Como ayer era domingo, hoy he ido a comer y pasar un rato con la
familia para celebrar en condiciones “el
día de la madre”
Al volver pensaba en mi madre y se me venía a la cabeza mi hermana que, si
Dios quiere, será madre también dentro de poco más de un mes… la una veterana y
la otra estrenándose ya como mamá, antes incluso de que nazca su niño.
Para las dos, para las buenas madres, sus hijos están antes que ellas
mismas; se esfuerzan, se sacrifican, trabajan, perdonan, renuncian a lo que sea
por ellos. Y ese amor maternal es uno de los mejores ejemplos que se me ocurren
para evidenciar el “dar la vida para ganarla” del que nos habla el Evangelio;
para mostrar con claridad que la felicidad verdadera, la que no se apaga con
nada, se encuentra en entregarse al otro, en dar vida.
Precisamente, el otro día, hablando del sufrimiento y de que éste no tiene
porqué quitarnos la paz, si desde Dios sabemos encontrar sentido donde no lo
hay, se nos ocurría el ejemplo de una madre en el parto: a pesar del dolor,
seguramente recordará siempre ese instante como el más mágico y hermoso de su
vida.
Cuando has tenido la suerte de conocer mujeres así; completamente humanas,
con sus virtudes y defectos, como todos, pero madres buenas; puedes entender y
valorar quién es María, la autentica; colocarla en su verdadero lugar. No
necesitas adornarla con oros ni joyas, bordados ni coronas, porque no hay nada
tan grande en ella como su amor maternal.
Con esa entrega y desde ella, pudo acompañar a su hijo; llenándose de
asombro y alegría en los momentos felices y también afrontando con serenidad el
terrible dolor de su pasión.
Esa es la perspectiva desde la que hoy también intercede por nosotros y es
figura de la Iglesia de Cristo: esa es la Iglesia que estamos llamados a construir,
madre amorosa y de misericordia para todas las personas; que no tenga otra
prioridad ni interés más que el ser humano y su plenitud.
Aunque con un día de retraso, felicidades a todas las madres buenas; a
quienes las podemos disfrutar, y también
a todas y todos los que queremos amar
como ellas.
Como madre, te puedo decir que las que realmente lo sentimos (por desgracia, hay algunas que no), es el sentimiento más hermoso que me ha pasado en mi vida.Y soy un claro ejemplo de no haber tenido unos buenos embarazos, de sentirse resentida mi salud, pero daría lo que fuese por ellos de nuevo, e incluso aún poniendo en riesgo mi vida, no me importaría volver a ser madre. Es lo más grandioso que una mujer puede recibir de Dios.¡Gracias por permitirnos ser MADRES!.TQ:Bss.
ResponderEliminarTú si que vas a ser un tito entregado y le vas a dar todo el AMOR del mundo... Porque tienes para todos. Lo sé. GRACIAS
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