Aunque litúrgicamente sigamos en
el tiempo de navidad, en la sociedad y la vida cotidiana ya han pasado las
fiestas; sin embargo, quizás porque el día de hoy era festivo aquí, en la
mayoría de los comercios y calles de la
ciudad seguían brillando muchas luces y adornos.
Es curioso, pero después de
tantos días, precisamente hoy, cuando venía por la calle de camino a casa, me
han llamado la atención: las había de infinidad de colores, con distintas
intermitencias y disposiciones… me ha
dado por pensar en qué las diferenciaba del resto de las luces de la ciudad;
eran los mismos tonos y mecanismos con los que se anunciaba un bingo, los
neones de las tiendas o los bares… e incluso, los pilotos de los taxis, de las
farolas o los semáforos… ¿por qué sabemos que unas son navideñas y otras no?
Aparte de que las primeras estén ya a punto de ser retiradas y las otras sean
constantes ¿son distintas entre sí?
Objetivamente no, son estímulos visuales
que, con un fin u otro, todos intentan atraer la atención del caminante; sin
embargo, imagino que todo depende del ojo que las percibe: habrá algunos que al
contemplar las luces de Navidad revivan viejos recuerdos, evoquen el calor de
determinados ambientes, recuerden sonrisas que ya no están o que aún permanecen
a su lado; a otros les hablará de negocio, de todo lo que se compra y se vende;
no faltaran los ojos cansados que se entristecen o incluso se enfadan cuando
las descubren; hasta habrá alguna mirada que ya sea incapaz de reparar en que
están ahí.
No sé si habrá muchos de esos que
con esas iluminaciones se dejen llevar a la verdadera claridad; a la luz de la
fe, la del sentido que te transforma la vida entera.
Esas luces, en realidad son como
la propia Navidad… que para la mayoría se queda en algo que ya pasó y que
volveremos a festejar el año que viene; en una fiesta más que cada cual celebra
como sabe y como puede; unas luces intermitentes que se encienden y luego se
apagan…. Algo que es definitivo para sólo unos pocos; un acontecimiento único,
irrepetible y permanente que, una vez vivido lo transforma todo para siempre.
"todo depende del ojo que las percibe". Bravísimo. Aclarémonos los ojos, quitémonos las legañas y aprendamos a ver, pues Cristo está ahí, muy cerquita muy cerquita, pero que lo veamos o no, depende de nuestro punto de vista. Y como transmites Felix esa "buena" mirada, das ejemplo de que merece la pena ver.
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