2 de junio. SIRVIENDO SIN SERVIR

Hoy he tenido que ir a celebrar a un sitio diferente de la parroquia, con otras personas, otras costumbres, una sensibilidad desconocida y es increíble lo inseguro, nervioso y torpe que me he vuelto a descubrir…

Aún hoy, Señor, muchos años después, no consigo saber qué es lo que viste en mí; por qué me llamaste a este camino cuando soy tan débil, tan tímido, tan desordenado, tan desastre… ¡con tantas dificultades!

Pero lo cierto es que así fue, que te fijaste en esta miseria y te empeñaste en ella. Me abriste los ojos, me ensanchaste el horizonte, pusiste el universo a mis pies… y yo, por mucho que perseguía otras pasiones, otras ilusiones…poco a poco, y a base de tu testarudez, de tu constante declaración, me fui enamorando por completo.

Tu insistencia fue más fuerte que mi sordera, porque también lo era tu confianza en este pobre hombre, y ahora estoy totalmente coladito por tu amor… quiero responder, deseo con todas mis fuerzas estar a la altura de tu regalo.

A veces creo que lo estoy consiguiendo, pero entonces no tardan en llegar situaciones en las que, como hoy, tengo que reconocer que no… que aún sigo siendo el mismo pobretón de hace 12 años.

Pero ahora hay algo distinto, ahora sé que tengo tu amor y eso lo transforma todo, porque descubro que estás en mí y, así, me quiero yo también: con toda mi incapacidad.

No me suples, no impides que sude a chorros cuando la vergüenza me invade; no haces un truco de magia para que  sepa qué hacer o cómo actuar; no quitas los despistes ni manipulas mi realidad para evitarme esfuerzos o sufrimientos…pero sí me continuas quemando por dentro, haces arder todo lo que soy, para que no tenga más remedio que continuar, seguir adelante, creciendo, aprendiendo, haciéndome cada día más humano, dominico y sacerdote.

No sé por qué yo, Padre-Madre-amante mío, no lo sé... pero no pido explicaciones, sólo sé decir

Gracias Padre, por hacerme sólo tuyo.