sábado, 21 de mayo de 2011

20 de mayo. CELEBRAR

Acabo de volver de una boda; esta tarde se ha casado la más joven de mis primas. Al final he podido ir al convite y todo, me lo he pasado en grande con casi toda la familia reunida y viéndolos disfrutar.
No deja de llamarme la atención que, al terminar las celebraciones de las bodas o los bautizos, siempre hay gente que se acerca a felicitarme, a decirme que les ha encantado la ceremonia y –casi todos coinciden- al afirmar que había sido “distinta”.
Yo agradezco estos gestos, que aunque uno sea cura, le viene bien que reconozcan la dedicación y el cariño que uno le pone a las cosas; pero siempre me quedo pensando ¿distinta?... así es como son ¿no?...
A lo mejor llevo demasiado tiempo metido dentro de este ambiente dominicano, reconozco que no estoy muy ducho en saber cómo son las celebraciones en otras comunidades o parroquias… pero a mí me parece que en la mía, las abordamos como debe hacerse, ni más ni menos.
Me parece triste que la gente no perciba que todas  las celebraciones religiosas son precisamente eso ¡celebraciones! Y que lo normal en ellas es sentirse parte, disfrutarlas, entenderlas… y reconociendo que los curas podemos tener parte de culpa en ello, creo que no somos los principales responsables de esa laguna.
En primer lugar me parece que la principal riqueza de las mismas reside en el sacramento en sí.  Tendremos que tratar de explicarlos mejor, de darlos a conocer, adaptar los lenguajes, por supuesto, pero nada de eso se puede hacer si la gente no se toma la molestia de interesarse por lo que está haciendo y porqué.
Por otro lado, cada sacerdote; comunidad cristiana o parroquia tendrá su propia forma de hacer las cosas, diferentes estilos y matices y eso es bueno y necesario. El problema aparece cuando, en lugar de buscar el ámbito con el que cada uno se sienta más identificado, el estilo que más responda a nuestra experiencia creyente, nos limitamos a la elección de un “escenario” bonito.
Verdaderamente, este es un tema que da mucho qué pensar, que constituye todo un desafío para los cristianos de hoy. ¿Cómo llenar de calidad nuestras liturgias? ¿De qué forma podemos hacer que el personal valore adecuadamente nuestros sacramentos? Se podrían escribir muchas entradas sobre esto… pero esta noche, simplemente, comparto una primera reflexión. Antes de exigir nada, de caer en el error de posicionarnos por encima de nadie, de momento lo que me planteo es que, todas esas personas que se acercan a nosotros de formas puntuales disfruten todo lo posible, que perciban que la Iglesia es una comunidad que tiene las puertas abiertas de par en par, a la que pueden volver cuando ellos quieran o lo necesiten.









Celebrar de verdad, abrir las puertas, dar lo mejor de nosotros mismos… después, Dios sabe cómo se acerca o conduce los caminos de cada cual… que los creyentes nunca seamos un obstáculo para eso.

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