jueves, 31 de mayo de 2012

31 de mayo. EL ABRAZO DEL ALMA


De vez en cuando, amanece un día “raro”, en el que nada parece ser como habitualmente es. En este caso, he tenido la sensación  como de si el resto del mundo se hubiese detenido, todo ha estado muy tranquilo y he podido dedicarme a estudiar.

En esa serenidad he pasado las horas casi sin enterarme; con el alma envuelta por el abrazo de Dios y ahora, antes de dormir ese calor continúa arropándome.




El día de hoy ha sido un regalo inesperado, que además me ha hecho ver que tengo que buscar ocasiones así con más frecuencia; ralentizar el ritmo de todo para gustar en profundidad el amor… porque los brazos del Señor siempre nos están rodeando, continuamente abiertos, pero nosotros somos los que no nos detenemos de vez en cuando a saborearlo.

Siempre me digo a mi mismo que todo es demasiado importante, que nada puede esperar, porque lo que me reclama sin parar son los asuntos relativos a seres humanos, a mis propios hermanos. Imagino que a todos nos pasa lo mismo, sea cual sea nuestra situación: la familia, la pareja, el trabajo, los estudios… todo parece urgentísimo e imposible de aparcar por un rato.

Lo que tendríamos que comprender del todo –y yo el primero- es que cuando nos detenemos para vivir un tiempo en intimidad con Dios, no nos estamos alejando de ninguno de los afanes de nuestra vida; no escapamos de nada ni nadie, sino todo lo contrario… cuando percibimos y gozamos  la ternura y la intensa pasión con la que nos rodean los brazos del Señor, nosotros mismos estamos abrazando igual a la humanidad entera; su mirada nos  enseña a mirar también a nosotros y nuestro corazón se enciende para poder seguir dando amor.

30 de mayo. HURACÁN


La otra noche, en una oración que compartía con el grupo de jóvenes de la parroquia, se leyó un texto en el que se utilizaba una expresión que me pareció muy sugerente.

Hablaba del Espíritu como un huracán divino que esparcía por el mundo entero la presencia de Jesús entre la humanidad: el que es brisa suave, cotidiana, anónima, sutil… es al mismo tiempo un “huracán”, ese viento impetuoso que arrastra, sobrecoge y transforma.




No sé si será por los momentos personales que atravieso o por alguna sensibilidad especial, pero me entusiasmó la idea de sentirme envuelto en ese tornado de Dios; de pensar que son sus corrientes las que me hacen volar, las que me transportan y orientan.

El mismo torbellino que llega a todos los rincones de la tierra, en medio del que infinidad de otros hermanos abren las manos y se dejan impulsar rumbo al Reino.

Luego llega la vida: una persona que visité en el hospital y que ya ha marchado a la casa del padre, una señora que casi me saca de quicio, los trabajos del día, las llamadas de los amigos, las risas en comunidad… un día normal, como muchos otros, pero esa imagen; en la que un sinfín de personas de todos los rincones del planeta compartimos el aliento y el impulso;  me está acompañando desde entonces,  pinta una sonrisa orgullosa en mi corazón y me ha ayudado a creerme lo que creo.

Supongo que visualizar, de esa forma o de cualquier otra,  la grandeza de ser creyente; la suerte inmensa de saber que jamás estaremos solos ni indefensos; la fascinación del camino del Evangelio o la intimidad del amor en Dios; es una herramienta útil para poder vivir en armonía con nuestra fe. A mí, al menos, hoy me ha resultado indispensable para poder lanzarme y afrontar, en clave de Dios, algunas cosas que tenía pendientes.

miércoles, 30 de mayo de 2012

29 de mayo. VER O NO VER, ESA ES LA CUESTIÓN


Esta tarde tenía  cita con el oftalmólogo, me ha dicho que tengo muy bien la vista, así que me sigo escapando  de tener que usar gafas y cosas así.

