viernes, 27 de mayo de 2011

26 de mayo. LA QUE NOS ESPERA

Esta mañana recogía el fruto de un trabajo que traigo a cuestas desde hace mucho tiempo. Me lo han encuadernado unos grandes amigos con todo el mimo y detalle del mundo, y me descubría a mí mismo en una de esas situaciones que una hermana mía llama “momentos video-clip”. Iba yo por la calle, con mi trabajo en los brazos, satisfecho, contento, ilusionado, como esos instantes tuviesen banda sonora… deseando llegar a casa y enseñarlo, compartirlo.
Lo mismo se repetía por la tarde, hemos celebrado una eucaristía íntima con los niños que este año han recibido su primera comunión. Yo les iba explicando cada parte de la liturgia, su lógica, su significado y ellos, aunque casi hemos estado una hora con la ceremonia, se han portado genial, han estado atentos y muy participativos, con lo que la misa ha resultado preciosa y nos ha hecho disfrutar como monos a todo el equipo de catequesis.

En los dos casos saboreábamos el resultado de la responsabilidad realizada y ¡qué a gusto se siente uno! Pocas cosas hay como esa sensación, la de haber superado las dificultades (de dentro y de fuera), saber que has puesto todo el corazón en algo y poder ver el resultado.
En la vida no siempre ocurre así, y en las cosas del Evangelio menos aún; porque eso ya es cuestión de Dios, por eso días como el de hoy son un lujo ante el que uno se debe detener para agradecerlo y saborearlo bien.
El otro día, con el grupo de jóvenes, alguien dijo algo que me produjo una honda sensación. Preparábamos las lecturas del próximo domingo, así que hablábamos de la fe y de si servía para algo o no, de lo que nos aportaba en la vida… tratando de racionalizar las razones de nuestra esperanza. En ese contexto se dijo que, si habíamos vivido  ciertas cosas (como  la confianza, el sabernos capaces, plenos, con sentido…) aunque fuese en momentos puntuales o en pequeñas dosis, esa experiencia era un motivo para estar convencidos de que también las podíamos tener y gozar a lo grande, en su totalidad.
Me pareció una gran reflexión que, unida a lo de hoy, me motiva enormemente en mi decisión de no consentir que la rutina o la dejadez invadan mis días;  de no abandonarme a las costumbre, a lo sabido; en no dejar de imaginar, reflexionar, buscar alternativas y metas, ilusionarme; en luchar por seguir corriendo siempre la carrera … en dejarme hacer por Dios.
Todo lo bueno que vivo y siento, las satisfacciones, el amor, la pasión, el estremecimiento que Dios me crea, mañana será aún mayor, que, como dice el Evangelio, prodigios mayores nos quedan por ver; lo mejor aún está por llegar.

1 comentario:

  1. "en no dejar de imaginar, reflexionar, buscar alternativas y metas, ilusionarme; en luchar por seguir corriendo siempre la carrera … en dejarme hacer por Dios."
    En ese camino interior ando, querido hermano, para poderlo vivir y transmitir a lo exterior.Sobre todo en el tema de catequización familiar ¡¡ qué mejores catequistas que fuesen los padres!! Que experimentaran y compartieran en familia el inicio a la fe de sus hijos.Dejaremos en las manos del Padre el empuje que les hace falta para que se "mojen".Gracias por tu sencillez y claridad en contarnos tu forma de vivir lo cotidiano de la vida dándole la verdadera importancia a lo que a nosotros se nos escapa .Un abrazo

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