lunes, 5 de septiembre de 2011

5 de septiembre. ESA MIRADA TUYA

Hay una imagen de Santo Domingo en nuestra Iglesia que me encanta, tanto que creo que ya escribí un día por aquí sobre ella.
El artista supo darle un toque a ese rostro de Nuestro Padre que transmite al observador distintas sensaciones, como si los rasgos de esa cara cambiaran según el día.

Está enfrente de  la entrada a la sacristía y paso por delante de él muchas veces al día, especialmente antes y después de misa o al abrir y cerrar el templo. Desde mi prenoviciado he encontrado en esa imagen algo especial; ahora he adoptado la costumbre de rezar todas las noches ante esa talla; cuando el día termina y he cerrado ya la Iglesia, me suelo quedar un rato ante mi fundador y después le canto el himno “o Lumen”.

(muy bonito por cierto: )



Él, desde su retablo barroco, hay días que me sonríe cómplice y satisfecho; otros días me parece encontrar en sus ojos preocupación y solidaridad… ese rostro de madera me ha transmitido fuerza cuando estaba a punto de rendirme; orgullo cuando me veía entusiasmado; serenidad y confianza siempre que estoy nervioso; se ha disgustado conmigo cuando cometo errores y se ríe disimuladamente con mis despistes y meteduras de pata.


Es sólo una madera, tallada y pintada con maestría, por supuesto, pero en ella un hombre plasmó la magia de su arte y sobre ella se concentran también mis sentimientos y experiencias. ¿Será cosa de mi imaginación? ¿del subconsciente? Puede ser… pero quién ha dicho que esas no sean –como tantas otras- las herramientas de las que Dios se vale para acariciarme el corazón?

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