Sigo en cama, aunque hoy he preparado un apaño para poder trabajar y hacer los encargos pendientes.
No es que esté mucho mejor que ayer, sigo más o menos igual, pero sí que he tenido una disposición distinta. Ayer me dejé vencer por el tiritón y los dolores pero, ya hoy, no aguantaba más el aburrimiento, así que había que buscar soluciones. Así que he acercado el ordenador y los materiales hasta aquí, he acabado todos los dibujos, los he enviado y, la verdad, es que he estado muy a gusto.
Pienso en una tarde en la que hablamos con la gente de confirmación acerca del sufrimiento y las circunstancias difíciles. Decíamos que, aunque es verdad que hay situaciones que, a lo mejor, no tienen solución; también es cierto que, para todos los momentos complicados, siempre hay una salida. La tentación más fuerte es la de compadecernos a nosotros mismos y buscar la lástima de los demás, pero eso no nos conduce a nada. Por el contrario, la vida, el mundo, está repleto de ejemplos de personas que han sido capaces de ir más allá de eso para poder encontrar la forma de superarse, de reducir las limitaciones. La diferencia entre unos y otros es la actitud que adoptan; una opción a la que todos nos enfrentamos infinidad de veces, en las cosas graves de la vida y también en las insignificantes, como mi resfriado.
Hay quien dice que, en el fondo, no es una decisión sino más bien una cuestión de caracteres; que hay personas que son más animosas y otras más débiles. Yo lo pienso distinto, no creo que seamos de una forma u otra, sería muy triste que estuviésemos sentenciados de esa forma, aunque me puedo equivocar, claro está. Puede que haya gente a la que ese esfuerzo de superación le cueste más que a otros, acontecimientos que nos desbordan y que parezca que pueden con nosotros, pero es entonces cuando podemos recurrir a nuestra “arma secreta”: ¡el Señor Jesús!
Yo he crecido viendo eso muy de cerca cada día; palpando como el amor que viene de Él y que va a los nuestros, puede con cualquier incapacidad y circunstancia… seamos como seamos.
Así lo enseña también el Evangelio, ahí tenemos al bueno de Zaqueo, ni los errores cometidos, ni el daño generado, ni los obstáculos ni la limitación pudieron detenerle; nada de eso tuvo la última palabra; encontró la salida, la forma de vencerlo todo a la hora de abrir las puertas de su “casa” a la Salvación.
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