Pero, el otro día, hablando de esto con un amigo, comentaba que si me mandaran las gafas, sería un desastre con lo despistado que soy: las iría olvidando por todas partes, se me estropearían, no las tendría a mano cuando me hiciesen falta y, a lo peor, hasta las perdía con lo caras que son… no, concluía, si me dicen que tengo que empezar a usarlas no lo haré, “porque yo veo perfectamente”

Mi amigo, que sí utiliza lentes, me contestaba: “eso es lo que tú te crees, yo antes pensaba lo mismo y, después, me di cuenta de que no había sido así; con las gafas empecé a ver los colores con más intensidad y las formas más definidas, caí en la cuenta de todo lo que me había perdido…”

Aquella conversación insustancial me ha dado mucho qué pensar. ¿Cuántas personas, o incluso nosotros mismos, con qué frecuencia vamos por el mundo creyendo que percibimos las cosas tal y como son; que la realidad del mundo y de los otros responde obligatoriamente a nuestra propia percepción? ¿no se nos estará escapando también la intensidad de muchas circunstancias; los matices de las gentes, la nitidez de lo que  ocurre?

Igual nuestras vidas son mucho más ricas y bonitas de lo que nos damos cuenta; puede que estemos rodeados de seres que son preciosos, aunque nosotros los tiñamos con el gris de la rutina…

Eso podía explicar muchas cosas de por qué el mundo está como está; la razón por la que tantas personas, siendo buenas, permanecen en la indiferencia frente a las injusticias o a las posibilidades que nos rodean.

¿Será que ya hace mucho tiempo que a la humanidad se nos recetaron unas gafas, pero insistimos en que no nos hacen falta, que vemos bien? Son gratis y están a nuestro alcance… son las gafas del Evangelio.


martes, 29 de mayo de 2012

28 de mayo.¿POR QUÉ NO TE CALLAS?


Es una suerte tener tanto trabajo, me siento muy privilegiado por poder estar y ser parte de tantos procesos, momentos y personas… pero, de vez en cuando la cosa se pone complicada: cuando no puedes responder a todo, los compromisos coinciden en el tiempo y no hay posibilidad de atenderlos a todos, cuando tienes que decir que no a alguien…

Me siento muy mal cuando, como hoy,  eso me ocurre… y lo cierto es que no sé muy bien por qué. Sé que ni puedo ni debo  pretender estar siempre en todo al cien por cien; que no soy más que un instrumento; que el que conoce y decide no soy yo.




Aceptar las frustraciones es algo imprescindible, no sólo para vivir sino también para ser seguidores de Jesús. Los creyentes (y yo el primero) tenemos también que aprender a “callar”, es decir, a no poder estar, a no tener todas las respuestas, a no ser capaces de solucionarlo todo

Admitirlo,  pero no con una amarga resignación, sino desde la confianza en que se llega hasta donde se puede y que el resto, ya está en manos de Dios.

No es bueno que los cristianos –tanto a nivel individual como de toda la Iglesia-  intentemos ser “omnipresentes” o estar continuamente “hablando”, porque si así lo hacemos, lo más probable es que en lugar de su Palabra, acabemos proclamándonos a nosotros mismos. Entonces es cuando tenemos todas las papeletas para hacerlo mal.

Cuando haces todo lo que está en tus manos y las cosas no salen, pues no han salido… lo mejor es aceptarlo con paz y, desde esa confianza, tratar de encontrarle sentido.

Justo hoy, que deambulaba yo entre lo que sé y lo que siento, me he encontrado con este cuento que me viene como anillo al dedo, espero que os guste.



El viejo Haakón cuidaba una ermita. En ella se conservaba un Cristo muy venerado que recibía el significativo nombre de “Cristo de los Favores”. Todos acudían para pedirle ayuda.



Un día también el ermitaño Haakón decidió solicitar un favor y, arrodillado ante la imagen, dijo:



— Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.



Y se quedó quieto, con los ojos puestos en la imagen, esperando una respuesta.



De repente -¡oh maravilla!- vio que el Crucificado empezaba a mover los labios y le dijo:



— Amigo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición, que, suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar siempre silencio.



— Te lo prometo, Señor.



Y se efectuó el cambio. Nadie se dio cuenta de que era Haakón quien estaba en el cruz, sostenido por los cuatro clavos, y que el Señor ocupaba el puesto del ermitaño. Los devotos seguía desfilando pidiendo favores, y Haakón, fiel a su promesa, callaba.

Hasta que un día… Llegó un ricachón y, después de haber orado, dejó allí olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero guardó silencio. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas más tarde, se apropió de la bolsa del rico.



Y tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él, poco después, para pedir su protección antes de emprender un viaje. Pero no puedo contenerse cuando vio regresar al hombre rico, quien, creyendo que era ese muchacho el que se había apoderado de la bolsa, insistía en denunciarlo.



Se oyó entonces una voz fuerte:



— ¡Detente!



Ambos miraron hacia arriba y vieron que era la imagen la que había gritado.



Haakón aclaró cómo habían ocurrido realmente las cosas. El rico quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando por fin la ermita quedó sola, Cristo se dirigió a Haakón y le dijo:



— Baja de la cruz. No vales para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.



— Señor –dijo Haakón confundido-, ¿cómo iba a permitir esa injusticia? Y Cristo le contestó:



— Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio para humillar a una muchacha. El pobre, en cambio, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo. En cuanto al muchacho último, si hubiera quedado retenido en la ermita no habría llegado a tiempo de embarcar y habría salvado la vida, porque has de saber que en estos momentos su barco está hundiéndose en alta mar.



Leyenda noruega


domingo, 27 de mayo de 2012

27 de mayo. PARADOS NUNCA


Acabo de regresar de un viaje un poco más largo que de costumbre.

La verdad es que al principio me daba bastante pereza arrancar: todas las cosas y los trabajos que tengo pendientes, o el echarme tantos kilómetros a la espalda en tan poco tiempo; y también tenía mis miedos a las posibles dificultades que se podían presentar, a dejarme olvidado en casa algo que me fuese a hacer falta…

Pero bueno, a pesar de todo, me preparé la mochililla una vez más y me puse en marcha.

Nada más salir, comenzaron las sorpresas, los imprevistos compañeros de viaje (unos más agradables que otros), los paisajes que no me canso de mirar, alguna cabezada que te deja el cuello dolorido, algo de esperas, las distintas  paradas, los enlaces…. Y al final del camino, de nuevo la magia del rencuentro, los abrazos, la alegría reflejada en  las caras de los que quieres, la tierra que llevo agarrada en el corazón, los recuerdos de toda una vida… la paz y la seguridad de tu “hogar universal”.

Y vuelvo cansado, sí, pero contento y renovado, con las ilusiones encendidas y la alegría dibujada en el alma… justo a tiempo para celebrar en mi parroquia la fiesta del Espíritu, Pentecostés.

Ese Espíritu que precisamente es puro dinamismo y novedad, porque es el Espíritu del Amor de Dios: sólo en el Amor podemos mantenernos unidos a la vez que cultivamos la diversidad, las riquezas individuales; únicamente en Él es posible vencer las perezas y los miedos; en Él es donde está lo que somos, nuestra casa sin paredes.




Porque el que quiere dejarse llevar por el Amor no puede pensar que ya tiene bastante…¡siempre quiere más!, es incapaz de instalarse en nada ni nadie creyendo que ya ha alcanzado la meta… ¡sabe que aún queda mucho por vivir y descubrir!; no se apolilla ni acartona jamás…  ¡todo es tan permanentemente nuevo!

Al soplo del Espíritu se está  en camino continuo y, si sé mira atrás, es para reconocer lo recorrido y dar las gracias.

Las experiencias de este fin de semana no dejan de ser para mí una invitación a revisarme,  no sea que haya algún aspecto de mi vida que se esté parando, a sacudirme las telarañas y darle caña a la existencia;  a levantarme y abrir las alas, a soñar para regalar los sueños, trabajar y  zambullirme en el ser humano y en el mundo… ¡ven Espíritu de Dios!

miércoles, 23 de mayo de 2012

23 de mayo. PREDIC-ANDO


Durante estos días estamos celebrando, en la parroquia, un triduo dedicado a Sto. Domingo (que mañana es la fiesta de la traslación) y Sta. Catalina de Siena.

