma de entender a Dios, experiencias de fe, ilusiones… vibrábamos con las mismas cosas y  empezamos a hacer todo lo posible por compartir cada vez más.
Yo ya tenía amigos, los de toda la vida, que me conocían mucho mejor; a los que quería muchísimo; con ellos había vivido muchas cosas, buenas y malas… pero ahora sentía algo distinto. No tardé en comprender  que estos no eran amigos, que eran mis hermanos, las primeras personas que Dios había puesto  en mi camino,  para poder empezar a desvelar la aventura de su proyecto.
Ahora sé que no habría podido ver, acertar a responder (aunque fuese torpemente) atreverme a confiar…si no hubiese sido por sus vidas, sus luces, su ilusión. Aquel encuentro nos cambió la vida a todos.
Los cristianos hablamos mucho de la fraternidad, pero casi siempre como un término abstracto. Sí, todos somos hermanos, vale, pero mi gente es mi gente y los demás son los demás, en realidad no me afecta demasiado. Puede que esto sea así porque aún no hemos descubierto el valor de la comunidad y, la mayor parte de las personas, viven su fe individualmente. Por algo sería que el propio Jesús invitara a varios hombres y mujeres a seguirle más de cerca, comunitariamente.
Desde mi pobre experiencia, creo que es fundamental para el seguimiento de Cristo, el encontrar un ámbito humano donde se practique y disfrute esa fraternidad; donde se plasme y haga realidad esa certeza de que somos hijos de un mismo Dios. En las torpezas cotidianas, aprendiendo a entendernos, con las intuiciones de cada uno… sabiéndonos compañeros de camino es donde el Evangelio se hace presente en nuestra historia, se encarna en la propia vida. Pienso que sólo desde ahí puede empezar a ser verdad ese amor universal al que estamos invitados por el Señor.

Hoy la mayor parte de ellos, mis primeros hermanos, están reunidos en Madrid, reflexionando y compartiendo los pasos a dar, la concreción de sus vocaciones, su identidad dominicana. Esta noche, mi corazón también está allí, con ellos.

sábado, 12 de febrero de 2011

11 de febrero. ESTE SOY YO Y ESTA ES MI CASA

Hoy se ha celebrado la presentación de un libro que ha escrito alguien que tuvo un papel fundamental en la historia de mi vocación; por esa razón, se han reunido un montón de personas  importantes para mí: muchas de la realidad  presente y cotidiana (hermanos y hermanas de la comunidad parroquial; algunos grandes amigos, de los de toda la vida…); otros venidos desde otros lugares,  de sitios en los que se quedó parte de lo que soy; a otros hacía mucho que no los veía, tomaron otros caminos, opciones diversas, pero con los que siempre compartiré una historia que sigue viva.

Lo he pasado en grande con ellos, aunque siempre que se me juntan muchos rostros significativos me pasa lo mismo. Es como si me bloqueara, como si no pudiese abordar el deseo imposible de aprovechar el momento, de compartir al máximo con todos y cada uno…y siempre acabo en un rincón, con una sonrisa boba en la cara, mirándolos como charlan y se ríen unos con otros y disfrutando de esas escenas.

Y es que, si nos paramos a pensar, es increíble el número de gente que pasa por nuestra vida, la cantidad de amor que, en distintos grados, podemos saborear con el paso del tiempo.

Cuando volvía hacia casa, traía en el coche un sabor agridulce. A la satisfacción del encuentro se sumaba cierto malestar, que me provocaba el sentir que –posiblemente- algunos no comprendan algunas de mis auto-exigencias, las responsabilidades que siento o las opciones que creo que debo tomar en ciertos momentos… el huir de determinadas situaciones, el marcharme cuando llega el momento, el tener que pasar página en algunas historias..  Decisiones con las que puedo acertar o no, claro; que pueden tener que ver con mi ministerio o no, pero que todas son parte de lo que soy.

A mí me pasa igual con ellos, a veces no comprendo, no concibo o no me gustan los pasos que se dan y soy el primero que –cuando hay amor por medio- no se calla. Algunos incluso me han corregido fraternalmente la dureza con la que a veces expreso mis opiniones; me hacen ver las cosas que tengo que corregir y mejorar.

Es curioso como el amor nos hace sentirnos grandes, capaces, fuertes; y al mismo tiempo pone de evidencia nuestras debilidades y asperezas. Gracias a él crecemos, nos reconocemos a nosotros mismos y encontramos los caminos.


Los amores que nos regalan muchas caras diferentes, los que brotan de nuestra alma, pero todos procedentes de la misma fuente…  

Se podría decir, a fin de cuentas, que somos amor; que yo soy amor y que ese amor es mi casa, la de todos.


viernes, 11 de febrero de 2011

10 de febrero. FIESTA

Otro día de no parar: catequesis, una charla en un colegio, una misa de difuntos, visitas, una amiga que ha venido de fuera…
He disfrutado especialmente con el ratillo del cole. Me pidieron que hablara a los padres de los niños de primera comunión, sobre la renovación de las promesas del bautismo y acepté. Iba un poco intranquilo, pensando que seguramente no tendrían demasiado interés en nada de lo que pudiese decirles, la verdad; pero  el caso es que he salido muy satisfecho del resultado. Tiene gracia, pero  no está uno muy acostumbrado a percibir respuestas por parte de un auditorio.
Hemos vivido muchos años en los que el sacerdote lo era todo y el laicado permanecía completamente pasivo. Gracias a Dios eso ya no es así, pero aún permanecen muchas malas costumbres de entonces. Lo noto en las eucaristías y en las celebraciones en general;  en las caras inmutables del personal; da igual si cuentas un chiste o haces una gracia, si te sinceras o compartes algo personal o si denuncias situaciones… los rostros no se alteran…ni un esbozo de sonrisa, o una expresión de preocupación… nada.


Y la verdad es que eso frustra un poquito a veces, te hace pensar y sentir que nadie te está escuchando, que estás aburriendo al personal, que no les importa mucho, que lo haces mal... Sé que no es así, primero porque nunca me alargo en las homilías y además porque, luego, siempre hay personas que se acercan y me comentan que les ha gustado lo que he dicho, o que he aportado algo a su reflexión; ¡pero que poco  se nota!

Queda claro también cuando, en un bautismo, a los presentes a participar y nadie se atreve; cuando todo el mundo se ha olvidado de las gafas cuando les pides que proclamen una lectura...


Supongo que es algo que nos tenemos que mirar en la iglesia, ¡una cosa más en la que podemos crecer! ser capaces de reconquistar todos juntos nuestros espacios celebrativos; inventar formas de expresión, de participación; de reflejar verdaderamente lo que cada comunidad cristiana vive; de conseguir que sean momentos en los que todos celebramos de forma activa.

Celebraciones que realmente sean eso. Muchas personas procedentes de otros lugares de África o América me comentan a menudo lo extraño que les resultan las nuestras, con todo el mundo tan serio y tan parado... ¡a veces hasta tan ausentes!

Lo fácil es echarle siempre la culpa al cura, pero es misión de todos el conseguir que nuestras reuniones litúrgicas expresen, además de la solemnidad y la grandeza de Dios, la alegría que nos produce su amor, su cuidado, su presencia entre nosotros. Una fiesta del Señor de la risa, la fraternidad, la vida, la ilusión y la alegría.

Es en ese Dios en el que creemos, el de todos, al que festejamos ¿no?