miércoles, 21 de septiembre de 2011

20 de septiembre. IN MEDIO ECCLESIAE

En estos días ando liado preparando unas charlas y dinámicas sobre eclesiología, creo que esa es la razón por la que estoy un poco más sensibilizado que de costumbre con el tema.

Desde esa óptica meditaba también las lecturas  de la eucaristía: el fin de la restauración del templo de Jerusalén y el evangelio de "Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra."

Hoy hay mucha gente que pretende vivir la fe, seguir a Jesucristo “por libre”, al margen de la comunidad; otros no se encuentran reconocidos en la Iglesia y rompen con ella, muchas veces muy heridos además;  otros se montan su propio “chiringuito”, junto a quienes piensan como ellos y se despreocupan del resto del pueblo de Dios, “esta es mi Iglesia y no la de los curas, o el Vaticano”… no sé, hoy son muy numerosas las formas de cuestionar la dimensión eclesial del cristianismo.

Estos cuestionamientos pueden ser positivos para la Iglesia, para corregirnos, aprender, encarnarnos mejor en el hoy, si es que sabemos acogerlos y ofrecer respuestas… pero, sobre todo, debemos buscar vías de encuentro con todos esos que se alejan, debido a nuestra propia responsabilidad fraterna, movidos por la compasión… ¿qué será de todos esos que se van?

No vale eso de “romper la baraja”, no se puede vivir el seguimiento de Jesucristo sin la Iglesia, no hablo de la salvación (que de eso ya se ha discutido mucho  a lo largo de los siglos); creo firmemente en la inabarcable misericordia de Dios. Me refiero al aquí y al ahora; al hermano, a la comunidad cristiana entera: nos hacemos falta unos a otros, si queremos caminar en verdad ante el Señor, no podemos prescindir de nadie, ni de la vida consagrada, ni de los movimientos laicales, ni de la jerarquía, ni de la iglesia de base… aunque sea más fácil quitarnos del medio al distinto y al que no piensa igual, necesitamos esa pluralidad que es fruto del Espíritu; gracias a ella podemos aprender a dialogar, enriquecernos, buscar la verdad…. crecer en el amor auténtico, que no se limita a los de nuestra cuerda. O seguimos al Maestro todos juntos o lo estamos haciendo mal los unos y los otros… iremos detrás de cualquier otro interés o ideología, pero no tras Jesucristo.

Santo Domingo, en su época, vivió una realidad muy parecida, él se acercó a esas personas, vivió lo que vivían, comprendió sus situaciones: la Orden nació como respuesta a las preguntas y necesidades de gente que se había apartado de la comunidad y, así, sanó también las miserias de una Iglesia estancada.




Hoy, igual que entonces, no es cuestión de buscar buenos y malos sino de asumir el reto de tendernos la mano mutuamente, la aventura de encontrar puentes que nos permitan encontrarnos y hacer familia.

El mes pasado, en Madrid, nos decían aquello de que los dominicos tenemos que estar en el corazón de la Iglesia… hoy es completamente actual y necesario, igual que en el siglo XIII: un corazón lleno de vida, que la transmite al resto del cuerpo, que llega hasta todas las fronteras.

Yo estoy en ese corazón, tú también…. El Señor nos necesita construyendo unidad, siendo Iglesia activa, abriendo las puertas de par en par para que el Espíritu entre y salga vitalizando a la humanidad entera.

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