domingo, 6 de marzo de 2011

5 de marzo. UNA PAELLA DE VIDA

Hoy me he pasado casi todo el día dibujando, adelantando los encargos que tengo pendientes. Cuando me pongo a trabajar con las líneas y los colores, además de disfrutar como un enano,  siento como si me desdoblara; como si, a través de lo que estoy expresando, lo más profundo de mi mismo volara a otros lugares, conectara con Dios y saliera al encuentro de personas queridas que son la inspiración, estimulo, ejemplo y la concreción de lo que quiero pintar… es una especie de oración que me absorbe por completo y que me hace perder la noción del tiempo.
Hoy he tenido muy presente todo el tiempo a un hermano y amigo que ha dado un paso importante en la vida y en su vocación. Hace poco tiempo, fue víctima de lo que a mí me pareció una injusticia; desde entonces me ha sobrecogido la fe y el amor con los que ha afrontado su dolor, el de los que lo queremos y las distintas circunstancias que se le han presentado. En todo momento ha sabido vivirlo todo con humildad y gratitud, confiando en Dios; rescatando los aspectos positivos de cada ocasión y atreviéndose a exponerse de nuevo.
Como siempre, la oscuridad acaba disipándose y la luz lo inunda todo de nuevo. Mi hermano ya goza nuevamente de esa claridad y de “la recompensa” que el Señor le regala tras todo lo superado.
Tras la cruz, siempre llega la resurrección; esa es nuestra fe y no se trata solo del “más allá” sino, fundamentalmente del aquí y ahora. Tras las “muertes” de nuestra vida, siempre alcanzamos la VIDA de la mano de Dios; si junto a él vivimos las lágrimas, las incomprensiones, las soledades… (no con una resignación pasiva, sino con la esperanza creativa del amor) siempre acabamos encontrándonos –como María de Magdala, la primera predicadora- con el Señor; con la alegría de su abrazo; con su plenitud y la superación infinita de todo aquello que nos planteábamos antes de “morir”.


 
Me hubiese encantado compartir también físicamente esa comida de vivos,  junto a la playa, no ha podido ser esta vez,  pero sí que he estado junto a él en la oración, con mis dibujitos y con el corazón.

2 comentarios:

  1. Y todo fue posible porque siempre me he sentido acompañado. Con vosotros, y contigo también, aprendí lo mucho que significa permanecer con alegría en la senda de la vocación. Porque mereció la pena, y porque no hay cosa mas bella que permanecer junto a Dios con los hermanos, ayer volví a decir SÍ. Y me sentí el hombre más arropado de todos; con los mios, junto a los míos. Evidentemente tú también estabas. Muchas gracias por tanto que me has dado y me sigues aportando. nunca estaré los suficientemente agradecido.
    Un hermano agradecido.

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  2. No sólo a ti!!! Hay más de uno que le hubiera gustado compartir esa comida de vida, de fraternidad y de Dios... Esa manera tan extraña de rehacer Dios las vidas de sus hijos merece celebrar los regalos que nos va haciendo, la experiencia de que pese a las injusticias Dios sigue cuidando de todos y cada uno...

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