Hoy no ha salido nada como en principio estaba programado, las previsiones se han ido viniendo abajo una a una y ha acabado resultando un día algo tonto… a veces me pasa eso. Sin saber muy bien por qué, me quedo como parado, como si alguien presionase el botón del “off” y me quedase apagado.
En días así me siento raro, con una extraña sensación por dentro, algo entre el nerviosismo o la intranquilidad que me produce el pensar que debería estar haciendo cosas continuamente; y la paz, la serenidad de la desconexión… sé que es una comedura de cabeza rara esto que estoy contando; no sé si esto me pasa sólo a mí o es una experiencia común a otros, pero ahora estaba pensando que si esto me ocurre de vez en cuando, quizás es que lo necesito.
Los que me conocen dicen que no sé decir que “no” y la verdad es que algo de verdad tienen, pero yo no diría que no sé hacerlo sino que no me sale de dentro. No sé me siento urgido a atender aquello que la gente me pide, no acepto por compromiso u obligación sino por vocación.
El caso es que tengo la vida muy llena y eso me gusta, siempre estoy de aquí para allá, con unos y con otros; de reuniones, celebraciones, dibujos, sacramentos…. Así que me gusta pensar que hay días, como hoy, en los que Dios me dice, “para, hoy vas a estar sólo conmigo” y me hiciese desaparecer.
No es que me haya pasado el día rezando, no…. Al menos no, desde el concepto de oración que solemos manejar normalmente; es más bien una especie de cerrar los ojos y dejarse cuidar, sentir su calor, su mimo. Como cuando una parejita se pega una escapada romántica y no hace falta que hagan ni digan nada, simplemente quieren “estar” únicamente el uno con el otro.
Son espacios necesarios para que crezca el amor, el conocimiento, la intimidad; que alejan los miedos, los sinsabores, las culpabilidades; son aire que respirar y agua fresca para los pies cansados; aromas que renuevan el sentido de todo. Momentos de desierto en los que el Señor me hace reconocer mi propio cansancio, mi necesidad; en los que me recarga las baterías y me moldea como sólo Él sabe hacerlo.
Y yo… mi cuerpo, mi corazón y mi mente se abandonan en ese abrazo de intimidad y – con todo el gusto del mundo- se dejan hacer.
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