Domingo de Guzmán; un santo muy desconocido pese a ser uno de los que mayor influencia ha tenido en la vida e historia de la Iglesia; es alguien que no deja de sorprenderme de apasionarme…y ¡no sólo porque sea nuestro fundador!

Hoy, a raíz de las lecturas que la liturgia nos presentaba pensaba: San Pablo, en la primera se despide de sus discípulos: el Evangelio es anunciado; se proclama el reinado de Dios; se muestra su mirada de Amor; Todos los creyentes podemos identificar los nombres y las sonrisas de quienes nos presentaron al Señor; seguramente los recordamos con el corazón agradecido a esa generosidad  y entrega….



Pero llega un momento en que el predicador ya lo ha dado todo, hizo cuanto estaba en su mano, se dio hasta el límite… entonces llega el momento de abrir la mano y confiar en la semilla sembrada y en los discípulos que la han recibido.

Yo tenía presente a Domingo; un hombre que, sin necesidad de milagros llamativos ni grandes gestas; con su forma de vivir y creer,  pone de manifiesto, con claridad meridiana, que Dios estaba con él; sólo así puede explicarse su vertiginosa visión de futuro al priorizar, hace ochocientos años, valores que no se descubrirían hasta mucho después como la libertad, la democracia, el diálogo; una profunda intimidad con Dios es el único punto de partida desde el que puede explicarse la intensidad de una vida radical y entregada pero sin fuegos artificiales, sin auto propaganda, con la Palabra como única protagonista.




Domingo inició el camino, la aventura dominicana… a él se lo debemos todo sus hijos e hijas, pero ahora es nuestro momento, el de los creyentes de hoy; la hora de que respondamos; de tomar- con gratitud y respeto- el relevo… de preparar el legado de los creyentes del mañana.

Con este dibujo del fundador de la Orden quiero orar y expresar ese agradecimiento y la admiración más profunda a todos los que nos han precedido, a nuestros padres, madres, abuelos, hermanos mayores que hicieron posible que, hoy, podamos continuar disfrutando de este exquisito regalo de la fe.

martes, 22 de mayo de 2012

22 de mayo. PERROS


Cuando tratamos de vivir con sinceridad nuestra fe es inevitable que, tarde o temprano, aparezcan las críticas y las falsas acusaciones de aquellos que no pueden o no quieren comprender o de los que se sienten delatados o amenazados por tu forma de ser y vivir.

Tristemente, con el paso del tiempo, uno va aprendiendo en propia carne esa lección que ya se nos anuncia desde algunas de las principales líneas del Evangelio:

“Bienaventurados vosotros, cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.”

Las críticas siempre duelen, a nadie le gusta ser objeto de los insultos y las invenciones de los demás… pero es necesario escucharlas, pensarlas por si llevan algo de razón y poder corregirnos… en la Iglesia hemos crecido mucho cuando nos hemos atrevido a tener en cuenta las objeciones que se le presentaban y hoy no deberíamos dejar de hacerlo.  Lamentablemente no siempre es así, también es común que las personas de fe suframos ataques que, únicamente buscan hacer daño.

Cuando esto ocurre, a mí me gusta darle la vuelta a la situación, como Jesús nos enseñó en las bienaventuranzas y, de lo que quería ser una ofensa, extraer un halago.

Por ejemplo, a lo largo de la historia, de los dominicos se ha hecho un juego de palabras: se inventa el origen de nuestro nombre –que en realidad se debe a nuestro fundador, Domingo de Guzmán- al latín Domini canis (perros del Señor).  A través de los siglos, este “apodo” se ha usado como insulto, pero también como algo de lo que nos enorgullecemos. Yo le encuentro mucho más sentido a lo segundo.




