lunes, 30 de abril de 2012

29 de abril. REFORMAS


Como hoy es domingo, puede que a la mayoría de la gente le haya pasado inadvertido que hoy celebramos a Santa Catalina de Siena; pero yo, como dominico, no puedo ni quiero olvidarme de esta gran mujer y hermana nuestra.




Son muchísimas las cosas que habría que decir de ella, pero hoy, en particular, quiero centrarme en el papel que fue capaz de desempeñar en el mundo y en la Iglesia.



Es fácil imaginarse lo poquita cosa que una mujer podía ser en aquél entonces, en pleno siglo XIV; la insignificancia de una joven (murió con 33 años) que ni siquiera era religiosa en aquella sociedad. Sin embargo, esta laica dominica fue capaz de reconocer las equivocaciones que en su mundo se cometían; las graves heridas que padecía su Iglesia; los errores del papado… y no sólo los reconoció, sino que se atrevió a denunciarlos y a enfrentarse a todos ellos.

Una sencilla mujer, analfabeta que, valientemente,  trató con papas y príncipes y contribuyo decisivamente en la reforma de todo aquel desastre.



El secreto de Catalina, la fuerza y el sentido de su misión y predicación, fue su estrecha intimidad con el Señor.  Sólo así es posible no tener miedo, perseverar al final; es la única manera de no perdernos, de no enredarnos en luchas personales; en lograr sueños e ideales que sólo son nuestros y no de Dios… de trabajar sin romper la comunión y sin hacer daño a nadie.



Si ella pudo, ¿Por qué no nosotros? ¿Por qué esperar que los cambios o las adaptaciones vengan desde arriba, de los otros? ¿ Qué es lo que hoy  nos pide Dios?

sábado, 28 de abril de 2012

28 de abril. LO QUE NOS URGE


A cuento de la conversión de San Pablo, que se nos ofrecía desde la primera lectura de ayer, he estado pensando acerca de algunas de nuestras actitudes de hoy.

Saulo no fue nunca mala persona, él creía estar sirviendo a Dios, lo buscaba y se entregaba con pasión a esa búsqueda... igual que tras “caerse del caballo”. El cambio residió en el rostro de Dios que contemplaba.

No era cierta la fe que en el pasado lo empujó a perseguir, a condenar, a aprisionar, a hacer daño a los otros; tuvo que dejarse abrir los ojos para ver a Jesús resucitado, una cara completamente distinta del Señor, la auténtica.

Con frecuencia, los creyentes de hoy, nos confundimos y volvemos a ese Dios falso, al de Saulo, al que endurece el corazón, y perece que nos obsesionamos con un par de ideas; nos volcamos con ellas; utilizamos lenguajes duros que hieren a mucha gente; provocamos escándalo y sufrimiento… y así es imposible anunciar el Reino.

Es cierto que debemos ser valientes, que vivimos a contracorriente, que no podemos ir a la deriva de las modas y según los valores (o la falta de ellos) que pueda imperar en cada momento, pero ¿no solemos poner esa valentía en cosas que no son las importantes? ¿no creamos demasiada polémica con asuntos de los que la Escritura, prácticamente, no se ocupa? ¿no deberíamos mejor  alzar la voz para defender la justicia, la dignidad del ser humano; para denunciar las violencias de los más poderosos?




Es como si estuviésemos empeñados en ganar batallas que, en el fondo, no son las de la fe, sino las propias, las que responden a nuestros propios intereses; mientras olvidamos lo fundamental. Olvidamos la luz de Dios bajo la mesa; ensordecemos ante los lamentos de esa mayoría de la humanidad que vive sometida a la miseria; sonreímos al faraón, mientras nos obstinamos en acusar y condenar, con la linternilla del propio estatus, de la demostración del poder y la influencia, a los que no son como queremos o al que se equivocó una vez.

Aún tenemos demasiadas “escamas” en los ojos de nuestra fe, y es cosa de todos, de cada cristiano, el construir una Iglesia más descabalgada, más compasiva y misericordiosa, más pobre y más valiente con lo que, de verdad, importa.

viernes, 27 de abril de 2012

26 de abril. SOS


Hoy no se ha interrumpido la feria, no se han apagado las luces, ni se ha atenuado la música, pero sí lo han hecho en mi interior. Las circunstancias me han llevado en este día a acompañar distintos dolores; a hacerme presente en varios dramas personales y familiares que siguen estando ahí, con toda su crudeza… aunque parezca que el resto del mundo está de fiesta.



Ante todo le doy las gracias a Dios por la sacudida que me ha dado hoy, por espabilarme y permitirme coger esa una mano que, a pesar de tanta debilidad, lucha por seguir viviendo; por poder abrazar los hombros en los que se había hundido  la cabeza de un amigo…

La vida es luchar, con más o menos intensidad, según el momento; siempre supone une esfuerzo por seguir adelante, por levantarse de las caídas, por abrir caminos nuevos, por poder ver en medio de la oscuridad… es así, difícil para todos.

