domingo, 27 de mayo de 2012

27 de mayo. PARADOS NUNCA


Acabo de regresar de un viaje un poco más largo que de costumbre.

La verdad es que al principio me daba bastante pereza arrancar: todas las cosas y los trabajos que tengo pendientes, o el echarme tantos kilómetros a la espalda en tan poco tiempo; y también tenía mis miedos a las posibles dificultades que se podían presentar, a dejarme olvidado en casa algo que me fuese a hacer falta…

Pero bueno, a pesar de todo, me preparé la mochililla una vez más y me puse en marcha.

Nada más salir, comenzaron las sorpresas, los imprevistos compañeros de viaje (unos más agradables que otros), los paisajes que no me canso de mirar, alguna cabezada que te deja el cuello dolorido, algo de esperas, las distintas  paradas, los enlaces…. Y al final del camino, de nuevo la magia del rencuentro, los abrazos, la alegría reflejada en  las caras de los que quieres, la tierra que llevo agarrada en el corazón, los recuerdos de toda una vida… la paz y la seguridad de tu “hogar universal”.

Y vuelvo cansado, sí, pero contento y renovado, con las ilusiones encendidas y la alegría dibujada en el alma… justo a tiempo para celebrar en mi parroquia la fiesta del Espíritu, Pentecostés.

Ese Espíritu que precisamente es puro dinamismo y novedad, porque es el Espíritu del Amor de Dios: sólo en el Amor podemos mantenernos unidos a la vez que cultivamos la diversidad, las riquezas individuales; únicamente en Él es posible vencer las perezas y los miedos; en Él es donde está lo que somos, nuestra casa sin paredes.




Porque el que quiere dejarse llevar por el Amor no puede pensar que ya tiene bastante…¡siempre quiere más!, es incapaz de instalarse en nada ni nadie creyendo que ya ha alcanzado la meta… ¡sabe que aún queda mucho por vivir y descubrir!; no se apolilla ni acartona jamás…  ¡todo es tan permanentemente nuevo!

Al soplo del Espíritu se está  en camino continuo y, si sé mira atrás, es para reconocer lo recorrido y dar las gracias.

Las experiencias de este fin de semana no dejan de ser para mí una invitación a revisarme,  no sea que haya algún aspecto de mi vida que se esté parando, a sacudirme las telarañas y darle caña a la existencia;  a levantarme y abrir las alas, a soñar para regalar los sueños, trabajar y  zambullirme en el ser humano y en el mundo… ¡ven Espíritu de Dios!

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