Anoche los frailes cantábamos en
el coro una canción, que yo no había oído nunca, y que decía algo que me
impactó: vengo hasta aquí cansado de la lucha, cansado de mí mismo.
En el momento no supe si me
terminaba de gustar la idea ¿es bueno estar cansado de uno mismo? ¿Encajaba eso
con el Evangelio?
Hoy, el día ha amanecido como augurándome
la respuesta; ya he bajado a rezar por la mañana como aturdido y, conforme
pasaban las horas, esa sensación de bloqueo y debilidad ha ido aumentando; me sentía desbordado, incapaz de culminar el empeño que me ha traído
hasta aquí, ¡cualquier empeño! con ganas de abandonar; hasta que, al caer la
tarde, todo ha explotado y he descubierto que sí, que puede uno acabar agotado
de sí mismo: de tus flaquezas, de los miedos y complejos que arrastras; de las
mentiras que te cuentas, de tu propia incompetencia…
Dicen que los hombres no deben
llorar, sin embargo, la tradición nos cuenta que Sto. Domingo sí lloraba, y
mucho: pasaba los días rebosante de alegría pero, por las noches… lloraba. Y la
nocturnidad de esas lágrimas no se debía a que no quisiera que lo vieran, que
sí lo veían; sería más bien por todo lo que la noche simboliza: la sombras, el
permanecer en vela, los sueños, la soledad...
Lloraba en oración por todos los que se
encontraban en el error y las tinieblas; por los que sufrían; por todos aquellos
que no sabían o no podían disfrutar por completo de la vida y de la Gracia de
Dios.
Sé que hoy Nuestro Padre Domingo
ha llorado también con este pobre hijo suyo; que yo también he hecho mías cada
una de sus lágrimas… sé también que, así, he recibido el consuelo y la fuerza
de Dios y que mañana podré volver a la carga.
“venid a mi todos los que estéis
cansados y agobiados y yo os aliviaré”
Ánimo " Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo" Espero que estés teniendo hoy un gran día!
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