Bueno, pues ya estoy en Salamanca, dispuesto a comenzar esta nueva experiencia de los cursos de doctorado.
En la paz de este convento, es donde estoy procesando todo lo vivido en los dos últimos días tan cargados de emociones.
Esta mañana, en el entierro de mi tío, el sacerdote con el que he concelebrado decía unas palabras hermosas y tan llenas de sentido, que aún no se me han ido de la mente:
Nos hablaba de que el sufrimiento no hay que anestesiarlo, que la única forma de poderlo vivir es sublimándolo.
Verdaderamente, me daba cuenta de la infinidad de veces y modos en los que tratamos de hacer lo primero… intentamos adormecer, tapar el dolor con distracciones, no pensando en ello; negándonoslo o no permitiendo que salga a la luz; buscando sustitutos de lo perdido o, en casos extremos, a base de copas.
Todo eso es inútil, porque a la larga, ninguna de esas opciones acaba con el daño y éste, tarde o temprano, acaba enquistado o explotando y saliendo por donde menos nos esperamos o desearíamos.
El buen sacerdote soriano; que por cierto, me ha tratado con una delicadeza y un cariño impresionantes; nos recordaba que el dolor es parte de esto de estar vivo y que, lo más acertado era reconocerlo y dejarnos afectar por ese sufrir sin instalarnos en él. Integrar eso que nos ocurre en la totalidad de lo que somos y dejar que el fuego de Aquél que dio la vida entera por ti, ilumine ese dolor. Permitir que el Señor obre el milagro en nosotros y transforme el llanto en paz; las heridas abiertas, en manantiales de vida; la piedra resentida, en tierra fértil de misericordia y perdón; toda nuestra muerte en resurrección.
Los creyentes no estamos libres del sufrimiento como piensan equivocadamente algunos; Dios no puede preservarnos a unos pocos, ni tampoco intervenir en el discurrir de la vida y la naturaleza sin romper la libertad que nos hace capaces para amar; todo lo contrario, en el camino de los seguidores de Cristo, el dolor debe estar más presente que en la vida de cualquier otro, porque hacemos nuestras las lágrimas de cualquier hermano, de todo hombre y mujer que se desangra de soledad o injusticia… Pero está de una forma distinta: en Cristo, por Él y con Él, podemos encontrar sentido donde no lo hay; de su mano, lo que podía destruirnos, nos hace más humanos, más libres, más grandes y más vivos.
Y eso es “allá”, pero también aquí y ahora.
La persona que pierde un ser querido, pasa por unas etapas antes de la "aceptación" como es la negación o la rebeldía.Por desgracia, por mucho que nos digan,es muy difícil aceptar la muerte ya sea por el motivo que sea.Hay ciertas palabras que te pueden consolar y depende de quién venga, pero el dolor sigue y tu pregunta de ¿por qué? también.Creo que es humano y ley de vida.Pero a veces te preguntas¿por qué pusieron esta ley? y no tienes más remedio que pensar en Dios, aferrarte a Él,escuchar palabras como las de ese cura, algo que te alivie.Ojalá tarden en llegar esos momentos tan fuertes.TQ.Bss
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