Pero a veces, las palizas de la vida son tan grandes, caemos en fosos tan profundos que nos parece que todo se ha acabado; que todo está perdido, que ya no hay futuro…



Cuando, personas que están en situaciones así, acuden a mí, es cuando más poca cosa me siento; más temo no tener respuestas, no saber qué decir; pero sé que, precisamente para esas circunstancias, para estar en medio de ese dolor, me llamó el Señor; para eso me hice fraile; a todas esas personas es a las que quiero entregar la vida.



Así que acudo, acobardado y titubeante, pero confiando en mi Dios, me acerco a esos lechos de dolor… y, en el instante en que miro a esa gente a los ojos; siento cómo los ama Dios y se apodera de mí su ternura…



Pero, ¿cómo comunicar, cómo hacer llegar a quien está sufriendo de esa manera, que Dios está con ellos? ¿Qué con Él no hay final, nada que nos pueda vencer?



Reconozco que no lo sé… pero una cosa sí que tengo clara, algo que sí está en nuestras manos: podemos estar nosotros ahí, a su lado, acompañando, sirviendo, amando… lo demás ya es cosa de Él.

miércoles, 25 de abril de 2012

25 de abril. EL ABRAZO SECRETO


Hoy he pasado todo el día compartiendo un retiro con mis hermanas las monjas dominicas. Hemos pasado varias horas reflexionando juntos, charlando, compartiendo, rezando la resurrección.



He tenido que hacer un viajecillo y la jornada ha sido intensa, pero es de esas cosas que, aunque te cansan físicamente, te reposan, renuevan y llenan de energía por dentro.

Siempre me pasa igual cuando tengo el lujo de poder pasar un tiempo con ellas, es como llegar de “la batalla” y saber que a ella tienes que volver, pero en medio está ese hogar, el oasis que son mis hermanas para nosotros, la bocanada de aire y Espíritu que uno necesita para poder seguir adelante.

Sus risas, su felicidad, su bondad, la acogida, la hondura de su espiritualidad me han hecho sentir el abrazo del Maestro; ese que te borra las lágrimas amargas y las convierte en emoción y felicidad pero que también  te dice “ no te acomodes mucho, que ahora tienes que ir a mis hermanos a comunicar esta paz, esta buena noticia”.

Y uno se marcha, y verdaderamente se encuentra de nuevo con la desesperación, con la tragedia, con el sentimiento de fracaso de demasiadas personas…

Pero; igual que cuando eres enviado el Señor se viene contigo y continúa siendo tu fuerza y tu aliento; así también sé que me acompañan incondicionalmente las monjas, desde aquella clausura ilimitada, que abarca el universo entero, cada gozo y cada dolor.




¡Este juega con ventaja! Podréis pensar… ¡tiene monjas! Pero no es así: es cierto que son un arma secreta, pero no es sólo mía, ni de la familia dominicana…todos contamos con ellas.

Sea lo que sea lo que te pase, estés viviendo cualquier situación favorable o dificultosa; no te quepa duda de que, secretamente,  ahí están ellas también, contigo, presentándole a Dios tu rostro, tu alegría o tu dolor….

Y no es ningún secreto, es quela mayoría de las personas no son conscientes de lo que nuestras monjas hacen por cada hombre o mujer.

24 de abril. FERIA


 Desde anoche, mi ciudad está de fiesta. Durante una semana entera, vivimos entre luces, sevillanas, trajes de gitana y coches de caballos. Me encanta la feria  y,  ya hoy, he podido pasar unas horas allí  con mi familia.

Aunque he tenido que volverme pronto porque había mucho trabajo esperándome, he disfrutado como un crío de ese rato.



Tradicionalmente, hemos privilegiado mucho la soledad, el desierto y el silencio como espacios de encuentro con Dios y, desde luego es así… pero este mediodía; mientras veía a las familias y a los amigos  reunidos, riéndose, olvidando por un tiempo las penas, cantando y bailando, no podía dejar de pensar que, si quieres, también allí sientes con fuerza a Dios. ¡Claro! ¡Cómo no!



Puede ser que los cristianos nos hayamos vuelto demasiado serios y solemnes; que, tristemente, nos hayamos acostumbrado a poner cara de palo cuando entramos en una iglesia; que nos estemos privando de algo esencial en nuestra fe…de la alegría de sabernos amados, regalados, elegidos, salvados…; que estemos alejando ámbitos inseparables:  que no pensemos en Dios cuando estamos de diversión y que nos llenemos de gravedad cuando sí lo recordamos… hemos hecho que ¡hasta la eucaristía deje de parecer una fiesta! (menos mal que Dios es más grande que todo eso).
 
La juerga  puede ser egoísta e injusta, si nos hace olvidarnos de los más pequeños… pero, en ese plan,  el aislamiento y el silencio también pueden serlo.

No se nos puede olvidar lo que al Señor Jesús le gustaba celebrar con la gente, el cómo frecuentaba las comidas y hacía de ellas signo del reino, ¡le llegaban a decir que era un comilón y un borracho!


















Hoy me acuesto pensando en eso, en que necesitamos recuperar el carácter festivo de la fe… nos sobran los motivos; que la fiesta –si es compartida- es también un extraordinario espacio teológico que descubrir y disfrutar.

martes, 24 de abril de 2012

23 abril. LA ÚNICA IGLESIA QUE ILUMINA ES LA QUE ARDE DE AMOR


En este mundo, donde internet  permite que se airee todo lo que se nos pasa por la cabeza, es fácil encontrarse con muchos comentarios y actividades que únicamente buscan ofender o hacer daño a los que somos  creyentes...

Con frecuencia he alucinado ante algunas publicaciones de mis propios amigos y conocidos en los que –supuestamente en nombre del pluralismo o la libertad-  se me ofendía profundamente, e incluso se llegaba a alentar la violencia contra nosotros.

Es cierto que, casi siempre, lo que está detrás de esas cosas son los prejuicios y  un profundo desconocimiento de lo que somos y queremos; pero, en esos momentos, yo no puedo dejar de pensar en qué habremos hecho - o hacemos- en la Iglesia para que algunas personas nos tengan tanto desprecio.




Es extraño pero, además  de que juntos somos el rostro de Dios en medio del mundo, al tiempo, podemos llegar a presentar muchos rostros individuales y diferentes que lo que hacen es confundir y esconder su presencia en medio de la humanidad.



Lo fácil sería echar balones fuera, conformarnos con creer que son los demás; que son los otros sectores de la Iglesia los que hacen las cosas mal… pero la verdad es que somos una sola  Iglesia, para lo bueno y para lo malo.

Cada uno de nosotros tiene que asumir la responsabilidad que le corresponde de todo aquello que en la Iglesia no es como debería ser; porque ninguno de nosotros es tampoco el creyente que debería ser.

Lo que un cristiano deja de hacer o hace mal, daña a toda la comunidad igual que en cada acto de amor también estamos todos.



Mientras únicamente esperemos que se cambie en Roma, o que sean las jerarquías y superiores los que transformen a la Iglesia, no tendremos nada que hacer. Soy yo el que puede dejarse convertir por Dios en profundidad; somos los cristianos de a pie los que podemos renovar esta Iglesia nuestra; abrirla cada vez más al soplo de ese Espíritu que sopla en todos los hijos e hijas de Dios.

No podemos esperar una Iglesia más comprometida con el pobre si nosotros no conocemos ese compromiso; es absurdo querer que acoja y dialogue si, desde las bases, nos cerramos sólo a los que son de nuestra cuerda; mientras no nos  preparemos, si no racionalizamos la fe, sin rezar, si tenemos otras prioridades e intereses antes que el Evangelio, si no aprendemos a perdonar y pedir perdón… si cada uno de nosotros no intenta con todas sus fuerzas   vivir a tope la fraternidad, no podemos reclamar ni exigir nada al de al lado; no podemos esperar que nuestra Iglesia crezca en fidelidad a Dios.



Pero es  tiempo de Pascua y, si queremos, lo podemos todo en Él… (YA hemos podido)

lunes, 23 de abril de 2012

22 de abril. ESTAMOS EN ELLO


Este domingo ha sido uno de esos días en los que me han pasado tantas cosas bonitas; en los que se han multiplicado tanto los sentimientos,  que no sabía muy bien sobre qué escribir…

Sin embargo, en la misa de la tarde, mientras estaba predicando, entre los montones de pensamientos que se me suelen pasar por la cabeza, había uno que aparecía con una intensidad reveladora y que, probablemente, estaba vinculado a todo lo vivido.

A raíz del Evangelio de hoy; de esa aparición del resucitado, que nos dice que Él no es un fantasma, que come con nosotros  y  nos invita a tocarlo; decía que, aunque el descubrimiento de ese Cristo vivo es siempre un acto de fe, si el evangelista acentuaba tanto la realidad de la resurrección, era para hacernos entender  algo que aún no nos ha entrado en la cabeza: que la posibilidad de ser uno con Jesús no era algo lejano, un sueño inasequible o una vaga esperanza ,sino algo una posibilidad cierta  y posible para todos nosotros.



Ha sido a partir de ahí, cuando se me ha ocurrido que era un error pensar que ya somos cristianos, creer que es algo hecho, que ya lo tenemos y que nos resulta de utilidad para disfrutar o superar lo que se vaya presentando en la vida…. Que, a lo mejor, es más correcto convencernos de que “estamos siendo” cristianos; supongo que así no nos apalancaríamos tan fácilmente y tendríamos mucho más presente el dinamismo que exige la fe; nuestro seguimiento de Jesús dejaría de ser algo que tenemos “ahí” y a lo que recurrimos en función de como nos venga la existencia y pasaría a ser, lo que debe ser: el elemento de nuestro ser  que determinara nuestra forma de existir.