Ante todo porque si somos del Señor ya tiene que ser algo bueno y a mí me encanta pensar que puedo llegar a ser eso, un perro de Dios: un amigo fiel que quiere permanecer incondicionalmente a su lado; un corredor que salta por encima de cualquier obstáculo para llegar a la meta, que lleva el fuego de la Palabra al mundo entero; un guardián que trata de proteger la casa, a la familia del Señor –la humanidad entera-  de las falsedades y la idolatría de los falsos dioses….un sabueso que lo rastrea; que por medio del estudio, la fraternidad y la oración;  no se detiene en la búsqueda de la Verdad.

Cuando, en conciencia, sepamos que las acusaciones y la incomprensión que puedan llegarnos, se deben a nuestra voluntad de ser fieles a nuestra fe; verdaderamente podremos estar orgullosos de cada mala palabra que recibamos; esa alegría además nos permitirá que veamos al que nos acosa, no como el enemigo que quiere ser, sino  con los ojos de la compasión y la misericordia.

21 de mayo. EN EL CIELO


Ayer mismo celebrábamos la fiesta de la ascensión. Las experiencias, los seres humanos, no podemos vivir en un constante estado de entusiasmo, de exaltación; por intensas que sean las vivencias, tarde o temprano, nos acabamos relajando, lo normalizamos todo.

Cristo ha sido glorificado, se “sienta”, se abraza con el Padre y nosotros con Él. La certeza de que vive, que está presente entre nosotros, sigue estando ahí…como al principio, pero ahora de otro modo; de esa forma misteriosa en que Dios se nos muestra; de la única manera en que las criaturas podemos comprender al que nos sobrepasa en todos los sentidos.




Compartía estas palabras en la homilía dominical y, entre los participantes de la Eucaristía, una persona habitual de la parroquia; alguien a quien la vida se le estaba poniendo muy cuesta arriba; que en muy poco tiempo se había llevado varios golpes fuertes y que había quedado hoy conmigo para hablar de todo ello…me escuchaba totalmente ajena a que, esta noche, aún le esperaba el peor  de los zarpazos; uno de los más duros que la vida puede darnos.

Al llegar esta mañana, me comunicaba emocionada el fallecimiento de un ser muy querido.

¡¡Puuuf!!! Mientras la abrazaba no dejaba de pensar en lo cruel que, en ocasiones,  se puede volver la existencia; en dónde está el límite de sufrimiento que podemos resistir…

Buscaba inútilmente en mi interior una palabra, aunque sólo fuese un poquito de aliento que poder ofrecerle.

Sin embargo, aunque estaba llena de dolor, enseguida he descubierto que tenía delante a alguien que lo estaba afrontando todo desde la fe y la paz.

Me ha dicho que, cuando la muerte ha pasado por su casa, lo primero que ha recordado han sido las palabras que dije ayer tarde en la eucaristía;  el corazón dolía, sí, pero sabía que el Señor había sido el primero, que todos iríamos después con Él.

Esta noche rezo por ellos, por quienes se han ido, por sus familias y le doy gracias a Dios por esos testimonios tan grandes de fe cotidiana con los que, muchos de mis hermanos, cristianos de a pie, me edifican y sostienen.

domingo, 20 de mayo de 2012

19 de mayo. EL VASO NUEVO


He vivido un día diferente, muy distinto a los que suelo vivir y realmente precioso.
Horas en las que he disfrutado de las heridas sanadas; de pasados que pasaron y de promesas de paz para el mañana.
Nos cuesta mucho salir de nuestra inmediatez; escapar de esos árboles del presente que nos impiden ver más allá, ampliar horizontes; entender la vida tal cual es.
Así nos aferramos a fugacidades, intentando retener lo que necesariamente se acabará; o nos anclamos en rencores que nos ahogan el corazón, alimentándolos sin cesar, pretendiendo que sigan vivos lo que ya son y deben ser cadáveres.
Y no voy a negar que hay sentimientos y vivencias que no quisiéramos perder y otros que parece que nunca pasarán, que no podremos superarlos jamás…
Pero todos sabemos, porque lo hemos vivido, que eso no es así, que mientras permanezcamos abiertos y con buena voluntad, todas las llagas se acaban cerrando, las buenas experiencias permanecen de una forma o de otra y siempre vendrán nuevas sorpresas que disfrutar.
El perdón, la generosidad, la paz, el exponerse a vivir, ¡Dios! … ahí está la montaña desde la que podemos obtener la mejor perspectiva, una visión completa de cómo es la vida, de quienes somos los seres humanos.

