viernes, 18 de enero de 2013

18 de enero. TORPONCETE



Un viaje más y atrás quedó Salamanca; esta noche he llegado a Madrid para asistir mañana a una reunión de la familia dominicana: de nuevo reencuentros y fraternidad que me colocan en una onda distinta a la que he vivido días atrás. Ahora toca centrarse en el movimiento juvenil dominicano, en la pastoral con jóvenes, en el trabajo junto a otras ramas y entidades de la Orden…
Pero me cuesta cambiar el chip y tampoco puedo ni quiero hacerlo del todo, la vida no puede convertirse en una sucesión de capítulos inconexos; en un conjunto de experiencias aisladas.
Durante mi estancia en Salamanca, Dios me ha descolocado, como rezábamos esta mañana:
Yo pensaba muy seguro: «No vacilaré jamás».
Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro y quedé desconcertado. (sal.29)
Ha sido una experiencia de renovación que me ha obligado a resituarme; como cuando un niño pequeño sale corriendo, ajeno a los peligros, e inconsciente de su inexperiencia y debilidad acaba cayéndose al suelo y tiene que venir papá-mamá Dios rápidamente a levantarlo, a soplarle en la herida y consolar su llanto.
Es algo muy común en cualquier camino de fe, no porque a Dios le guste desmoronarnos los planes sino porque nosotros, las personas, somos así: nos disparamos y nos falta perspectiva…
Y, aunque cuando estamos tirados de bruces parece que nada sirve de nada, que estamos otra vez al principio, lo cierto es que poco a poco, vamos aprendiendo a apoyar con firmeza los pies sobre la tierra, a mirar a un lado y a otro antes de cruzar la calle, a esquivar los obstáculos que nos encontremos… Dios nos va haciendo capaces de correr y hasta de volar.
Últimamente a mí me está pasando eso mucho más de la cuenta y, con honestidad debo decir que no creo que sea –al menos esta vez- por falta de escucha; así que debe ser algo bueno; estoy convencido de que esta “torpeza de movimientos” tiene que deberse a que se me está iniciando en algo nuevo, como si ya supiese uno circular por el parquecito y ahora tocara aprender a hacerlo en otro terreno distinto.
Lo que esta vez me ha provocado el tropezón ha sido el trabajo de estudio, pero el que se ha caído he sido yo, con todo lo que soy  y en todas las dimensiones de mi vida, así que debe ser ahí, en la totalidad de mi ser; en el conjunto de mi forma de vivir, donde puedo aprender y aplicarme la lección ¿cómo? pues habrá que tener paciencia y seguir atento.


1 comentario:

  1. Cuando uno es consolado y se cura la herida...luego camina orgulloso de la cicatriz... Todos caemos,nos perdemos,nos desmoramos cual castillo de arena pero cuando salimos adelante y encontramos el sentido de lo que nos va ocurriendo se nos llena el corazòn diciendo GRACIAS PADRE por todas esas cicatrices que han conformado mi piel actual. GRACIAS Y ÂNIMO!!!!

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