La vida de un creyente no debería ser como la de cualquier otra persona, pero con la herramienta “extra” de la fe…nuestro día a día puede ser radicalmente distinto, un desarrollo constante, un crecimiento pleno, que aprovecha todo lo que ocurre alrededor, para ahondar más las raíces en Dios y extender las ramas y nuestros frutos a los hermanos… una, continuamente saciada, sed de vida y resurrección.


domingo, 22 de abril de 2012

21 de abril. FRUTO DEL TRABAJO DE LOS HOMBRES


Este sábado ha sido un día “hacía adentro”, me lo había reservado desde hacía tiempo para dedicarme a estudiar, que tengo la tesis pendiente. Así que eso es lo que he hecho, un viaje al s. XV con mi hermano Fr. Angélico.

Puede que, quien sepa que el estudio es uno de los pilares de nuestra espiritualidad, piense que esto es lo nuestro… que es con lo que los dominicos lo pasamos bien. Muchas veces, incluso, me he encontrado con gente que creía que el estudio era nuestro carisma y no la predicación.




Yo no voy a decir que no me guste estudiar, todo lo contrario: una vez que me pongo, lo disfruto muchísimo; me sumerjo en los textos y me olvido de todo… pero tengo que reconocer que ese “ponerse”, sí que me cuesta mucho: las ocupaciones no me dejan demasiado tiempo… o no me apetece, o no sabes muy bien por donde empezar…

Imagino que es algo muy común a todos nosotros y en múltiples circunstancias, puede que sea especialmente habitual en el terreno de la fe.

Nos cuesta crearnos un hábito de oración; comprometernos con una comunidad; prestar servicio al hermano; optar… y también estudiar…

En esta vida, me he cruzado con montones de personas que, con la mejor de las voluntades, para agradar a Dios, hacía todo tipo de sacrificios; buscan mil formas diferentes de sufrir, pensando que eso le gusta a Dios. Aunque respeto profundamente esos esfuerzos, no creo en ellos; no me parece que, de ninguna manera, a Dios le pueda satisfacer nuestro padecimiento.

Sin embargo, también sería una barbaridad decir que puede vivirse el Evangelio sin sacrificio… como no podemos hacerlo sin contemplar, sin fraternidad, sin ponernos a disposición del otro, sin reflexión…

No es posible profundizar en el conocimiento de Jesús sin tratar de comprender cada día mejor la Palabra; buscar formas y medios para hacerlo;  sin apostar por ese que no le importa a nadie; sin habituarnos a rezar; sin vida comunitaria…

Pero, como todo eso nos cuesta, es ahí donde está la mejor ofrenda, la que resulta agradable a Dios (porque nos engrandece a nosotros mismos y al hermano); la que presentamos en cada eucaristía…

sábado, 21 de abril de 2012

20 de abril. CUANDO SE NUBLA EL ALMA


En la vida, como en la meteorología, hay días que parece que amanecen nublados (independientemente de que, por fuera, brille más o menos el Sol).

Esos días en los que vas viviendo y relacionándote, como siempre, pero parece que todo el que te encuentras es un negro nubarrón que amenaza tormenta: te vas  dando cuenta de que uno está más sensible que de costumbre; que aquél  está enfadado y no sabes por qué; vas andando por la calle y “te salpican” los charcos que revientan al paso furioso de  otro…. Tienes la sensación de que, casi sin percibirlo,  te van chispeando malos humos, poco a poco,  hasta que acabas calado; como si  el mundo entero se hubiese vuelto gris; y tú mismo acabas dejándote teñir un poco de ese color.

Lo primero que te preguntas entonces es ¡¿qué pasa hoy?! Después se te ocurre pensar si tú mismo serás el causante de lo que ocurre, si eres el que está provocando esas malas caras… y lo más fácil es que acabes creyendo que todo lo haces mal y que no sirves para nada.



Así me levantaba yo hoy, con ese panorama sombrío y las mismas dudas en el corazón… pero me he negado en rotundo a ser parte de ese paisaje triste. Estoy convencido del poder transformador de cada persona y, mi convencimiento se acentúa en este tiempo de Pascua, en estos días de luz.

Lo fácil es dejarse llevar por el desánimo, pero me he planteado que era necesario ser luz; que yo –como cada uno de nosotros-  podía ser como ese rayo de Sol que se filtra, a través del cielo más oscuro, para acariciarte la cara y el corazón; para anunciarte que tras ese techo opaco, brilla el Sol con toda su energía y color.

Así que me he decidido  a “contratacar” con paciencia, perdón, humildad, alegría… no sé si a los demás les habrá servido de algo, espero que sí; pero lo cierto es que el “clima” de mi hoy se ha ido volviendo más cálido y apacible.



Nuestra fe no puede condicionarse a que las circunstancias resulten favorables; a que el entorno nos lo facilite. Ser testigo del resucitado es una forma de ser, de vivir, de afrontar todas y cada una de las circunstancias que  se nos presenten… de hacerlo con la valentía y la fuerza del amor.




Vivir la resurrección es eso, reflejar la luz de Cristo, la que recibimos en nuestro bautismo y, probablemente, eso sea más necesario que nunca cuando todo se pone triste, difícil, oscuro…es entonces cuando más falta y con más evidencia puede brillar esa luz.

Cuando la vida se nos nubla y nos pone mala cara, en realidad, lo que nos está presentando, es una oportunidad única para responder con la mejor de nuestras sonrisas.

viernes, 20 de abril de 2012

19 de abril. NO ES LO MISMO

Tengo una amiga entrañable que, recientemente ha superado un cáncer de mama. Todos los que la queremos hemos sido testigos del temor de los principios; del sufrimiento de la lucha; de las esperanzas; las decepciones; de la victoria final y, sobre todo, de la fe con la que ella se ha enfrentado a todo.



Hoy se me ha hecho más tarde que de costumbre, porque hemos estado viendo las fotos y los videos que ha hecho en un viaje que ha realizado con una asociación de mujeres que viven la misma situación.

Me ha entusiasmado verlas disfrutando, cantar, bailar y pasarlo bien. Descubrirlas tan  fuertes, llenas de tanta fuerza y energía me sobrecoge, me ensancha el corazón, de tal forma, que ahora sólo puedo pensar en ¡qué grande es el ser humano! ¡qué tremenda la vida abriéndose paso!, la vida conquistando vida.



Evidentemente, como creyente, tengo la certeza de que –nos demos cuenta o no- siempre es el mismo Jesucristo el que sostiene y anima cada una de nuestras batallas, el responsable de que la vitalidad resulte imparable… pero también sé que eso no puede hacerlo sin nosotros, sin cada hombre o mujer.





Ese ser que, a veces, protagoniza las mayores salvajadas; es verdaderamente humano cuando se convierte en milagro; cuando hace de su existencia un anuncio de la propia nobleza de cada persona.



Los videos que he visto esta noche, deberían abrir mañana todos los telediarios del mundo; las portadas de cada periódico debería hacernos sensibles a cada milagro de nuestro alrededor: a cada niño que abre los ojos y se engulle el mundo; a cada familia que sale adelante, a pesar de todo; cada anciano que sabe soñar; cada enfermo que pelea y anima a los demás; cada pobre que sonríe; cada joven que dice “sí”… dejaríamos así de vivir a la defensiva y bajo mínimos, para abrir de par en par las puertas de nuestro ser y bebernos todas las horas.



Porque esta Tierra, nosotros mismos, no somos como nos dicen los medios de comunicación; somos infinitamente más hermosos… aún no nos hemos enterado del todo ni de los primeros pasajes de la Biblia: ¡somos imagen de Dios!

Gracias a Dios por todos los que –como hoy ha hecho mi amiga- nos lo recuerdan con su propia experiencia.

jueves, 19 de abril de 2012

18 de abril. LA CASCARRABIAS YA SONRÍE

Hoy he recibido un regalo muy hermoso. Una señora mayor me buscaba para contarme su historia. Es tan cotidiana y tiene una moraleja tan evidente que, más que una realidad parece una creación literaria. Además, esta mujer me ha dicho que me ofrecía su experiencia para que yo la contara a quien fuese conveniente, para que pudiese ser de utilidad a otros… así que aquí está:

Érase una vez la típica vecina insoportable; todo le resultaba molesto y se pasaba el día protestando a todos por todos: al de arriba lo denunció cuando hizo reformas en el piso; al de al lado lo torturaba porque ponía la televisión muy alta; que si el de abajo hacía mucho ruido al trabajar; que si los niños de el de enfrente; el perro del otro; el olor a tabaco del de más allá…

 Nadie podía aguantarla; fueron varios los inquilinos que se fueron sucediendo en las viviendas del edificio y nuestra protagonista nunca dejó de encontrar, en cada uno de ellos, algo que le resultaba insoportable…cree  incluso que alguno de ellos se mudó cansado de escuchar sus maniobras y discusiones permanentes.

Así fueron pasando los años y nuestra “antipática” protagonista fue haciéndose mayor.

Un día cayó enferma. Una terrible mañana en la que, al despertar, los músculos de su cuerpo se habían vuelto de plomo; la cabeza se le hundía por dentro y su piel hervía de calor. Intentó levantarse de la cama, una y otra vez, cada vez más asustada… pero no hubo forma de que su cuerpo se despegara de las sábanas.

Desde ese momento, las horas se volvieron de goma. Algunas pasaban rápidamente, como  un oscuro y fugaz nubarrón; pero otras se suspendían en el tiempo, regateando unos segundos terribles en los que el miedo y el desamparo se apoderaban de ella.

No se dio cuenta, pero así pasó un día y medio… completamente sola; envuelta en aquél aislamiento  que ella,  tan concienzudamente, había cultivado desde hacía muchos años.

Fue entonces cuando, a lo lejos,  oyó su nombre… todos sus sentidos se concentraron en aquél sonido que se repetía. Sí, era su nombre, acompañado de unos golpes en la puerta.

La chica del piso de al lado; esa de la que tanto había relatado; la que se quedaba hasta tarde charlando con sus amigas; esa por la que una vez había llegado a llamar incluso a  la policía… ahora la llamaba desde el otro lado de la puerta ¿esta usted bien?

Se ve que la pobre se había extrañado al no recibir ningún desaire durante tanto tiempo y se había acercado a comprobar si todo estaba en orden.

¡Estoy enferma! ¡Necesito ayuda! Gritó nuestra protagonista desde su lecho…poco después, le pareció que se le abría el cielo, cuando recibía la asistencia que su joven vecina solicitó.



Hoy, ya recuperada, me contaba que esa experiencia la había cambiado…que durante todo ese tiempo en que pensó que todo iba a terminar, repasó su paso por esta vida y tuvo ocasión de reflexionar…

Me impresionaba profundamente la lectura que ella hacía de lo ocurrido:

“Durante toda la vida, en los otros nada más que veía molestias, sólo he pensado en mí misma y en mi comodidad, así que al final me he quedado sólo con eso, ¡con mi propio yo! Y ese “yo” en realidad es insuficiente para casi todo.

Ahora me he dado cuenta de mi propia precariedad –no porque me esté haciendo mayor, es la de todo ser humano-; de que nos hacemos falta unos a otros. He aprendido lo que es la humildad; se me ha devuelto bien por mal; me han mostrado un amor generoso… y eso hace que cualquier incordio que los hermanos nos puedan suponer se quede ridículo…aún tengo aliento y no soy tan vieja como para no poder remediarlo”

Poco puedo añadir a este testimonio, sólo el dibujito del día, el de los apóstoles que no conseguían pescar nada, hasta que siguieron la voz del Maestro; la voz del amor…


miércoles, 18 de abril de 2012

17 de abril. LA CADENA QUE LIBERA

Al final de la jornada, me acercaba a casa de mis padres, para estar con ellos un ratillo. Por el camino, me he encontrado a una señora que, aunque muy fugazmente,  me hablaba de cómo había descubierto a Dios como Padre; que ahora se daba cuenta de cómo Él había estado con ella a lo largo de todos los años de su vida, haciéndola capaz… pero que aún debía luchar por liberarse del miedo que, de niña, le inculcaron hacia Dios.

He seguido caminando y pensando en cómo es posible que aún queden personas que vivan su fe desde ese miedo (que es distinto que el temor; el estremecerse ante el misterio y la grandeza de su amor); esclavas de esa imagen del Dios castigador que los persigue para pillarlos en un error…

Un rato después, gracias a esos rencuentros que propicia el Facebook, compartía con mi madre un precioso momento de nostalgia, recordando todo lo que vivimos de niños en nuestra vieja parroquia de Madrid.

Me doy cuenta de que allí, el párroco, con aquellos catequistas, esos monitores de campamentos, los amigos… mi alma quedó marcada para siempre.

Fueron ellos los que me enseñaron lo que era la Iglesia, lo que podía ser…en sus locales se completó el legado de mi familia, descubrí la cara cercana y bondadosa de mi Dios.

Desde entonces, nunca me ha faltado la sed, el deseo de conocer y estar, cada vez, más cerca de Él. Hace muchos años que no veo a la mayoría de ellos, pero el legado de aquella parroquia sigue vivo. Probablemente no lo sepan, pero el tiempo y la ilusión que ellos me ofrecieron hace montones de años, son una pieza clave de la felicidad que vivo hoy.

Mientras escribo, pienso en la mágica forma en que todos estamos vinculados en Dios, por encima del tiempo y el espacio. Es como si cada uno de nosotros fuese un eslabón conectado a otra infinidad de elementos y nuestras acciones, nuestros gestos de generosidad y desinterés, tienen mutuas y múltiples repercusiones… aunque, probablemente, nunca lleguemos a ser conscientes de todo eso que nos damos unos a otros.

Esa es mi oración esta noche, esa idea ilumina mi futuro, alienta mi trabajo y la entrega que intento hacer realidad.

martes, 17 de abril de 2012

16 de abril. CERRAZÓN O PAZ

Ayer domingo, el Evangelio tocaba mi corazón de una forma especial; no pude escribir por la noche porque no había terminado este dibujo que me había inspirado el texto de Juan.

Donde las puertas se encuentran cerradas, sólo hay miedo; esclavitud; fundamentalismo; angustia; recelos… la extinción

Pero no existen puertas capaces de detener al Señor y, en medio de esa cerrazón, Él se hace presente y lo llena todo de paz, de envío, perdón, alegría y apertura…

Tomás no puede creerlo, como a nosotros, que también nos cuesta aceptar que la exposición, la intemperie, la desnudez, la mano tendida, la indefensión o la debilidad sean las que esconden el verdadero triunfo, la auténtica felicidad.




Como los apóstoles, necesitamos experimentar para creer.

Y no sé si de verdad; en este mundo, en la Iglesia…o yo mismo; queremos  encontrar esa luz del resucitado,  muchas veces parece que nos resulta más cómodo y tentador mantener los pestillos echados… establecernos en lo que, en realidad, está condenado a muerte.

