Es una suerte tener tanto trabajo, me siento muy privilegiado por poder
estar y ser parte de tantos procesos, momentos y personas… pero, de vez en
cuando la cosa se pone complicada: cuando no puedes responder a todo, los
compromisos coinciden en el tiempo y no hay posibilidad de atenderlos a todos,
cuando tienes que decir que no a alguien…
Me siento muy mal cuando, como hoy, eso me ocurre… y lo cierto es que no sé muy
bien por qué. Sé que ni puedo ni debo pretender estar siempre en todo al cien por
cien; que no soy más que un instrumento; que el que conoce y decide no soy yo.
Aceptar las frustraciones es algo imprescindible, no sólo para vivir sino
también para ser seguidores de Jesús. Los creyentes (y yo el primero) tenemos también
que aprender a “callar”, es decir, a no poder estar, a no tener todas las
respuestas, a no ser capaces de solucionarlo todo
Admitirlo, pero no con una amarga
resignación, sino desde la confianza en que se llega hasta donde se puede y que
el resto, ya está en manos de Dios.
No es bueno que los cristianos –tanto a nivel individual como de toda la
Iglesia- intentemos ser “omnipresentes”
o estar continuamente “hablando”, porque si así lo hacemos, lo más probable es
que en lugar de su Palabra, acabemos proclamándonos a nosotros mismos. Entonces
es cuando tenemos todas las papeletas para hacerlo mal.
Cuando haces todo lo que está en tus manos y las cosas no salen, pues no
han salido… lo mejor es aceptarlo con paz y, desde esa confianza, tratar de
encontrarle sentido.
Justo hoy, que deambulaba yo entre lo que sé y lo que siento, me he
encontrado con este cuento que me viene como anillo al dedo, espero que os
guste.
El viejo Haakón cuidaba una ermita. En
ella se conservaba un Cristo muy venerado que recibía el significativo nombre
de “Cristo de los Favores”. Todos acudían para pedirle ayuda.
Un día también el ermitaño Haakón
decidió solicitar un favor y, arrodillado ante la imagen, dijo:
— Señor, quiero padecer por ti. Déjame
ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.
Y se quedó quieto, con los ojos puestos
en la imagen, esperando una respuesta.
De repente -¡oh maravilla!- vio que el
Crucificado empezaba a mover los labios y le dijo:
— Amigo mío, accedo a tu deseo, pero ha
de ser con una condición, que, suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de
guardar siempre silencio.
— Te lo prometo, Señor.
Y se efectuó el cambio. Nadie se dio
cuenta de que era Haakón quien estaba en el cruz, sostenido por los cuatro
clavos, y que el Señor ocupaba el puesto del ermitaño. Los devotos seguía
desfilando pidiendo favores, y Haakón, fiel a su promesa, callaba.
Hasta que un día… Llegó un ricachón y,
después de haber orado, dejó allí olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero guardó
silencio. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas más tarde, se
apropió de la bolsa del rico.
Y tampoco dijo nada cuando un muchacho
se postró ante él, poco después, para pedir su protección antes de emprender un
viaje. Pero no puedo contenerse cuando vio regresar al hombre rico, quien,
creyendo que era ese muchacho el que se había apoderado de la bolsa, insistía
en denunciarlo.
Se oyó entonces una voz fuerte:
— ¡Detente!
Ambos miraron hacia arriba y vieron que
era la imagen la que había gritado.
Haakón aclaró cómo habían ocurrido
realmente las cosas. El rico quedó anonadado y salió de la ermita. El joven
salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando por fin la
ermita quedó sola, Cristo se dirigió a Haakón y le dijo:
— Baja de la cruz. No vales para ocupar
mi puesto. No has sabido guardar silencio.
— Señor –dijo Haakón confundido-, ¿cómo
iba a permitir esa injusticia? Y Cristo le contestó:
— Tú no sabías que al rico le convenía
perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio para humillar a una muchacha.
El pobre, en cambio, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo.
En cuanto al muchacho último, si hubiera quedado retenido en la ermita no
habría llegado a tiempo de embarcar y habría salvado la vida, porque has de
saber que en estos momentos su barco está hundiéndose en alta mar.
Leyenda noruega
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