Estaba yo con mis comeduras de cabeza y mis tristezas, trabajando casi todo el día en unas ilustraciones para un librillo sobre Jorge Frassati, cuando he recibido una visita.
Era una señora que hace un par de años estuvo viniendo con frecuencia a hablar conmigo. En aquel entonces estaba viviendo en la calle y se ganaba el sustento aparcando coches.
No tenía problemas de adicciones, había disfrutado de una vida completamente “normal”, con su trabajo, su familia, sus amigos… , hasta que un día todo le dio un vuelco… y progresivamente fue perdiendo los recursos de los que disponía y perdiendo su entramado social.
La primera vez que vino por aquí me contó todo lo que le había pasado y me pidió ayuda. Yo le dije que ayuda económica no podía darle, que eso estaba gestionado por Caritas y ella me respondió que no era eso lo que quería.
Al principio pasaba casi todo el tiempo lamentándose y llorando pero poco a poco, en las conversaciones sucesivas pude descubrir cómo fue recuperando su autoestima y las ganas de luchar. Al final, me dijo que había decidido ingresar en un centro que la ayudase a reincorporarse a la sociedad.
Hoy ha vuelto a visitarme, ¡parece otra! Ahora vive en otra ciudad, se ha reconciliado con los suyos y ha recuperado casi todo lo que perdió. Me ha estado contando lo contenta e ilusionada que está.
Cuando se marchaba me ha dado un abrazo fuerte…y ha sido para mí un momento muy bonito.
Además de lo que ese gesto significaba, de lo que suponía para mi vocación; de lo regalado que me he sentido… me ha reforzado en la convicción de que todo es posible; que nada ni nadie está perdido sin remedio; que la vida siempre es más; que de todo se puede salir. El secreto es esforzarse por ser humanos, con uno mismo… con el otro...¡SER EN DIOS!
No digo que el dolor de estos días se haya desvanecido, pero ese abrazo sí que lo ha llenado de esperanza viva.
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