LAS PUERTAS CERRADAS
(José L. Martín Descalzo)
Los hombres viven siempre con las
almas cerradas,
se encastillan entre sus propios
miedos,
se tapian, se tabican la vida,
se barrican detrás de sus
temores,
aseguran los puentes levadizos,
se rodean de fosos con pirañas,
ponen puertas, cerrojos y
fallebas.
Así estaban los doce, acurrucados
en sus llantos,
como niños perdidos en un mundo
de lobos,
avergonzados casi de haber creído
en Él.
Y Él llegaba rodeado de espumas y
caballos, tan descaradamente vivo,
tan abierto como mil escuadrones
de azucenas,
tan ancho como el trigo, tan
alegre como las amapolas.
Le miraban y no sabían si huir o
abrazarle, si esconderse o cantar.
Sólo de algo estaban ciertos:
tendrían que nacer otra vez para
quererle.
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