martes, 29 de enero de 2013

29 de enero. EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


Esta tarde, reflexionábamos en la eucaristía acerca de la voluntad de Dios. Decíamos que es cierto que a veces se hace complicado; que nos encontramos en encrucijadas difíciles, en las que entran en juego multitud de factores complejos, que no nos permiten ver con claridad por dónde va esa voluntad del Padre; pero reconocíamos también que en general no es así, que en lo habitual sí sabemos lo que Él quiere para nosotros, en el fondo conocemos de sobra cómo quiere Dios que nos relacionemos unos con otros y lo que desea que hagamos con los dones y bienes que están en nuestras manos.

En uno y otro caso es necesario rezar. En las primeras situaciones, las complejas: para encontrar luz, una pista que nos oriente, claridad para vernos a nosotros mismos y depurar los motivos que nos mueven, paciencia para no precipitarnos…

En lo cotidiano para recibir la fuerza para superar los miedos, los rencores, los egoísmos, los complejos e inseguridades…para volver a casa después de cada traición y caída; para perseverar y no rendirnos, para no dejar nunca de esforzarnos y continuar soñando…

Porque en hacer esa voluntad divina está nuestra felicidad, la de la humanidad entera ¿qué otra cosa puede querer Dios?

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