Hoy ha sido un día bonito, han venido varios amigos de fuera y su visita me ha “obligado” a aparcar temporalmente las ocupaciones para poder atenderlos. Me han dado la oportunidad de visitar algunas ofertas de mi ciudad que aún no conocía y de darme un paseíto por el centro, de rodearme del ambiente que, en las calles, anuncia que ya está muy cerca la navidad.
Es curioso cómo, algo que para mucha gente es habitual y rutinario, para otros puede constituirse en un auténtico lujo. Para mí ha sido eso, todo un privilegio el poder olvidarme un poco de todo y pasear.
La jornada acababa con una conversación muy interesante en la que, por un lado, me he enfadado un poquillo pero, por otro, me ha aportado mucha luz.
La razón por la que me molestaba al charlar con ellos era la rapidez con la que, en algunas ocasiones, nos pronunciamos acerca de problemas y situaciones ajenas; sé que es fácil caer en ese error de valorar las cosas desde fuera, sobre todo cuando estamos situados en posiciones privilegiadas. Yo mismo cometo esa equivocación con frecuencia, sin embargo hay muchas de esas dificultades con las que ahora tengo un contacto muy cercano; que ya no tienen para mí nada de abstracto, sino nombres y apellidos, rostros concretos y un dolor que también me duele a mí…. Desde ahí, todo se ve diferente y, lo cierto, es que ahora me siento ofendido cuando creo que se simplifican esos padecimientos que, por desgracia, llaman a la puerta de mi corazón casi todos los días. ¡Cómo cambia el cuento entonces! Cuando las personas dejamos de vernos como números y nos miramos a los ojos.
La luz procedía de una idea que se ha repetido varias veces a lo largo de la noche: es preciso romper las dinámicas que causan el sufrimiento y, en esa fractura, mejor que una tremenda revolución en la vida, lo más efectivo son los gestos sutiles, pequeños cambios que se van extendiendo.
Me acordaba de como el solo hecho de cambiarme de cuarto, está resultando una solución eficaz en mi lucha con el desorden que siempre me acompañó… ahora sé dónde lo tengo todo y no me cuesta nada mantener las cosas limpias y cuidadas.
En estos días de adviento, puede que esa sea la mejor propuesta para lograr una conversión estable; el buscar una forma asequible de romper las rutinas que nos mantienen en lo que no somos ni queremos; un cambio pequeñito que, con la ayuda de Dios, seguro que acaba siendo grande e importante.
Yo he caido como muchos en enjuiciar las cosas que suceden a los demás, pero ahora me pregunto:si yo estuviera en el lugar del otro con todos sus condicionantes¿sería mi juicio el mismo?.Seguro que no.
ResponderEliminarTu dibujo de hoy se parece a un cuadro de Henri Matisse.Parecen bailarines que flotan mientras danzan.Opino que has usado los colores de forma instintiva.Hoy he querido comentar tu dibujo,es precioso.Gracias por todo.
ResponderEliminarEs motivo de enfado a lo que te refieres, pero da tu opinión y basta.La vida es bastante compleja.Conozco a personas que desgraciadamente han pasado por situaciones así, y ahora no se acuerdan.Es más, se permiten el lujo de criticar incluso a quienes les estuvieron al lado en esos momentos, a quienes le ayudaron,a quienes les dieron su fuerza, su cariño,...Es muy fácil acomodarse a lo bueno.El problema es que no todo dura en la vida, y al final está quién te pone en tu lugar."No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita".Y lo importante es aprender que en lo duros momentos, tienes a tu lado, personas que ni pensabas, y las que pensabas, no están, con lo cuál la vida te enseña a seleccionar y apreciar lo que realmente tienes a tu alrededor.
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