miércoles, 30 de marzo de 2011

29 de marzo. ESTÁS AQUÍ

Esta mañana he estado con un niño al que quiero mucho y que el pobrecito lleva casi una semana ingresado en el hospital, parece que no es nada serio y él ya se encuentra de maravilla… pero está agobiado de estar allí y se muere de ganas de salir. Un hospital no es sitio para nadie y menos para un niño.
Es un chaval de esos que, desde chiquitito, ha tenido una sensibilidad extraordinaria para las cosas de Dios y parece que ha salido de él  el deseo de que yo fuese a verlo y habláramos. No sé si lo que hemos estado comentando le habrá servido de algo, pero lo cierto y verdad es que, siendo tan joven, ya conoce esa desagradable experiencia y, lo mejor, sabe a quién se tiene que agarrar en momentos así, que el Señor es su amigo y que está a su lado.
Después he presenciado como alguien se plantaba en sus convicciones evangélicas y se negaba a participar de una actividad muy beneficiosa, pero totalmente inmoral; de esas de las que la gente no suele confesarse, pero que son las más dañinas porque aprovechan la injusticia y explotan al hermano.
He tenido el privilegio de ser testigo de su opción y de cómo, a partir de eso y misteriosamente, se ha puesto en evidencia un engaño y todas las partes implicadas salían ganando.  He podido comprobar, emocionado, como la bondad y el valor triunfaban sobre la mentira y la codicia.
A mediodía, un lujazo, una cervecita de amor, amistad y fraternidad.
Un poco más tarde, otra historia interesante, una persona que no parece lo que es me ha dado una lección tremenda; me ha hecho darme cuenta de mis propios prejuicios, de que me había dejado llevar por las apariencias y me estaba colando del todo.
Ha resultado ser alguien repleto de bondad y entrega; mientras que yo he acabado siendo, otra vez, un inepto que después de haberlo infravalorado, ha terminado confiando en sus manos un asunto importante.
Resulta que, a lo mejor, varias personas acaban encontrando estabilidad y la felicidad  gracias a alguien que ya estaba ahí, pero yo me había permitido el lujo de juzgar por la apariencia. ¡Toma cura de humildad!
A última hora, en la eucaristía, celebrábamos el aniversario del nacimiento de un angelito en el cielo, una niña que hace dos años llegó a casa de Papá-Mamá Dios. Ha sido otro de esos momentos en los que se evidencia mi inexperiencia y mi limitación; de esos en los que hablas, intentas iluminar la esperanza de esos padres…pero lo que más te gustaría hacer es callarte y abrazarlos sin más. Quisiera poder transmitirles toda la paz y el amor de Dios pero ¡me siento tan frustrado!
Sin embargo esta vez había algo que me ha impactado: la serena belleza de esa madre y la templada confianza del rostro de su marido.
Cuento todo esto porque hoy he visto con apabullante claridad esa mano del Padre que siempre está ahí, sosteniéndonos en la enfermedad, regalándonos el amor, presente en los negocios, enseñándonos en el hermano, en los niños, sostén en el dolor, reciente en el vacío y luz en el sinsentido…
Otro día regalado, día grande para hombres y mujeres tremendos, Dios de su pueblo, y pueblo de Dios.
Esa es mi alegría, la nuestra, saber  (y no de cabeza sino por experiencia) que, en la vida y en la muerte, somos del Señor.

1 comentario:

  1. ¡¡gracias por compartir desde lo sencillo tu experiencia de Dios..!! :)

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