Esta noche hemos tenido una oración muy intensa con los jóvenes de la parroquia. Hemos profundizado en  nuestro “resucitar con Él”; a mí, ahora, me gustaría  compartir ese rezo con quien se acerque a este blog. Os invito a que todos hagamos nuestras estas palabras de M. Hélder Camara; que Dios nos de la audacia para poder proclamar, como Tomás : “¡¡¡¡Señor mío y Dios mío!!!!!”



!Ven, Señor!

No sonrías diciendo

que ya estás entre nosotros.

Son millones los que

 no te conocen todavía.

¿Y de qué sirve el conocerte?

¿Para qué tu venida,

si para los tuyos la vida prosigue

como si tal cosa...?

!Conviértenos!

!Sacúdenos!

Que tu mensaje se haga

carne en nuestra carne,

sangre de nuestra sangre,

razón de nuestra vida.

Que nos arranque de la tranquilidad,

de la buena conciencia.

Que sea exigente, incómodo,

porque no es otro el precio

que hemos de pagar

para alcanzar

la paz profunda,

la paz diferente: TU PAZ.

 

domingo, 15 de abril de 2012

14 de abril.ABRIRNOS LOS OJOS

Esta tarde me reunía con la fraternidad de laicos dominicos de la parroquia; durante todo el año estamos estudiando el tema de “la experiencia de Dios”. Hoy, como es lógico, abordábamos la experiencia de encuentro con el resucitado.

Creemos en Cristo Resucitado, pero ¿lo experimentamos? ¿nos cambia la vida? O ¿es sólo una creencia a nivel racional?

Decíamos que sólo se tiene experiencia de algo, cuando tomamos conciencia de lo que experimentamos, de lo que ya estaba ahí, aunque no nos diéramos cuenta.




Él está ahí, a nuestro lado, pero como San Pablo, María Magdalena en el huerto, o  los caminantes de Emaús, debemos “abrir” los ojos para poder tener esa experiencia.

Ahora, ya en la tranquilidad de mi cuarto, repaso todo lo que hemos compartido; lo rezo y me viene a la cabeza todo aquello que a mí me ayuda a mantener los ojos abiertos…

La familia; todos los que, a lo largo de la vida, me anunciaron que Jesús vive; mis hermanos y hermanas en la Orden… la fraternidad

Desde ahí puedo orar y celebrar con sentido o  acercarme a la Palabra y llevarla a mi vida.

Porque ese encuentro que te cambia, que llena tu existencia de luz, es personal…intimo, pero que no puede darse al margen de los otros, desconectado de nuestra humanidad o del mundo en que estamos… únicamente podemos tomar conciencia, entender quién es Aquél que descubrimos incondicionalmente con nosotros, en Iglesia; siendo pueblo, comunidad…hermanos del otro.

A nadie se le escapan las muchas carencias que tenemos ni el escándalo que, a veces, podemos provocar con nuestras incoherencias… no somos una Iglesia perfecta, es verdad; pero yo no puedo evitar amarla profundamente, a pesar de que precise transformaciones urgentes, aunque meta demasiado la pata, con sus parches y descosidos; la quiero y la necesito profundamente porque… es el espacio, la familia, que me ha enseñado a soñar y a amar.

viernes, 13 de abril de 2012

13 de abril. COMO LA PRIMERA VEZ

Esta tarde, los niños de las catequesis de comunión recibían, por primera vez, el sacramento de la reconciliación. Para mí es uno de los momentos más bonitos del año.

Aparte de que te mueres de risa con las cosas y las ocurrencias que te dicen; es preciosa la forma en la que los críos se acercan a la misericordia de Dios: su confianza, la limpieza de sus reflexiones, la sinceridad de sus corazones…

Hoy, en particular uno de ellos me ha dado las gracias “por recibirle con una sonrisa”…¡casi me lo como! Jajaja.

Después, le explicaba a una niña que por medio de la reconciliación, Dios borraba por completo todas las cosas que habíamos hecho mal; que las hacía desaparecer para siempre; que nos íbamos como estrenando el corazón y que Él no sólo nos daba una nueva oportunidad para empezar de nuevo, sino que además, nos daba un abrazo muy fuerte  que nos ayudaba para aprovechar esa ocasión y a ser felices.

Ella, con una sonrisa de oreja a oreja, me ha contestado “¡qué guay!” “¿y podemos volver a venir cada vez que metamos la pata en algo o necesitemos ese abrazo?”

Casi se me saltan las lágrimas y me ha hecho pensar en lo mucho que desaprovechamos ese regalo incalculable que es el sacramento de la reconciliación…

Nos inventamos mil excusas para evitarlo y, sin darnos cuenta, permanecemos en lo de siempre, arrastrando las cargas que nos agotan y pensando que somos nosotros, con nuestras solas fuerzas, los que debemos cambiar todo aquello que sólo Dios transforma.

Esa chiquilla me ha devuelto mis propias palabras, como un rebote, y me ha ayudado a saborear la belleza de aquello que estábamos celebrando. ¡ Es tan grande ese Dios que siempre es posibilidad! ¡Tan poderoso ese amor que olvida todas nuestras traiciones y fracasos, para regalarnos una vida nueva!