viernes, 18 de mayo de 2012

18 de mayo. YA ES


Con el fin de semana, se han acabado también los días de retiro que he pasado con las monjas… ¡se me han escapado volando!.
Durante este tiempo, hemos querido celebrar nuestra identidad, agradecer nuestra vocación. 








































Nos dábamos cuenta de que, nuestro ser dominicano, confluye con los demás carismas y formas de seguir a Cristo en el amor. No sólo en ese amor que le tenemos a los amigos, padres, hermanos, hijos o parejas (si sólo amáis a los que os aman, ¿qué merito tenéis?) sino en uno mucho más amplio y profundo… el de Dios.
Nos hemos recordado unos a otros que todos somos aprendices en ese amor… que ¡por eso seguimos al “Maestro”!
Podemos pensar que ese amor,  que es el Espíritu de Dios; el que es para todos, sin condiciones, desinteresado, gratuito, fiel, definitivo…  es un ideal, un proyecto bello pero  que no podamos alcanzar.
Sin embargo, cuando volvía a casa; radiante por el tiempo compartido con mis hermanas y por todo lo que me dan; en la radio del coche ha sonado una canción que me ha hurgado en el recuerdo: era una canción que yo siempre cantaba  con un viejo amigo mientras fregábamos los platos. Esas notas me han devuelto todos los buenos ratos que viví con ese compañero de mis años de formación.
Éramos uña y carne, nos reíamos juntos un montón y también nos tocó plantar cara juntos a más de un problema y dolor. Un día, por las cosas de la vida, dejó la Orden y, desde entonces, prácticamente no he vuelto a saber casi nada de él.
Aquella música me evidenciaba que, a pesar del tiempo y la distancia, ese amor, esa amistad seguía viva (seguro que casi todos hemos experimentado lo mismo alguna vez). Y, precisamente, lo que sentía era así, como habíamos estado hablando en el monasterio: un amor que había abierto la mano; que permitía que el otro marchara, sin esperar nada.
La voz de Madonna, que emitía esa emisora, confirmaba nuestra convicción: vivir el amor de Dios, dejarnos llenar por ese Espíritu, no es un sueño inasequible…ya estamos en ello, ya lo estamos viviendo, lo hemos experimentado…  nos quedará mucho que aprender, sí; muchos puertos aún en los que atracar y de los que zarpar después; pero  ese amor, ya está aquí, es realidad en mi vida, en la de las monjas y en la tuya también… es el camino, el viaje en el que estamos embarcados.

miércoles, 16 de mayo de 2012

16 de mayo. LAS FRESAS DE DIOS


Acabo de empezar hoy unos ejercicios, que durarán tres días, con mis hermanas las monjas.

Aparte de todo lo bueno que siempre me regalan, y que ya he comentado muchas veces aquí, esta tarde he vivido un momento precioso con ellas.

Ha sido cuando me he dado cuenta de que estaba rodeado de un montón de mujeres enamoradas, como yo; un grupo de personas que habían encontrado un amor, tan inmensamente grande, que no habíamos podido rendirnos ante Él y entregarle  la vida toda.




Todos habíamos experimentado como el Señor salía a nuestro encuentro y nos llamaba por nuestro nombre y, al hacerlo,  nos mostraba quienes éramos y nos llenaba para siempre de su paz.

Algunas se dieron hace muchísimos años y su “sí” se había ido enriqueciendo con cada acierto, cada caída, las dificultades superadas y las alegrías experimentadas; otros teníamos más reciente nuestra respuesta, prácticamente aún estábamos estrenando ilusiones y esperanzas; pero en todos nosotros estaba igualmente viva la misma pasión, tan rabiosamente viva como nuestro Dios.

