Qué verdad tan grande es que nuestro Dios nos va dando en cada momento lo que necesitamos… puede que a veces no seamos capaces de darnos cuenta, pero Él siempre está ahí, brindándonos justamente aquello que nos hace falta en cada circunstancia.
Yo hoy he sentido esa mano “terapéutica” de Dios; la he encontrado en la risa que va siendo cotidiana en mi comunidad; en la visita de una hermana muuuy querida, que con su escucha, su incondicionalidad, su cariño me ha calmado en mis preocupaciones, en los nervios…; en el anuncio de otros días con otro hermano que está al llegar, con el que estoy seguro de que todo me parecerá más sencillo y asequible…; en un correo de un fraile de Roma que, sin conocerme, me ha llenado de ánimo e ilusión, me ha hecho sentir la fuerza de la fraternidad, la grandeza de la Orden a la que tengo la suerte de pertenecer…
Y es así de sencillo, nos pase lo que nos pase, estemos en la situación en la que estemos… siempre y sólo precisamos de una única medicina, el medicamento universal del amor en cualquiera de sus vertientes.
Siempre está ahí, junto a nosotros, y no sólo en un aspecto espiritual, también en su dimensión humana. Todos, si así lo queremos, podemos encontrar cerca de nosotros alguien a quien dar y del que recibir esa pastilla milagrosa.
Ese amor todopoderoso, omnipresente, gratuito y eterno es el Espíritu que se nos promete; el espíritu de Jesús… En cada Eucaristía lo decimos, “Señor, Padre de misericordia, derrama sobre nosotros el Espíritu del Amor, el Espíritu de tu hijo” o, en otra plegaria, “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo”.
Así que ser constructores del amor, de la unidad (siempre en la diversidad, que es lo que diferencia la unidad en el Espíritu de una uniformidad reductora), no es un mérito o algo que se nos pide desde arriba o desde otro, es, en realidad, el modo de vacunarnos frente a cualquier enfermedad o dolencia que pueda causarnos sufrimiento… es la forma de inyectarnos vida; de engancharnos definitivamente a la felicidad.
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