En Pascua todo es así ¡nuevo! La vida, el mundo, la humanidad… es el tiempo de ser y hacer, de ver y descubrir… de sorprendernos y entusiasmarnos, de llenarnos el alma de alegría y pregonarlo a los cuatro vientos… de vivirlo todo como nuestros niños de catequesis.


12 de abril. RESUCITA-2

La Pasuca del Señor supone el triunfo de Dios sobre el mal, el del amor por encima de todo tipo de muerte. Sabemos además que nosotros, por el bautismo, estamos incorporados a esa victoria y, por eso, podemos vivir nuestros días con esa confianza, con la de saber que nada ni nadie podrá con nosotros mientras permanezcamos en ese amor.




Pero eso no supone que podamos despreocuparnos ya de todo y esperar. Si lo hacemos así, corremos el riesgo de obcecarnos en certezas y convicciones que no son de Dios, sino nuestras; de amurallarnos en ellas y aislarnos de otras perspectivas o contextos y, de ahí al fundamentalismo (en cualquiera de sus formas) sólo hay un paso. Yo tengo la razón y Dios está sólo conmigo.

Es entonces cuando hacemos daño a los demás, les creamos sufrimiento o los desmotivamos, porque vemos al que piensa o vive distinto como una amenaza o el enemigo que hay que abatir, y, encima, en nombre de no sé qué Evangelio o Dios.

Sé  bien lo que es eso porque, periódicamente, sufro junto con mis hermanos, el despiadado ataque de las personas que no saben, o no pueden entender, que otros acentúen aspectos de la fe que no son los propios; que no se dan cuenta de que –por muy equivocados que pudiésemos estar- no somos más que hombres que, pese a todas nuestras pobrezas, lo único que buscamos es entregar la vida y servir a los hermanos y a Jesucristo.

Esa cerrazón de la que, en mayor o menor medida, todos podemos participar en algún momento de la vida; la del “esto es así y punto” o “si no estás conmigo estás contra mí”; no sólo nos aleja de la luz pascual, sino que además puede ser motivo de escándalo para los otros y frustrar el plan de Dios, que construye su reino por muchas sendas diversas y simultáneas.

Si queremos mantenernos en la resurrección, no podemos dejar de ejercitar continuamente la compasión y la misericordia; el ponernos en la piel de quien tengamos enfrente, la acogida, el respeto, el diálogo… hemos de permanecer, en definitiva, en el amor. Esa es la única ley; ningún interés, causa, idea o incluso religión pueden ponerse por encima del ser humano. Por todos y para todos –pensemos como pensemos, seamos como seamos, sea cual sea nuestra historia- ha muerto y resucitado nuestro Dios.

jueves, 12 de abril de 2012

11 de abril. LA FUERZA DEL SENTIDO

Esta mañana, en laudes, mi superior comentaba el evangelio del día: el camino de Emaús.

Me llamó la atención al hablar de un solo camino, un mismo tramo pero que puede recorrerse en dos direcciones.

La dirección Jerusalén-Emaús: la de la desilusión (no merece la pena…), la del sinsentido (¿por qué me pasa esto a mi?), la del vacío ( ¿dónde esta Dios?), las dudas (¿y qué va a pasar ahora?, ¿qué va a ser de mi?), el miedo (¿tendré que sufrir?¿podré superarlo?)…

Seguramente muchos de nosotros –por no decir todos- nos hemos reconocido en muchas ocasiones vagando sin rumbo en este sentido del trayecto.

La otra es la de Emaús-Jerusalén: el entusiasmo, la alegría, el corazón que arde de pasión, el encuentro con la comunidad, el anuncio de la buena noticia.

Como, decía al principio, es el mismo sendero, la misma vida, las mismas circunstancias, las que cada uno tiene que afrontar, buenas o malas; pero ¡qué diferentes son las dos formas de realizarlo!

¿Qué hay en medio? ¿qué es lo que marca la diferencia?

“El resucitado”, puede ser lo primero que pensemos… pero no creo que sea eso: el Cristo vivo ya estaba con los discípulos cuando marchaban con su sufrimiento hacia Emaús;  haciéndose el encontradizo, acompañando, escuchando y acogiendo todo su dolor… eran ellos los que no podían reconocerlo, los que inmersos en su oscuridad, no sabían reconocerlo.

También está con nosotros en todos esos momentos de desierto y supongo que también nos es difícil “abrir los ojos” y darnos cuenta de su presencia.

Es ahí donde radica el asunto, en nuestra capacidad de “ver”.




En la Palabra recibida, no como historias lejanas o ajenas a la propia vida, sino como el  relato de nuestra misma existencia y relación con Dios y los hermanos y en la Eucaristía, que no es un culto o una liturgia, sino también la transformación de los que somos, la apertura, la acogida al extraño (quédate con nosotros), la propia incorporación a esa entrega de amor de Jesús que se parte y reparte… es ahí donde la mirada aprende a despejarse e , inevitablemente, se cambia de dirección; la vida se transforma y la oscuridad se muere.