Él nos llamó tal y como somos, con las grandezas y las miserias de cada cual, porque así es como nos ama y necesita… lo ilustrábamos con este cuento:



Voy a pasar estos días con unas hermosas “fresas de Dios”, es más, yo mismo puedo ser una de esas fresas… y tú, que me estas leyendo ahora mismo, también…

martes, 15 de mayo de 2012

15 de mayo. LA RED


Anoche, estuvimos hasta las tantas, en uno de los grupos de la parroquia, hablando de la actual situación económica del mundo; tratando de comprender y desentrañar sus causas y consecuencias.

Al final de la conversación, nos planteábamos qué hacer ante todo lo dicho; cómo actuar o reaccionar ante semejante maraña de corrupciones y ambición.

Estábamos de acuerdo en que la raíz de todo, la verdadera crisis era de valores como la honestidad, el compromiso, el trabajo y la generosidad. Habría que buscar un modo de vida alternativo, concluíamos.

Yo no dejo de darle vueltas a que, probablemente, en momentos como este es cuando más se evidencia la verdad del Evangelio; son situaciones así las que nos hacen darnos cuenta de que aquel Galileo tenía razón y, hace más de 2000 años ya nos ofreció las respuestas que buscamos hoy.

No es casualidad que los discípulos estuviesen empeñados en sus redes cuando recibieron la llamada…podían haber estado con sus familias o tomándose un vinito con los amigos…pero no, estaban enfrascados en aquello que les permitía mantenerse, en sus trabajos, en la búsqueda de lo que les permitía comerciar y ganarse la vida.

Y Jesús les invita a dejar eso de lado, a priorizar otras cosas y a seguirle “os hare pescadores de hombres”. Es el ser humano el que debe estar en el centro de nuestra existencia, no el dinero.

No podemos servir a Dios y al dinero… y aunque no queramos, acabamos viviendo solo para ese ídolo que nos engaña. Las redes de lo económico, en cualquiera de sus formas, nos prometen seguridad, bienestar, felicidad… pero no es así; una vez que nos atrapan nos tienen en sus manos, nos exprimen y causan dolor –a uno mismo o al de al lado-.




“Dejad las redes y seguidme”… no podemos irnos a vivir a la selva, ni prescindir de nuestro sistema social, pero, a lo mejor, esas palabras hoy nos invitan a revisar nuestras actitudes y prioridades materialistas, para buscar el modo de romper con ellas, de salirnos de su seducción, de vivir y presentar un modo alternativo de ser y relacionarse.

En medio de esta crisis, ante tantas familias que están sufriendo, frente a la amenaza que nos rodea a todos… estas palabras siguen sonando en la playa que cada uno somos… deja las redes y sígueme.

domingo, 13 de mayo de 2012

13 de mayo. A POR ELLOS...¡¡¡¡OOOOEEEEE!!!


Con este domingo, amanecía un día que me venía temiendo desde hacía varias semanas: comenzábamos las primeras comuniones en la parroquia.

En otras ocasiones, ya  he comentado lo mal que lo suelo pasar porque me toca pasearme entre la gente haciendo de “policía”: intentando que los invitados que abarrotan la Iglesia, mantengan el ambiente y un respeto a lo que estamos celebrando.

Más de una vez he salido escaldado, porque nunca falta quien te contesta de mala manera y hasta te insulta… en fin, que para un tímido, tan tímido como yo, es todo un suplicio.

Llevo días angustiado ante esa “misión imposible”, preparándome para los desplantes y los malos ratos que, para colmo no parecían servir de mucho… ¿qué podemos hacer un grupillo de personas, en una parroquia perdida, para transformar la actitud generalizada del personal en este tipo de eventos?

Sin embargo, esta mañana las cosas no han sido así: resulta que prácticamente no he tenido que ejercer mi “labor policial”; que  la inmensa mayoría de los asistentes han seguido las pautas que marcamos desde la comunidad parroquial; hemos celebrado la eucaristía en un hermoso clima de silencio y participación y todo ha resultado con una dignidad que casi todas las parroquias envidiarían.

