He vivido un día diferente, muy distinto a los que suelo vivir y realmente
precioso.
Horas en las que he disfrutado de las heridas sanadas; de pasados que
pasaron y de promesas de paz para el mañana.
Nos cuesta mucho salir de nuestra inmediatez; escapar de esos árboles del
presente que nos impiden ver más allá, ampliar horizontes; entender la vida tal
cual es.
Así nos aferramos a fugacidades, intentando retener lo que necesariamente
se acabará; o nos anclamos en rencores que nos ahogan el corazón, alimentándolos
sin cesar, pretendiendo que sigan vivos lo que ya son y deben ser cadáveres.
Y no voy a negar que hay sentimientos y vivencias que no quisiéramos perder
y otros que parece que nunca pasarán, que no podremos superarlos jamás…
Pero todos sabemos, porque lo hemos vivido, que eso no es así, que mientras
permanezcamos abiertos y con buena voluntad, todas las llagas se acaban
cerrando, las buenas experiencias permanecen de una forma o de otra y siempre
vendrán nuevas sorpresas que disfrutar.
El perdón, la generosidad, la paz, el exponerse a vivir, ¡Dios! … ahí está
la montaña desde la que podemos obtener la mejor perspectiva, una visión
completa de cómo es la vida, de quienes somos los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario