El pragmatismo del mundo en que vivimos, aunque no queramos, aunque no nos
demos cuenta; se va colando poco a poco en nuestras vidas y, ese valorarlo todo en función de la utilidad que
tenga o de los resultados que produzca, puede llegar a determinar nuestras
decisiones y sentimientos.
Si dejamos de lado lo que no nos ofrece
garantías de productividad; cuando no nos interesa aquello que no presenta un
claro beneficio; convirtiéndolo todo en objetos que usar y después tirar… dónde
queda la gratuidad, la fe, la cruz, ¡el
ser!
Y así cerramos nuestras manos al pobre que, aparentemente, nada puede
ofrecernos; nos hacemos daño unos a otros, nos aislamos; evitamos correr
riesgos por el Evangelio; nos alejamos de las opciones que pueden dañar nuestra
reputación o bienestar y nos afanamos en dar frutos que no son los de Dios.
Peor aún es cuando consideramos que el éxito o el fracaso en la vida dependen
de los resultados que obtengamos… ¡que mentira más dañina!
Hoy hablaba de ello con una persona y nos dábamos cuenta de que el triunfo
no está en el balance final, sino en el proceso. Lo que hace que alguien sea un
héroe no es terminar con la victoria, la historia y la mitología humanas están
llenas de grandes y admirables figuras que no acabaron ganando.
La auténtica heroicidad está en la forma de vivir y ser, las grandes
hazañas que realizamos cuando nos dejamos la piel, hasta el último aliento, en
algo.
De la misma manera, el mundo está cuajado de “triunfos miserables”, de supuestos
ganadores que no son nada memorables… aunque materialmente tengan de todo.
El fracaso es la renuncia, el tirar la toalla, conformarse con sucedáneos,
dejar de soñar y esperar.
El bautismo nos ofrece la posibilidad de ser héroes, heroínas de Dios:
gentes apasionadas que vibran con el mundo, el ser humano y la existencia; que
luchan sin sucumbir por el Reino en la tierra; que valientemente se exponen al
hermano y no dejan de confiar; que asumen y vencen el dolor con una mirada
serena; que aman, sirven y se dan hasta
morir; actores de las maravillas de Dios; borrachos de alegría y esperanza…
independientemente de para qué sirva todo eso después, sin calcular las
ganancias porque eso ya lo hará nuestro Dios.
Los que queremos seguir a ese Dios hecho hombre que murió en una cruz no
nos podemos olvidar de eso; los frutos de nuestra vida son cosa suya, sólo Él es el que nos da el triunfo de verdad.
Ah, has vuelto. Bienvenido entonces. Se me ocurre una sugerencia: igual podrías poner etiquetas sobre los temas de los que habla cada comentario, para que así sea más fácil buscar por temas una vez que ha pasado el tiempo, no?
ResponderEliminarUn beso y una alegría volver a encontrarte.