viernes, 25 de marzo de 2011

24 de marzo. INOCENTE, INOCENTE

Una vez más, no he parado en todo el día; acabo de subir a mi habitación cansado pero satisfecho.
He pasado algunos ratos muy agradables pero también he recibido un par de malas noticias; es curioso, pero tanto en unos casos como en los otros, no he podido sentirme demasiado ingenuo…
Quizás haya sido por mis propios complejos, o puede ser que me hayan influido las reacciones de los demás. Aún me siento lo suficientemente “poco mayor” como para tener muy en consideración las opiniones y la visión que procede de la experiencia. De cualquier forma ahí estaba el sentimiento, como riéndose de mí y de mis sueños…
Es como que tenemos muy asumido que lo maduro es pensar mal, que con el tiempo la vida te enseña, a base de palos, a ponerte en lo peor… a desconfiar.
Dándole vueltas a cada uno de los contextos en los que se me ha escapado la candidez, me doy cuenta de que todos tenían algo en común: de nuevo el amor.
Al hablar del futuro de la Orden, de la Familia Dominicana, descubro lo apasionado y enamorado que estoy del ideal evangélico al estilo de Domingo de Guzmán; lo que disfruto con los aciertos de cada dominico y dominica; lo que me hacen sufrir los errores o la falta de consideración con ellos.
Lo mismo me pasaba con los niños de catequesis, que –aunque están en una edad muy, muy tonta-  me tienen encantado con su ilusión y descubrimientos; igual con las personas que me han transmitido esos malos acontecimientos, a las que me une un cariño muy profundo.
Puede ser que cuando se ama, no puedes evitar que tu visión se centre en lo positivo, que tu esperanza se robustezca, el desear lo mejor. Igual es por eso aquello de que “la sabiduría de Dios no es la del mundo”, porque es la ciencia del amor.
Probablemente, los cristianos tendremos que asumir que somos doblemente cándidos: porque amamos y porque hay alguien que nos ama infinitamente, que nos mima con toda la delicadeza de la creación.

Y tendremos que optar por ser inocentes a propósito; no porque no sepamos en qué mundo vivimos, porque nunca nos hayan hecho daño o no conozcamos el fracaso; sino porque somos testigos de que ese Amor es más fuerte que todo; que suya es siempre la victoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario