Estamos de preparativos para el viaje de mañana. Me hace mucha ilusión que vengan al encuentro los chicos de confirmación; he puesto muchos esfuerzos en ello, pero reconozco que también me preocupa bastante la expedición; el saberme responsable de los chavales, el que les guste la experiencia, que disfruten, que salga todo bien... igual es que me paso de responsable, de miedoso; siempre he sido demasiado nervioso…
Para colmo ya han surgido algunas dificultades, una que no puede venir a última hora; problemas a la hora de ponernos de acuerdo y cosas así.
El caso es que he pasado el día algo nervioso, sintiéndome por dentro esa intranquilidad, ese cosquilleo por los brazos que no se te va con nada.
En medio de todo eso, un regalo inesperado. Un café con una persona impresionante; sólo la conocía superficialmente, de verla cada domingo en misa y poco más. Hoy me ha pedido hablar un momento conmigo y ha resultado ser una de esas a las que la vida se les pone muy cuesta arriba; a los que les llueven los obstáculos de verdad por todas partes y que, sin embargo, no pierden la paz ni la sonrisa.
Mientras disfrutaba de su conversación, pensaba en mi interior en lo admirable de aquél hombre y en la grandeza de su actitud, de su forma de no rendirse e insistir en tirar del carro de los suyos, a pesar de todo.
Me he despedido de él poniéndome a su disposición, ofreciéndole -con toda la sinceridad posible- lo que estuviese en mi mano; su esfuerzo, su heroicidad se merece toda la ayuda de la tierra.
Y seguía pensando en cuanta gente habrá así por el mundo, héroes y heroínas anónimos; grandes seres humanos en los que nadie repara y que pelean titánicamente por su gente, pero con una sonrisa en los ojos.
Ejemplos andantes para todos nosotros, modelos de vida con los que nos cruzamos por la calle, en el trabajo, las facultades, las tiendas y que nos recuerdan, desde lo que son y viven, que Dios no está en su cielo; que está aquí muy cerca, al lado, pegadito a nuestro dolor. Que son todo un doctorado de fe con patas.
Ahora, después de ese café, estoy más tranquilo, he hecho lo que creía mejor y todo lo que podía... ahora sólo me queda confiar.
El que nunca apuesta no puede perder... ¡el que apuesta por Cristo tampoco! y además siempre gana.
Los dados ya están en el aire, ahora la jugada (el resultado del fin de semana, lo que les llegue a mis chicos, lo que vivan…) es de mi Dios.
REZARE PARA QUE TUS CHICOS ESTÉN RECEPTIVOS YA QUE NUESTRO PADRE SE HA VALIDO DE UN BUEN MEDIADOR
ResponderEliminarSeguro que va todo bien. Ya sabes que cuando las cosas a veces parece que no están en nuestras manos y que no las controlamos, es Él quien lo hace y, entonces, no puden salir bien.
ResponderEliminarMe hace pensar en Tunez, Egipto, MArruecos, Libia, e Islandia (sí, nadie nos ha dicho que en Islandia también ha habido una revolución social y los ciudadanos han tomado el poder, tirando a los partidos políticos a la calle).
Igual suena raro que tu comentario me recuerde a ello. Pero es eso de que Dios, Padre-Madre, sopla en su espíritu en quienes trabajan por la justicia, en quienes desean la paz, en quienes creen que otro mundo, más justo y solidario es posible.
Y entonces, a pesar de los miles de muertos, sobre todo en esta última revolución contra el loco de Gadafi (¡que se ha paseado con su 'haima' por toda Europa y ha tenido a todos nuestros gobernantes a sus pies!), sé que, algún día, la justicia y la paz se encontrarán.