A la luz de esa reflexión he recorrido la mañana en el cementerio, el encuentro con los amigos de toda la vida, los bautismos, mi reunión con los dominicos seglares…
El volverme a ver con amigos con los que hacía mucho que no me encontraba, me ha llevado a recordar los críos que fuimos, las esperanzas que teníamos, los proyectos y sueños de grandeza que albergaban nuestros corazones; en sus rostros aún reconocía a aquellos chavales de instituto que conocí muchos años atrás, aunque la vida ha sido difícil para todos y nos ha tratado de formas distintas. En los ojos de mis amigos he recorrido todos estos años, mi experiencia de vida y de fe, y he comprendido que Dios se ha colado y continúa haciéndolo; siempre en mi camino, en la vida y en la muerte, en la alegría y el dolor… hoy lo ha hecho desde la experiencia y la ilusión de mis mayores en la Orden, desde las lágrimas de mi amiga en el funeral y en la sonrisa esperanzada de los padres que regalaban el bautismo a sus bebés…
Mi experiencia es la de un amor que, incansable, aprovecha cualquier oportunidad para llegar hasta mí; cualquier resquicio que aparece entre mis falsas seguridades y egoísmo; las brechas que el gozo, el dolor, e incluso la injusticia, abren en los ojos adormilados de mi corazón… la más mínima oportunidad para entrar en mi vida, transformarla y llenarla de su amor… para toda la eternidad.
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