En la actualidad, este acontecimiento me lleva, en primer lugar a mis hermanos y hermanas que desarrollan su vocación en lugares difíciles, peligrosos, poco receptivos a la Palabra; más allá del sentimentalismo y de ñoñas ideas románticas, me habla de personas que se entregan a otras formas de vivir y comprender el mundo para, desde un profundo respeto, encontrar en ellas a Dios y llevar la dignidad, la justicia y la paz a todas las gentes. Hombres y mujeres que abandonan sus tierras y a su gente para enfrentarse a grandes dificultades, frustraciones y rechazos, para apasionarse con otros lugares, hombres y costumbres. En mi comunidad, sin ir más lejos, tengo un hermano que, tras dar la vida allí durante muchos años, siempre llevará a África en lo más profundo de su corazón…
Me sabe, igualmente, a universalidad, a los rostros de los hermanos americanos, asiáticos, africanos… a tanta gente querida o, aún por conocer, que vive y anuncia su fe en sus propios países, en otras lenguas, con otros acentos, en paisajes y climas lejanos y soñados desde aquí.
Pero el Domund, también me hace pensar en mí mismo y en mis hermanos de al lado, porque todos tenemos la responsabilidad y la oportunidad de ser parte de la misión de la Iglesia… lo cierto es que no nos queda otra, si de verdad nos encontramos con Dios, sólo podemos entusiasmarnos con Él y eso, hay que contarlo, comunicarlo y compartirlo.
El domingo del Domund, en definitiva, me habla del Reino de Dios; hoy no significa para mí más que amor, un amor que se extiende a todos los rincones del planeta y que hace que todos los seres humanos seamos hermanos…. Un amor que es blanco, amarillo, negro, rojo o “mezclaito”; que, no importa si brilla en España, en Chile, en Mozambique o en Corea… sea, donde sea, es el mío y el tuyo, el de todos en Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario