martes, 3 de mayo de 2011

3 de mayo. DESPISTAO

Supongo que en alguna ocasión ya habré comentado aquí lo despistado que soy, pero si no lo he hecho antes, hoy no tengo más remedio que hacerlo.
He pasado toda la mañana y casi la tarde entera concentrado en unos dibujitos que tenía pendientes: dibujando, pensando cómo expresar lo que quería, absorto en líneas y colores… y supongo que ha sido por eso, que cuando me ha llegado la hora de bajar a misa, aún no había vuelto a aterrizar del todo en el mundo real.
Para empezar, al abrir la puerta de la sacristía, se me ha olvidado quitarme del medio, ¡de verdad! Y me he dado un porrazo tremendo en toda la cara (menos mal que no me ha visto nadie).
Luego y para colmo, en la celebración se ha incorporado un visitante muy pesado: una mosca que no se separaba del cáliz. He tenido que estar pendiente todo el rato de taparlo y descubrirlo, esquivando los intentos del insecto de colarse dentro.
Así que no daba pie con bolo, parecía mucho más novato de lo que soy; he tartamudeado, me he quedado en blanco, he confundido palabras… hasta ese “niño especial” que me suele acompañar en las celebraciones me ha dicho que hoy se había reído un montón porque me había equivocado muchas veces.
Lo cuento de broma porque creo que, en esta vida, hay que reírse de todo, pero es algo que, en realidad no me hace gusta. No me hace gracia ser tan despistado, la facilidad con la que “viajo” a otros mundos; más aún me preocupa que eso me pase en la eucaristía. El sacramento en sí se merece todo mi respeto y también las personas que participan del mismo y siempre intento darme al cien por cien.
Pero, como le he dicho al niño, los curas somos personas normales y, como todo el mundo, no siempre estamos igual de finos; así que no me queda otra que asumirme en toda mi flaqueza… gracias a Dios, la comunidad parroquial también me va conociendo y aceptándome  así.
El numerito de hoy me hace reflexionar sobre lo distinta que es la vida según el punto de referencia desde el que la afrontas; dónde pone uno su atención en la vida y en las cosas que nos distraen de lo central. De que seamos capaces de mantenernos atentos, con los ojos fijos en Dios, sin despistarnos –o distrayéndonos lo mínimo- depende el sentido y nuestra propia felicidad.

El Evangelio nos explica muy clarito como hacerlo, y resulta que –la única forma de conseguirlo- es manteniendo la mirada cerca de lo humano; de nuestra propia naturaleza, del mundo y de los hermanos; mirar a Dios no es elevar los ojos a las alturas, al más allá, sino volverlos hacia el aquí y ahora,  cerca de ti.
Ser cristiano, ser feliz, ser persona de verdad, es sólo cuestión de embobarse en el amor, o al revés, dejar que ese AMOR te distraiga de todas las prisas, las comodidades, los miedos, los egoísmos y las ambiciones que cada día nos salen al paso.

3 comentarios:

  1. :) gracias nuevamente, disfruto leyendo lo que escribes, y tranquilo que todos tenemos algo de despistados, jejeje, un abrazo Fray Felix!!

    ResponderEliminar
  2. No te parece que no hay cosa mas bonita que ver a un niño reir?Aunque sea por que te hayas equivocado muchas veces en la eucaristia?

    ResponderEliminar
  3. Es que en el mundo en que vivimos, o nos "despistamos" un poco, o realmente la locura puede hacer presa en nosotros. Y lo mejor de todo es aceptar con humildad y sencillez que no somos perfectísimos, que algunas veces tropezamos (aunque sea con una simple puerta a la que no hemos prestado atención); pero el mundo no se acaba por eso ni mucho menos. Y más teniendo un Jefe como el que tienes (tenemos), Él sabe que no has actuado con maldad, simplemente...¡eres su Félix, te conoce y te ama!
    ¿Algo más se puede pedir? Simplemente, con despistes o sin ellos, seguir amando; lo demás...sobra.

    ResponderEliminar