Hoy no ha sido un buen día, dicen que morir es parte de la vida… que el día a día está salpicado de pequeñas muertes cotidianas… cosas, circunstancias, afectos, seguridades, ilusiones, a las que les llega su momento y de las que hay que despedirse… puede que parezca una frivolidad, espero que no, porque de verdad creo que –sin pretender compararlo con la marcha de un ser querido- son momentos en los que se te rasga el alma y en los que también necesitamos atravesar un tiempo de duelo.
A mí, hoy, se me ha muerto algo que ha sido fundamental en mi camino y estoy triste… tenía un poco de sueño, de seguridad, de esperanza; un mucho de historia y de amor pero ya estaba agonizando desde hacía tiempo, posiblemente era una muerte necesaria, he tenido que asumir ese “fallecimiento” por fidelidad a mi vocación y a mi camino de fe, pero eso no significa que duela menos…
El Evangelio también supone esto, estas dolorosas rupturas. Yo quiero vivir este adiós desde la clave de la Pascua, encontrar que muriendo es como se vive… pero, aunque es verdad que el amor una vez más ha resistido la muerte, ahora no me veo capaz de encontrarle el sentido.
Aunque lo estoy viviendo con mucha paz, puede que el dolor y la decepción me nublen el entendimiento, que ahora me parezca imposible poder vivir sin aquello que se me ha ido… y pienso en María, en su serenidad ante el desgarro de la muerte de su hijo; en su confianza, en su perseverar y rezo para que Dios me ayude a ser fiel, a no separarme nunca de su lado, cueste lo que cueste…
Esta noche tenía un funeral y compartía con los familiares eso que otras veces ya he dicho aquí, que ante la muerte quizás lo mejor es callarse, abandonarse a todos los recuerdos y experiencias que se agolpan en el corazón; dar las gracias, acompañar y orar… ese es mi sentimiento esta noche.
Que el soplo de mi oración al Padre para paliar tu dolor, alivie un poquito tu espíritu.
ResponderEliminarUn abrazo.