Acabo de empezar hoy unos ejercicios, que durarán tres días, con mis
hermanas las monjas.
Aparte de todo lo bueno que siempre me regalan, y que ya he comentado
muchas veces aquí, esta tarde he vivido un momento precioso con ellas.
Ha sido cuando me he dado cuenta de que estaba rodeado de un montón de
mujeres enamoradas, como yo; un grupo de personas que habían encontrado un amor,
tan inmensamente grande, que no habíamos podido rendirnos ante Él y entregarle la vida toda.
Todos habíamos experimentado como el Señor salía a nuestro encuentro y nos
llamaba por nuestro nombre y, al hacerlo,
nos mostraba quienes éramos y nos llenaba para siempre de su paz.
Algunas se dieron hace muchísimos años y su “sí” se había ido enriqueciendo
con cada acierto, cada caída, las dificultades superadas y las alegrías
experimentadas; otros teníamos más reciente nuestra respuesta, prácticamente aún
estábamos estrenando ilusiones y esperanzas; pero en todos nosotros estaba
igualmente viva la misma pasión, tan rabiosamente viva como nuestro Dios.
Él nos llamó tal y como somos, con las grandezas y las miserias de cada
cual, porque así es como nos ama y necesita… lo ilustrábamos con este cuento:
Voy a pasar estos días con unas hermosas “fresas de Dios”, es más, yo mismo
puedo ser una de esas fresas… y tú, que me estas leyendo ahora mismo, también…
hola tito soy alessandro y estoy en mi cole todo esto lo an visto mis compis y la profesora de religión te deseo lo mejor para este blog adios tito!!!!
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