sábado, 12 de marzo de 2011

11 de marzo. 11 DE MARZO

No es necesario recordarle a nadie la fecha de hoy; en España todos la llevamos grabada con sangre y dolor en lo más profundo del alma.  Hace siete años se puso de manifiesto en nuestra tierra lo peor del ser humano, pero también lo mejor; en los gestos de las gentes y la unidad en el dolor…
Hoy, los telediarios nos presentaban también la tragedia de Japón. El mundo ha contemplado conmocionado la furia de la naturaleza, la indefensión del ser humano y más sufrimiento, muerte, incomprensión.
Días como este nos presentan con claridad el drama que a diario y en infinidad de rincones del planeta sufren nuestros hermanos; a veces a manos de otras personas y otras por nuestra propia finitud. Una realidad que de la que, de ninguna manera, me quiero olvidar.
El día de mi ordenación ilustraba la hoja de cantos con un fragmento de la homilía de un hermano mío; la que Pierre Claverie –obispo dominico de Orán  en Argelia- nos ofrecía pocos días antes de ser asesinado en 1996
Desde aquí la vuelvo a compartir. Lo hago porque sigue de rotunda actualidad y porque quiero que mi reflexión de hoy, la de toda mi vida, sea la suya…
“Desde que empezó el drama argelino, me han preguntado a menudo: ¿Qué hacéis allí? ¡Regresad a casa sacudiendo el polvo de vuestras sandalias!... ¿Dónde está nuestra casa? Estamos allí a causa de este Mesías Crucificado, no por otra cosa ni por ningún otro. No tenemos intereses que salvar, ni influencias a mantener. No nos sentimos empujados por no sé qué perversión masoquista o suicida. No tenemos ningún poder, pero estamos allí como en la cabecera de la cama de un amigo o de un hermano enfermo, en silencio, cogiéndole la mano, secando el sudor de su frente. A causa de Jesús, porque es él quien sufre allí, en esa violencia de la que nadie escapa, crucificado de nuevo en el cuerpo de miles de inocentes. Al igual que María, su madre y san Juan, estaban allí, al pie de la cruz en que Jesús muere, abandonado por los suyos y ocasión de burla para la gente. Para el cristiano ¿no es esencial estar presente en los lugares de sufrimiento, de menosprecio, de abandono…?
¿Dónde estaría la Iglesia de Jesucristo, que es ella misma Cuerpo de Cristo, si no estuviera allí en primer lugar? Creo que la Iglesia se muere por no estar bastante cercana de la cruz de su Señor. Por muy paradójico que pueda parecer, y san Pablo lo expresa bien, la fuerza, la vitalidad, la esperanza cristiana, la fecundidad de la Iglesia viene de allí, de ningún otro lugar, ni de otra manera. Todo lo demás no son más que falsas ilusiones. La Iglesia se equivoca y engaña al mundo cuando se sitúa como un poder entre otros, como una ONG, o como un movimiento evangélico de gran espectáculo. Podría brillar, pero no quemar del fuego del amor de Dios, “fuerte como la muerte”, como dice el Cantar de los Cantares. Pues es una cuestión de amor, de amor en primer lugar y solo de amor. Una pasión de la cual Jesús nos ha dado el gusto y señalado el camino: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn. 15, 13).
Dar su vida. Eso no está reservado a los mártires, o al menos, estamos llamados, tal vez, a convertirnos en mártires, testigos del don gratuito del amor, del don gratuito de su vida. Este don nos viene de la gracia de Dios que nos ha sido dada en Jesucristo.
Dar la propia vida es esto y nada más. En cada decisión, en cada acto, dar concretamente algo de sí mismo: el tiempo, una sonrisa, la amistad, alguna habilidad propia, una presencia aunque sea silenciosa o impotente, una atención, un apoyo material, moral y espiritual, una mano tendida… sin cálculo, sin reserva, sin miedo a perderse.”

1 comentario:

  1. "La Iglesia se muere por no estar bastante cercana de la cruz de su Señor".
    Y cuando dice cruz quiere decir amor del Señor.

    "Dar la propia vida es esto y nada más. En cada decisión, en cada acto, dar concretamente algo de sí mismo: el tiempo, una sonrisa, la amistad, alguna habilidad propia, una presencia aunque sea silenciosa o impotente, una atención, un apoyo material, moral y espiritual, una mano tendida… sin cálculo, sin reserva, sin miedo a perderse".
    Para que al final de nuestros días hayamos vivido, y hayamos vivido plenamente, porque no hay nada más opuesto al amor como el miedo.

    Gracias hermano por compartir con nosotros estas palabras día a día.

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