viernes, 11 de mayo de 2012

11 de mayo. LO QUE SOMOS


Una cosa que voy comprobando día a día es que el dolor de muchos hombres y mujeres de hoy (y supongo que desde siempre) reside en un desequilibrio tremendo entre la forma en que vivimos y lo que somos en realidad.

En nuestra sociedad es fácil encontrarse con la creencia de que somos “dioses”: huimos de la muerte, no nos gusta pensar en ella, la escondemos…como si fuésemos a vivir eternamente; creemos que el ser humano es todo poderoso, que nuestra ciencia y la sola capacidad humana lo abarcan todo, lo conocen todo y podrán arreglarlo todo; el “yo” se erige como el bien máximo y queremos ser infalibles…vivir como supermanes aislados que son autosuficientes.

Y a la vez, nos tropezamos con lo poco que se aprecian las vidas de las personas; con gentes (¡continentes enteros!) que no cuentan para nada; usamos al otro e incluso a nosotros mismos como moneda de intercambio o para comprar unas migalas de satisfacciones efímeras; no nos queremos a nosotros mismos y nos hundimos en mediocridades…



Basta con pararse un momento a pensar  para darnos cuenta de que por ahí no puede estar ni el sentido, ni la felicidad…¡porque no somos eso, no somos así!

Es como si nos empeñáramos en caminar con un pantalón de una sola pierna o usar una camiseta sin cuello por el que sacar la cabeza.



De nuevo, las cosas de Dios son al revés. Una de las cosas más hermosas que tiene la fe, el relacionarse con Él y tenerlo en tu vida, es que te sitúa en tu propia verdad.




El saber como Dios nos ve, nos muestra que cada uno de nosotros es irrepetible, absolutamente grande y bello, insustituible, precioso, de infinito valor, con la más alta de las dignidades; pero a la vez, nos lleva a reconocer nuestra pequeñez y debilidad de criaturas… nos permite fallar, equivocarnos; nos invita a recibir y dar perdón y misericordia ante los errores; nos enseña a necesitarnos; nos deja cambiar, aprender, crecer.



Dos caminos contrarios… el primero no sé para quién será; lo que está claro es que el divino es el que nos conduce a ser auténticamente humanos.

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