Eso es lo que dice el Evangelio de este fin de semana, es también la cita que elijo para ser proclamada en todos los bautizos (¡¡hoy hemos tenido cinco!!), porque lo resume todo y, además de una forma preciosa.
Qué bonito es eso del amor ¿verdad? Seguramente, si miramos a nuestro alrededor, todos tenemos muchos amores: el de las parejas, los hijos, los padres, el resto de la familia, los amigos… pero no por eso tenemos que caer en el error de creer que ya estamos cumpliendo ese único precepto de Jesús. Él nos habla de un amor que, si bien tiene tres dimensiones (hacia Dios, con todo lo que somos; al hermano y a uno mismo) es uno sólo…. No debe ser cuestión de tener muchos amores, sino de que seamos capaces de vivirlos todos de una forma unificada… que nuestro corazón, si prioriza a alguien sea al más pequeño; que no deje fuera a nadie; que sea desinteresado, fiel, cada vez más universal… y eso, aunque es más bonito todavía, también es mucho más duro y complicado.
Ese amor es el mismo Jesucristo, en Él, en su forma de vivir y amar (como también expresa el episodio de la transfiguración) se concentra toda la Palabra; es ese amor divino que, cuando se descubre, nos deslumbra en su hermosura y nos llena por dentro.
Escribo esto en esta noche, cuando he preparado la homilía de mañana tras haber estado un ratito muy corto con los amigos y la familia. El tiempo con ellos podía haber sido más prolongado, eso es lo que yo hubiese deseado porque necesito estar con ellos, pero no ha podido ser, he tenido que renunciar en favor de otras personas, otras necesidades y obligaciones…
Cuando entré en la Orden, mis padres tuvieron eso muy claro, que, a partir de ese momento, lo dejaba todo para darme a todos; lo sabían mucho mejor que yo que, durante mucho tiempo, he querido “nadar y guardar la ropa”. Pero el tiempo y la misión se han encargado de irme haciendo ver que no puede ser; cada vez han sido más las demandas, las necesidades que descubro, los lugares y las gentes que reclaman a Dios… así que, también van aumentando los momentos que me pierdo y las ocasiones en las que no puedo estar con los primeros a los que amé.
No digo esto como un lamento, ni mucho menos; no estoy hablando de renuncias, sino de elecciones; porque lo cierto es que (aunque a veces, como ayer me comentaba un hermano que está lejos, uno tiene la sensación de que se está distanciando) ese amor original no se pierde, lo siento con intensidad en todas las oportunidades en que puedo gozar de esas personas, sino que se enriquece, se hace más grande y de verdad; se conecta con el resto de lo que vives; alimenta y se nutre de todo lo demás. Es cuando lo limitamos y lo encerramos en pequeños amores individuales, cuando lo asfixiamos.
Esta noche me ha costado decirle a mis extraordinarios padres y a mis amigos ese “me tengo que ir ya”, pero estoy contento porque lo veo como un pasito más –de los millones que me faltan por dar- hacia ese único Amor hecho vida que es nuestro Dios.
ERES FENOMENAL, TUS AMIGOS SIEMPRE TE VAN A QUERER PASE LO QUE PASE. SIGUE, NO CAMBIES POR FAVOR
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