jueves, 2 de junio de 2011

1 de Junio. LA PELI DE LA CIGÜEÑA

Generalmente disfruto haciendo todo aquello que esta vida religiosa me va presentando, pero a veces, la verdad es que también cuesta un poco. Son esas ocasiones en las que coinciden varias cosas y no hay más remedio que optar.
Por un lado están las cosas que más te apetecen, donde y con quien te gustaría estar; y por otro las que crees que son las que hay que atender. Elegir el Evangelio es hacerlo por las personas y situaciones menos agradables, por las espinas del ser humano, por los mordiscos de la vida, las cornadas de la miseria… Jesús no nos engaña.
Por si el asunto no fuese ya complicado de entrada, generalmente se complica todo más, porque es difícil que las personas comprendan tus decisiones… y se acaban molestando o enfadando contigo.
Es una sensación desagradable, por un lado el pensar que encima de que renuncias, de que eso ya te ha costado un sacrificio, van y te apalean (hay un refrán que lo describe muy bien, pero es algo malsonante… jejeje); pero confieso que también siento el cansancio de tener que estar dando siempre explicaciones de mis ausencias a los que más quiero.
Pero hoy he tenido una experiencia muy bonita gracias, precisamente a eso y, donde menos me lo esperaba he encontrado una lección de vida y de fe, de esas que se te agarran para siempre al corazón, que me ha hecho revivir con fuerza el primer amor… la plenitud de mi vocación.
El otro día me pasaron un video de un corto de animación (pondré el enlace al final porque, verdaderamente, es precioso) que viene muy a cuento de lo que intento explicar esta noche.


Es como si fuese necesario que hoy recordase lo importante de la fidelidad, de la perseverancia… las trampas del bien estar o el reconocimiento fácil, incluso las de la afectividad, son tan sutiles… parece tan sencillo tirar la toalla y abandonarse a lo aparentemente bueno y cómodo…
Pero no, cuando nos esforzamos por  ir contracorriente, por ser fieles, es cuando podemos vencer las mentiras de nuestros sentimientos y apetencias (que a veces nos deforman la realidad) y construir, crecer, descubrir nuestra propia verdad… cuando podemos diferenciar la voz de mi Yo, de la voz del Señor que es el que nos lleva a buen fin, el que no deja nunca de tendernos la mano para superar cualquier dificultad, cualquier obstáculo, cualquier tentación… para que podamos permanecer en su amor, amando.

1 comentario:

  1. El corto, genial. Gracias, porque el humor es amor.
    A partir de ahora, cada vez que las fuerzas flaqueen, intentaré recordar la armadura y el casco de la cigüeña; y así con el humor, el amor animará a "soportar" las durezas del dolor.

    ResponderEliminar