martes, 31 de mayo de 2011

31 de mayo. NI FÚ NI FÁ, FE

Si me preguntaran que cual es el colectivo más olvidado de nuestra sociedad no sabría decantarme por uno, la verdad es que son muchos y todos están tan apartados, como aparentando que no existen…
Esta mañana la he pasado entera cerca de uno de esos grupos de personas y además de haber pasado unas horas preciosas, me ha dado mucho que pensar, me ha cuestionado profundamente en mis planteamientos de vida y evangelio.
Después ha llegado la tarde, he ido a un colegio a celebrar por primera vez el sacramento de la reconciliación con los niños que van a recibir su primera comunión,  a pesar de los calores, había mucha gente y lo hemos hecho en dos turnos.
¡Cómo me gusta trabajar con los niños!, venían nerviositos perdidos y yo les gastaba bromas para relajarlos y que comprendiesen que no había que asustarse, que todo lo contrario, que tenían que estar alegres porque la reconciliación es como volver a una fiesta grande a la que no habíamos podido llegar porque nos habíamos equivocado de camino.
Dos realidades muy diferentes, la de la exclusión por la mañana y luego hablarles a los chavales (que gracias a Dios ya no son los últimos de la sociedad como lo eran en tiempos de Jesús) de la alegría y de la fiesta de Dios.
He tenido que salir corriendo del colegio (como siempre) porque no llegaba a la misa de ocho en la parroquia, y mientras tanto, pensaba en eso, en la forma de articular las dos cosas, la alegría profunda en el Señor y las innumerables situaciones de injusticia y dolor en las que están inmersas los seres humanos.
Y cuando llego a casa y me dispongo a preparar la eucaristía, caigo en la cuenta de que hoy celebrábamos la visitación de María a Isabel y que, en el Evangelio de hoy, se nos regalaba el Magnificat: cántico de alegría y solidaridad.
La alegría desbordante de dos mujeres que se encuentran; María reconoce su propia insignificancia ante la inmensidad de su creador y, desde ahí las obras grandes que, en su historia, hace Dios por su misericordia. Así comprende, proclama, y reitera su disposición a ponerse al servicio de su proyecto, precisamente el del Reinado donde los pequeños, los apestados y los arrinconados son los primeros.

Esa es la fuente de la verdadera alegría, la fiesta de la que les hablaba esta tarde a los niños, la de saber que Dios no deja las cosas como están, que Él toma partido, apuesta por ellos preferentemente y que ya están por encima de los ricos y famosos.
Es asombroso cómo el Señor nos va dando las respuestas cuando sabemos escuchar y estar atentos. Ahora mi alegría tiene más fundamento y me desafía con más intensidad…. Si la deseamos, si no queremos perderla hay que tomar partido también, como María.

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