Estoy concluyendo una jornada hermosa
que comenzaba con un detalle precioso que han tenido conmigo los miembros de la
ONG de la familia dominicana; continuaba con una conversación profunda que me
regalaba alguien que, tras escapar de un calvario afronta el futuro rebosante
de ilusión y finalizaba con una estimulante reunión, con un grupo de
matrimonios, sobre la espiritualidad conyugal.
El trabajo por la paz y la
justicia, la capacidad del ser humano para recuperarse frente a los golpes de
la vida; la familia y el amor… diversos aspectos de la existencia, seguramente
los más importantes, que hoy se reunían a mi alrededor… se revelaban frente a
mí con claridad para recordarme la belleza de mi vocación, del estilo de vida
que Dios me ha regalado; un resumen de nuestra realidad que, al hacerse
evidente, se me ha ofrecido como aliento
de esperanza; para poder seguir recordando, a todos los que me tropiece, lo
bonita que, a pesar de todo, puede ser la vida.
Ahora que repaso lo vivido, doy
gracias porque estoy a punto de concluir un día espectacular… bueno,
seguramente todos los días son así… cotidianamente muchas personas dedican su
tiempo, capacidades y esfuerzo a la construcción de un mundo mejor para todos;
cada mañana se levantan miles de personas que se sacuden las lágrimas, se
dibujan una sonrisa en la cara y apuestan por la vida y, como dice una de mis películas
favoritas ¡el amor está por todas partes!
Sí, esa es la verdad… la hermosa
realidad que diariamente construimos entre todos; una muy hermosa pero en la que, por desgracia, sólo reparamos
algunas veces.
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