Cuando los niños salían de la Iglesia, con todo terminado, yo me sentía entusiasmado: ¡habíamos podido disfrutar de los chavales y de Dios, de la liturgia, de las sorpresas que los catequistas habían preparado, de las preciosas canciones del coro! ¡ todo había salido genial! Estaba tan contento que el cuerpo me pedía salir al micrófono para dar las gracias a todos, por su educación y por la forma con que habían permitido que todo se desarrollara así. Después, todas las personas implicadas en la fiesta, celebrábamos juntos ese bello resultado; lo hacíamos como Dios manda, con la mesa compartida en fraternidad y alegría.

No quiero pecar de triunfalismo, puede que haya sido sólo casualidad…. Pero me gusta pensar que, con el trabajo y el esfuerzo de los años, algo estamos consiguiendo; que vamos ganando batallas en esa misión que, a lo mejor, no era tan imposible.


Me esperanza creer que no hay nada que debamos dar por inalcanzable; que no hay por qué resignarse  ante todas esas cosas que en la vida –personal o social- nos parecen demasiado grandes,  desbordantes o inmutables; que los males de este mundo pueden caer; que (aunque los caminos puedan ser desagradables o supongan sacrificios) todo podemos lograrlo si trabajamos juntos y de la mano de Dios.

Hoy me acuesto acariciando esa idea, ilusionado y agradecido ante esa posibilidad de vencerme, por lo menos,  a mi mismo.

sábado, 12 de mayo de 2012

12 de mayo. FAMILIA QUE QUIERE SER FAMILIA




Esta mañana viajaba en plan relámpago a Madrid, a una reunión de Familia Dominicana. Lo cierto es que, de antemano, se me hacía pesado asistir; con todo lo que tengo pendiente, tanto tiempo de camino me daba bastante pereza.

Y así llegaba a la capital: tarde aunque he cogido el primer tren de la mañana; cansado por lo temprano que he tenido que levantarme y algo desmotivado.

Sin embargo, las horas que he pasado con mi familia religiosa: con los laicos, los frailes, las hermanas (y las monjas, que seguro que han asistido también desde la oración) han supuesto toda una inyección de energía.

En primer lugar el ambiente: rencontrarte con personas que son importantes para ti y a las que no puedes ver todo lo que te gustaría; los nuevos hallazgos que se han incorporado al corazón hace poco y que ya te ofrecen todo su cariño, y esa mágica conexión que descubres en lo dominicano, incluso con quienes no aún conoces.

Después el planteamiento general: somos una familia decidida a ser FAMILIA y a mostrarnos al mundo desde esa verdad, conscientes de que la apuesta por ese amor es nuestra primera y mejor predicación.

Por último, el comprobar como las buenas intuiciones y quienes apuestan por ellas se van abriendo paso; que avanzamos en el camino; que dejamos que el Espíritu nos guíe hacia ese deseo común que, hace casi 800 años comenzó Santo Domingo. No soy nada “institucional”, pero tengo que admitir que a veces las cosas se hacen bien, jejeje…



Y ahora pienso que ese empujón que yo he recibido de la familia dominicana, todos podemos encontrarlo en nuestros propios ambientes. Cuando la amenaza del desaliento asome por la ventana, todos podemos volvernos y mirar el camino que ya hemos recorrido junto a Dios: cómo nos enamoró; cuando nos rendimos ante su seducción y se lo dimos todo; las batallas que ha ganado con nosotros; los peligros superados de su mano; las caras, las manos, los hombros que nos ha ido regalando a lo largo del tiempo… todas las gentes que nos ha puesto delante para que nos mostraran lo grande que es ese amor…




Volver a recorrer cada paso  con el alma y darnos cuenta de toda la felicidad que encontramos en nuestro Señor; de que no hay nada como bailar su música toda la vida; que jamás podrá haber espacio en nosotros para la rendición.