Hoy había prometido una visita a las hermanas de un monasterio que está en un pueblo cercano pero al tiempo de salir me he dado cuenta de que no tenemos coche; que se averió el otro día y está en el taller… ¡el chasco de la tarde! Pero bueno, que le vamos a hacer… tenía muchas ganas de estar con ellas, pero lo que no se puede, no se puede y además es imposible.
Luego un hermano me ha invitado a que vaya a visitarlo a un país que me apasiona… pero me temo que tampoco puede ser.
Después, justo antes de misa, ha venido a verme una amiga. Hace unos años, los dos trabajamos junto a una hermana dominica en un grupo de jóvenes que acababan de llegar de distintos países de América. Intentábamos que se sintieran acogidos –algunos eran muy jóvenes- y que se conocieran y relacionaran entre ellos.
No puedo imaginarme lo que se debe sentir teniendo que abandonar tu tierra e irte tan lejos a edades tan tempranas; dejar atrás a los seres más queridos, a veces incluso a los hijos; encontrarse, muchas veces, con que aquí se les explota e incluso rechaza…
Pero sobre todo, no queríamos que, en su afán de integrarse, no acabaran renunciando a su identidad y cultura; que buscaran el intercambio mutuo; que fuesen conscientes de la riqueza de la que eran portadores; de la cantidad de valores y capacidades que ellos podían aportar en nuestra sociedad; de la falta que eso nos hacía aquí.
Esta chica se marcha el mes que viene para América, a colaborar varios años en el proyecto en el que ahora está asignada la religiosa dominica. Me contaba que le gustaría llevar algo de dinero para allá, con el que poder ayudar en la precaria situación de las hermanas. La verdad es que la cosa está muy difícil, porque no creo que haya ninguna organización ni colectivo que pueda donar nada con esta urgencia y sin un proyecto por escrito.
Como cada día, he deseado tener esa varita mágica que resolviera todos los problemas…pero no tengo ni varita, ni un coche de repuesto para subir a ver a las monjas, ni dinero para mi hermana… (¡Me hace una gracia la gente que cree que los curas tenemos mucho y que vivimos muy bien!)
El caso es que soy pobre; no me tengo ni a mí mismo, estoy en manos de mi Dios, soy de mis hermanos y, como aquellos jóvenes del grupo, peregrino, itinerante por el mundo…
Y hay días en que cuesta serlo, en los que quisieras tener dinero para una situación determinada; echar raíces en algún sitio concreto o liarte la manta a la cabeza, coger un avión o hacer lo que me apetezca. ¡Esas son mis tentaciones!
Deseos de ser yo, sólo yo, con mis capacidades y fuerzas, el que decida, resuelva y conduzca mi camino. Por mucho que vengan revestidas de bondad o generosidad, no dejan de ser eso: tentaciones, que intentan alejarme de la vida que –verdaderamente- me hace completamente feliz; que me conducen a alguien que no soy yo, que tampoco quiero ser.
Sé que lo mucho o poco que tengo, los dones que he recibido, lo que pueda hacer…es todo limitado e imperfecto y que solo pueden terminar en decepción, vacío, frustración y sucedáneos de vida. Sé que sólo Él es capaz de hacerme LIBRE, para ser, amar y vivir.
Así vivió Jesús de Nazaret, Domingo de Guzmán y muchísimos más. Libres y felices recorriendo los caminos de Dios, cantando el Amor y con una cruz en las manos, expresión de la entrega de toda una vida; de cada minuto y de cada aliento. ¡ASÍ SE PUEDE VIVIR!
Un hermano, que tenía que cambiar de asignación, me contaba una vez lo doloroso que le resultaba abandonar una ciudad, a las gentes con las que había trabajado y vivido durante varios años. Y yo le contestaba que ¡claro que duele! Y gracias a Dios que sentimos esa punzada, porque es señal de que amamos, de que estamos VIVOS. Lo que debería preocuparnos es el marchar de un lugar sin dejar a nadie atrás, sin que nos importe.
La pobreza nos vacía para que pueda invadirnos el Amor. Un amor que se hace grande hasta que te rompe y te fracciona…y eso duele, claro, pero no hay nada tan hermoso como tener “el corazón patío” y repartido entre tantos sitios y personas.
Esa es nuestra vocación; nuestra verdad… la de todos.
Gracias por dar tu mano de hermano...!!!! Y de artísta alegre y generoso, porque el anagrama ha quedado precioso. !!
ResponderEliminarYa ves es en la pobreza que necesitamos darnos las manos y la daremos....es tal vez para que se vea claro que es lo mejor que tenemos y no lo confundamos con las riquezas.
Gracias por estar ahí y por ser como eres, y por dar tu mano de hermano..!
Con mucho cariño, Marisabel
"La pobreza nos vacía para que pueda invadirnos el Amor".
ResponderEliminarPensando en esta tremenda frase he pensado que quizá por eso son bienaventurados los pobres de espíritu, porque solo siendo pobre y sabiéndose necesitado, solo así se puede llenar un espíritu como el humano. Un abrazo hermano.